Rosa Ruiz
Teóloga y psicóloga

Noes y sies


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Estaba paseando con una buena amiga. Compartíamos los últimos vaivenes que cada una había afrontado. Sí, no eran eventos, ni acontecimientos, ni casualidades. Eran “vaivenes”, esos que la RAE define como “variedad inestable o inconstancia de las cosas en su duración o logro” y “encuentro o riesgo que expone a perder lo que se intenta, o malograr lo que se desea”. La vida trae vaivenes y cada uno los afrontamos como podemos: vamos y venimos, sufrimos que no todo dura lo que quisiéramos o no se logra como esperamos y, sobre todo, constatamos que no pocas veces asumimos riesgos que nos exponen a perder lo que intentábamos o a ver malogrado lo que tanto habíamos deseado.



Y, así, caíamos en cuenta de que casi nadie estaría donde está si no hubiera tomado decisiones previas. Y que muchas veces no hubiéramos dado pasos que ahora nos hacen tan felices si hubiéramos sabido el precio que íbamos a pagar por el camino.

Un aprendizaje vital

Es cierto: aprender a decir “no”, “basta”, “así no”… (en todas sus formas) es un enorme aprendizaje vital. Una clara vía de crecimiento. El problema es que a veces nos cuesta tanto que creemos que con ello hemos llegado a la meta. ¡Pero cuántas consecuencias tienen los “noes” verdaderos!, ¡cuántas reacciones desencadenan en unos mismo y en el entorno!, ¿quién lo iba a pensar? Quizá, por eso, con tanta frecuencia vienen las dudas: ¿habré sido demasiado impaciente?, ¿tendría que haber aguantado más?, ¿me ha faltado empatía o humildad o calma?

He resuelto, mirando hacia atrás, un método casi infalible para distinguir los “noes” inmaduros y cabezotas (esos que más bien parecen la pataleta de un niño en un supermercado) de los “noes” maduros y libres (esos que no se improvisan, que duelen por dentro pero no quieren dañar a nadie ni imponerse en nada): la cuestión es si son fecundos o no. Es decir, si están preñados de “sies” o solo engendran viento.

Paseo

Cualquier “no” que haya engendrado otros “sí” ha merecido la pena recibir las incomprensiones, las críticas, la soledad no deseada, las dudas… Los “sí” a otros proyectos o a otros modos o lugares o personas. Son “sies” concretos y reales, transformados en tiempos y espacios. Son “sies” que seguirán poniéndote en medio de otros vaivenes, pero serán otros. Porque así es la vida cuando está viva.

Y, al terminar el paseo, volviendo ya a casa, sonreí agradecida y me recordé a mi misma (somos en general de frágil memoria para estas cosas) que el periodo de gestación no siempre es el mismo: que parir un “sí” desde algunos “noes” verdaderos puede llevar 9 meses, pero también llegar a 3 años, como las salamandras alpinas o unos 23 meses como los elefantes. Y a veces la cosa pinta tan bien que en 12 o 13 días está listo, como una zarigüeya cualquiera, ese curioso animal que se adapta a cualquier clima. Si estás deseando apuntarte a este último grupo, no te olvides que como es un marsupial, la cría no nace totalmente formada y tendrás que seguir dándole forma por un tiempo. No tengamos prisa, que la criatura que venga nos marcará los tiempos que necesita. La cuestión es dar vida.