JOSÉ BELTRÁN | Director editorial de Vida Nueva
SÁBADO 14. Aterrizo en Buenos Aires. Vida Nueva crece en el mundo virtual y uno no quiere perdérselo. Unos días en la Pampa con el drama de París en la mochila. Y el temor a que la sospecha nos atrape. Frente a los refugiados. Frente a los musulmanes. Leo desde aquí a quien se vuelve a aferrar a la idea del “no todos son trigo limpio”… Por supuesto. Tampoco hay trigo limpio entre los periodistas. Entre los laicos. Entre los sacerdotes. Entre los obispos.
LUNES 16. Me reencuentro con Julián. Misionero amigo que en Getafe alojaba a los inmigrantes polacos desahuciados en su piso, y en Moreno encarna la salida a las periferias. No solo lleva a la espalda una parroquia que en realidad son nueve; además es el capellán del hospital de los últimos. A sus feligreses sabe que no les puede pasar el cestillo. Pero sí pedirles algo. Cuchillas y crema de afeitar. Los miércoles y viernes se escapa con Matías para asearles. Sin ellos, el abandono… “Así se los encontraba san Juan de Dios…”, deja caer Julián sin dar espacio a lamento alguno.
MARTES 17. Sánchez Camacho escanea y me envía una carta de Pérez Lozano a los lectores de Vida Nueva de hace 50 años. Presentaba nuevo diseño, formato diferente, impresión a dos colores…. ¡A dos colores! Lo recibo horas antes de que en Buenos Aires se lance la primera edición plenamente digital de la revista. La pantalla de la tableta sustituye a las páginas. Los píxeles, al papel. Pero se mantiene el compromiso de entonces. Y se refuerza. Desde el Sur. ¡Y con qué ímpetu y profesionalidad! No es España quien arranca motores, sino América. No es Roma quien empuja, sino Aparecida quien primerea.
MIÉRCOLES 18. Uno no puede estar en Buenos Aires y no llevarse nada de Bergoglio. Aunque sea una palabra o una confidencia. Una cruzada de la Iglesia me regala mucho más: “Vino a nuestra casa a celebrar la fiesta de la madre Nazaria poco antes del cónclave. Yo estaba arreglando varias cosas y me disculpé por tener las manos sucias. ¿Su respuesta? ‘Por eso no tenga problema, pero no tengan manchado el corazón’”. Poco después, un confidente de Francisco. “No le van a parar. Cuando él se empeña, lo consigue. Sabe manejar tiempos y situaciones como nadie. Y lo de los divorciados lo tiene meridianamente claro: lo primero, la persona”. Me confirma que la exhortación postsinodal estará mucho antes de lo que imaginamos.
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En el nº 2.965 de Vida Nueva