Flor María Ramírez
Licenciada en Relaciones Internacionales por el Colegio de México

Nuestra oportunidad por delante


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Soplan tiempos de sinodalidad y con ello una corriente de aire fresco en medio de cambios acelerados en nuestra forma de vida a raíz de la pandemia. El pasado 9 de octubre de 2021 la Iglesia católica ha inaugurado un proceso sinodal sin precedentes titulado “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión”. El documento preparatorio afirma quela sinodalidad representa el camino principal para la Iglesia, llamada a renovarse bajo la acción del Espíritu y gracias a la escucha de la Palabra. La capacidad de imaginar un futuro diverso para la Iglesia y para las instituciones a la altura de la misión recibida depende en gran parte de la decisión de comenzar a poner en práctica procesos de escucha, de diálogo y de discernimiento comunitario, en los que todos y cada uno puedan participar y contribuir”. [1]



Este proceso sinodal es en perspectiva histórica el culmen de un proceso sinuoso de revisión y toma de conciencia a nivel Iglesia. Casi una década de pontificado del papa Francisco, ha estado marcada por el descubrimiento y reconocimiento de dolorosos abusos sexuales y escándalos de corrupción internos que han mermado la confianza externa en nuestra institución eclesial. Pero aun cuando hemos vivido este proceso, no cabe duda que el “Espíritu continúa actuando en la historia y mostrando su potencia vivificante. Precisamente en los surcos excavados por los sufrimientos de todo tipo padecidos por la familia humana y por el Pueblo de Dios están floreciendo nuevos lenguajes de fe y nuevos caminos capaces, no sólo de interpretar los eventos desde un punto de vista teologal, sino también de encontrar en medio de las pruebas las razones para refundar el camino de la vida cristiana y eclesial“. [2]

Papa Sinodo Obispos 2023

Foto: EFE/EPA

No obstante, ha sido también en un momento crítico para la política, la economía y la religión, que la fe católica sigue resonando en los corazones de millones de personas como una realidad de misericordia, perdón y caridad sin condiciones. Es precisamente, en medio de estas crisis que una visión ecológica y sistémica de nuestra forma de relacionarnos con los otros y nuestro entorno, como la plasmada en Laudato Si, hace todo el sentido a una generación adentro y fuera de nuestro comunidad de fe.

Vivir la experiencia de sinodalidad, resultará indudablemente un ejercicio no siempre cómodo, pues debemos confrontarnos y reinventarnos como comunidad eclesial, reconociendo nuestros logros pero también aprendiendo de los grandes errores y omisiones. Y creo que especialmente quienes de alguna manera vivimos los cambios internos que dieron el eco del Concilio Vaticano II y las sucesivas conferencias episcopales de Puebla (1979) y Aparecida (2007), sabemos que estamos frente a un momento sin precedentes de reflexión conjunta y de co-construción que puede ser determinante para nuestra Misión. Es la oportunidad para sentar las bases de una Iglesia a la altura del tercer milenio, una Iglesia que tome decisiones de manera diversa, que reconozca de manera igualitaria el rol de cada persona que cree y sirve, una Iglesia que teja confianza y dé testimonio e inspire en los distintos contextos. Tenemos tiempo para lograrlo una gran oportunidad por delante.

 

[1] Sínodo 2021-2023, Documento preparatorio, versión en español, p. 11

[2] Ibidem, p.12