Jose Fernando Juan
Profesor del Colegio Amorós

No te lo tomes tan en serio


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Se trata de discernir qué cosas hay que tomarse en serio y cuáles no, es decir, de distinguir las cuestiones esenciales y fundamentales, de otras que son más estéticas, accesorias o que simplemente acompañan nuestra realidad y nuestro tiempo. Y este ejercicio de discernimiento resulta fundamental, le pese a quien le pese, y no vendrán dadas las respuestas de cálculos y datos que ponen todo sin criterio en la balanza.



Me imagino que Pedro le dijo a Pablo algo similar. Solo es una circuncisión o se trata solo de unos pocos alimentos. O que los fariseos le pidieron a Jesús que rebajara alguna vez el tono, para resultar más amable. Porque todos saben que lo más amable es lo más creíble. Y algo similar pudo ocurrir con tantos fundadores, después llevados a los altares, en defensa de la educación de unos pobres niños en tal o cual ciudad, o unos enfermos moribundos en aquellas partes del mundo, o unos migrantes que llevaban a cuestas todo lo que tenían… También lo escucharon Francisco Jägerstätter y otros laicos –’Los que no juraron a Hitler’ (Encuentro), de Isidro Catela–… O Pavel Florenski. ¡Cuántos! Algo así pudo ocurrir y, lejos de desactivar su compromiso y entrega, se activó en ellos un poco más de discernimiento, una búsqueda más honda todavía.

Tres relaciones esenciales

Digo en clase a mis alumnos, aprendiendo de lo mejor que se escribió en el siglo XX, que hay tres relaciones esenciales y poco más. Les pido que las clarifiquen, que las busquen. ¿Cuáles pueden ser? En su orden son las siguientes. La primera es la que entablamos con los demás, a quienes ya llamamos otros, sin darnos cuenta por tanto que no es la primera. La segunda, la que otros establecen con nosotros mismos. De múltiples maneras, pero que nos afecta siempre y más cuanto más expuestos o débiles o ignorantes. Y la tercera, que tarda en llegar y da muchos rodeos, es la que indisolublemente une a cada cual con sí mismo. Esta última hace imposible la soledad de los poetas, porque siempre tendremos a alguien con nosotros. La soledad es el sí mismo, en el que habita la vida.

Una vez puestas delante, en el orden que expresan, pregunto cuál es la principal, en cuál “nos la jugamos” y “nos va la vida”. El asunto ya no está tan claro. Hay debate. Se ofrecen argumentos. Solo este ejercicio ya merece la pena. No todo está en la balanza y hay una prioridad. Como mínimo, todas ellas son ambiguas, se pueden vivir de muchas maneras y todo cambiará. Se van poniendo en ejemplos en clase. Pero el fundamento parece ser esa relación que nunca se pierde, estemos donde estemos y estemos con quien estemos. La relación de uno consigo mismo. Y uno puede verse a sí mismo como individuo aislado de todos los demás y conocerse y decidir existir de esa manera egoísta y egolátrica que dé cabida a nada más que a sí mismo. O puede, sin duda, volverse acogida del otro, singular persona conectada a toda la humanidad. ¿Son acaso lo mismo?

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En lo que voy viendo y oyendo hay dos formas de tomarse en serio la vida que se expresan en esa alternativa. Quien dice que no se toma en serio nada es porque se toma, quizá, muy en serio a sí mismo y su supervivencia, poder y gloria. Pero hay quien se toma muy en serio la vida del otro, hasta el punto de sufrir mucho porque nada parece serle indiferente y la sensibilidad le hierve. Es normal, muy normal, que nos preguntemos por el sufrimiento de Dios si Dios ama a cada persona como hija suya. Si él no se lo toma en serio, yo tampoco debería. Si Dios se lo toma en serio, a lo mejor también nosotros deberíamos. Y una pista para el discernimiento de estas cosas tan vitales y esenciales, que he aprendido a base de equívocos y heridas, es que todo pasa en la lógica cristiana por el amor al prójimo (no el sobreprójimo, el prójimo inventado, el prójimo etéreo) y por la Cruz (no nuestras cruces, ni nada de eso, sino la de Jesús). Y que esta doble lógica es la de la nueva alianza. Puede no sonar bonito, de primeras. Pero creo firmemente que es así y que así hay vida en abundancia.