Antes nos inquietaba la hoja en blanco. Nos aventurábamos a llenarla dispuestos a romperla al poco tiempo para luego volver a empezar. Ahora tenemos enfrente una pantalla, también blanca, más paciente con nuestros errores pero infinita e inquietante. Comenzar a escribir es siempre un desafío, mucho más cuando se trata de la primera nota como director de una revista, y de una revista como ésta, nuestra querida Vida Nueva.
Más complejo aún es el tema si el director anterior es alguien de la talla del amigo José Ignacio López, un periodista incomparable y una de las personas más respetadas en cualquier medio de comunicación. Desde hace décadas, cuando en Argentina se dice “José Ignacio López”, no es necesario agregar nada más.
La responsabilidad aumenta al recordar que en el lanzamiento inicial de la revista en el cono sur estuvo presente el entonces cardenal Bergoglio, que ese día decía: “Deseo que la lectura de Vida Nueva Cono Sur nos mantenga siempre en esa tensión de sorpresa, de sorprendernos con ese Dios que no solo vino y va venir, sino que está viniendo continuamente. Sorprendernos y, con esa sorpresa, seguir caminando.” No podíamos imaginar entonces que estábamos ante el futuro papa Francisco y que las sorpresas que Dios nos tenía preparadas eran tantas y tan extraordinarias.
Pocas palabras describen mejor el momento actual en el que vivimos que ésta: “sorprendente”. Vivimos y escribimos en un tiempo vertiginoso en el que nada será igual dentro de poco. El futuro aparece en el horizonte tan indescifrable que nos vamos acostumbrando a dejar de imaginarlo. El presente se impone con sus urgencias y entonces la tarea del periodista aparece con toda su importancia: reflexionar con profundidad, no como lo hace el catedrático o el filosofo, sino como lo hace el periodista atrapado por la inmediatez del día a día. Esa urgencia de lo cotidiano impide a veces la reflexión larga y detallada, pero no es excusa para la mediocridad sino que refuerza el compromiso de seriedad que impone el silencioso contrato con el lector y la verdad.
Las sorpresas no terminan allí. A ese vértigo se agrega la colosal transformación que viven los medios de comunicación. Ya nada es igual a lo que veníamos haciendo y todo indica que los cambios se acelerarán. No escribimos ni leemos como hasta hace muy poco. No miramos ni escuchamos ni hablamos como lo hacíamos. Y más difícil aún: no sabemos cómo lo haremos dentro de unos años. Esto exige al periodista una gran flexibilidad de pensamiento y mucha audacia e imaginación. Pero también significa un desafío para el lector, a quien las nuevas tecnologías dan un protagonismo antes impensado, y también una nueva responsabilidad.
Vida Nueva tiene en España un largo camino de más de 50 años y en el cono sur de esta parte de América solo un breve aunque muy enriquecedor recorrido. El gran José Luis Martín Descalzo, quien dirigió la revista entre 1968 y 1976, definió el compromiso de la publicación y del grupo al que pertenece, PPC, con palabras que hoy adquieren una vigorosa actualidad: “El grupo PPC era conciliar y tradicional antes del Concilio, y es tradicional y conciliar después de él. Cree en la necesidad de renovar la Iglesia, pero está seguro de que esa renovación sólo puede venir por un verdadero regreso a las raíces evangélicas”.
Es importante repetir estas palabras en tiempos en los que el papa Francisco nos invita una y otra vez a volver al Evangelio, y conviene hacerlo también porque en un momento de tantos cambios lo mejor es fijar la mirada en quien desde hace dos mil años conduce la barca, en aquel carpintero que también hoy va delante nuestro y a quien nada sorprende porque Él mismo es, fue y será siempre la mayor novedad.
Con humildad, y desde este rincón del fin del mundo donde nació el papa Francisco, Vida Nueva Cono Sur inicia una nueva etapa. Contamos con el apoyo de PPC y de Vida Nueva de España, a quienes agradezco la confianza puesta en mí. Tenemos un excelente equipo de trabajo. Vamos a estar presentes con nuestra palabra, nuestras fotos y el aporte de nuestros magníficos colaboradores, en las tabletas, en los teléfonos móviles, en las redes sociales, en la web, en todos los formatos y los soportes. Lo haremos con la fe y el entusiasmo de siempre, fortaleciendo el vínculo con nuestros lectores, que se van convirtiendo en interlocutores. Afrontando día a día el misterio de la hoja en blanco con el único interés de mostrar la riqueza extraordinaria de la Iglesia, y su compromiso con el pleno desarrollo de cada ser humano.