Por las mañanas me gusta echar un vistazo a distintos periódicos de tirada nacional. En uno de ellos me llama la atención un titular: “Los diez mandamientos del buen chino”. Parece ser que, para el año que viene, el gobierno de Pekín quiere escribir (como las Tablas de la Ley) unas normativas que todo ciudadano debe cumplir, es decir, como dice el diario, un sistema que pueda puntuar el civismo de los individuos.
El que incumpla este decálogo del buen ciudadano será sancionado y le irán restando puntos, de los 350 con los que parten, (como nosotros con los del carnet de conducir), y esas rebajas les crearán problemas burocráticos para ejercer algunas de las pocas libertades, como pedir un crédito, entre otras cosas.
Este documento se titula: ‘Esquema para implementar la construcción moral de los ciudadanos en la nueva era’. Y ¿de qué trata? pues de patriotismo, reconstruir el ‘gen rojo’, dicen ellos. Para el rastreo (acoso) de los ciudadanos y de sus comportamientos utilizan inteligencia artificial, geolocalizadores, reconocimiento facial, etc. Y la cuestión es que muchos lo ven bien y están de acuerdo. Seguridad versus libertad.
Novelas antiutópicas
Allá, a finales de los setenta, leí una novela del ruso Yevguenii Ivánovich Zamiatin titulada ‘Nosotros’, que influyó notablemente en otras novelas antiutópicas, como ‘Un mundo feliz’ de Huxley y ‘1984’ de Orwell. Como Zamiatin escribió la novela en 1924, después de la revolución bolchevique, era de esperar, que ante la crítica que hacía a la férrea tutela de un Estado Único, tuviera que huir a París, pies para que os quiero.
La novela ‘Nosotros’ presenta un mundo perfecto, una ciudad de cristal donde todos visten igual, comen lo mismo, tienen los mismos horarios y además les proporcionan semanalmente un billete rosa para poder tener una relación, durante una hora, los días señalados. ¡Qué agobio! Pero fue en esta relación íntima donde D-503 (no existían nombres que dieran singularidad a las personas, sólo números) se enamoró de I-330. El amor les abrió los ojos y se revelaron a tanta imposición para conseguir una felicidad perfecta bajo la tutela del Bienhechor.
Ahora, que da la sensación que nuestro mundo se desmorona, ahora que sentimos la inseguridad del cruce de caminos sin saber a dónde ir, por qué camino tirar, ahora que olvidamos el pasado y queremos hacer todo nuevo, es el momento de la fascinación de los totalitarismos, de los nacionalismos excluyentes, de los patriotismos utópicos, de los muros (como el muro verde de la novela que les separaba de los salvajes), de los fanatismos, de los sectarismos, de un NOSOTROS impuesto que diluya toda la fascinación por la diversidad, por la creatividad, por los sueños, por las ilusiones renovadoras, por el respeto, por la fusión y la mezcla. Todo pasará, solo permanece el amor. ¡Ánimo y adelante!