Cuando aún no se acallaron los ruidos mediáticos generados en una casa religiosa invadida por un delincuente –que era también amigo de la casa– y que llegó hasta ella con millones de dólares mal habidos, aparecen otras religiosas en los medios de comunicación por motivos muy diferentes: su manera de vivir las lleva a aceptar determinadas prácticas de mortificación incomprensibles para la mentalidad contemporánea.
En el primer caso la duda que se plantea al ciudadano común es si las religiosas eran o no cómplices de aquel peligroso personaje que hasta ese día era un amigo. En el segundo, las preguntas son más profundas, y en algún sentido más inquietantes: ¿Están enfermas?, ¿les lavaron el cerebro?, ¿son una secta perversa que realiza prácticas que atentan contra los derechos humanos y entonces la justicia debe intervenir?
Esa mañana en la que unos funcionarios judiciales entraron por la fuerza en el monasterio de las religiosas carmelitas de Nogoyá, no sólo hubo un desagradable encuentro entre unas religiosas y esos señores que las trataban como delincuentes; en realidad se estaba asistiendo al encuentro entre dos mundos, dos culturas, dos concepciones de la vida, en apariencia incompatibles entre sí. Y ese encuentro, que era en realidad un desencuentro, a los pocos minutos se replicaba y multiplicaba en canales de televisión, redes sociales, periódicos y todas las formas que hoy tienen las noticias de llenar nuestras vidas. La confusión se multiplicó hasta el infinito.
Como lo hizo el mismo Jesús, sus discípulos
no miran para otro lado cuando hay que hablar
de la muerte y el sufrimiento.
Para los representantes de la justicia allí se encontraron “instrumentos de tortura”. Para las religiosas son objetos que utilizan para sus prácticas de mortificación. ¿Qué quiere decir esto?, ¿mortificación? La palabra recuerda la muerte, algo que nuestra cultura quiere olvidar, pero que la fe cristiana insiste en recordar. Para el cristiano cada ser humano es un hijo de Dios creado por amor y destinado a la vida, precisamente por eso no puede pensar en la muerte solamente como un acontecimiento biológico inevitable, como una dolorosa tragedia carente de sentido. Como lo hizo el mismo Jesús, sus discípulos no miran para otro lado cuando hay que hablar de la muerte y el sufrimiento.
Cuando se intenta negar todo aquello que trasciende la vida humana, ella misma se convierte en algo intrascendente. En última instancia, negarse a pensar en la muerte y el dolor es no poder pensar en la vida, ni valorarla. Las religiosas contemplativas son un signo, una señal que habla un lenguaje extraño para la mentalidad de nuestros días, por eso mismo es importante presentar su riqueza con valentía y claridad.
Una respuesta lúcida
Hay otro aspecto que también diferencia a estos dos hechos que pusieron a algunas religiosas en el centro de la escena: en el segundo caso hubo una respuesta lúcida, humilde y clara. La hermana María Mónica de Jesús, de la Asociación de Carmelitas Descalzas Nuestra Señora de Luján, puso rápidamente las cosas en su lugar a través de un comunicado en el que dijo: “Formas y costumbres que respondían a la sensibilidad del siglo XVI, no dicen nada o son incomprensibles a la sensibilidad del tiempo en que vivimos. Algunas prácticas penitenciales hoy nos resultan chocantes. Pero nunca fueron instrumentos de tortura, ni fueron vividas así por quienes las usaron”. La importancia de estas palabras radica en la presentación de la vida religiosa contemplativa como un signo que debe ser comprendido, en caso contrario el signo carece de sentido.
Además, la hermana María Mónica, refiriéndose a las “prácticas penitenciales”, señala: “Las más sabias tradiciones espirituales las consideraron con recelo por el peligro de soberbia que entrañaban y por ello estuvieron siempre sujetas al discernimiento de la obediencia. Hace años que fueron cayendo en desuso en la mayoría de las formas de vida consagrada. En el ‘aterrizaje’ de hoy, el Papa nos pide que busquemos los medios que nos ayuden a una vida más profética y creíble”. Ese es precisamente el desafío, ser creíbles. Las palabras de la religiosa son un ejemplo de claridad y simplicidad, habla de su propia forma de vida y la presenta como un signo que necesita ser comprendido y, en consecuencia, explicado. Eso la lleva a dar explicaciones, sin enojarse, sin echarle la culpa a los medios, sin condenar al que no la entiende. Sabe que es su responsabilidad hacerse entender; sabe que los hombres y mujeres de nuestro tiempo no tienen la obligación de comprenderla.
No sabemos si la hermana, además de carmelita descalza, es una experta en comunicación social, pero merecería serlo. Harían bien algunos de los referentes eclesiásticos que se muestran en los medios si la invitan a dar algunas charlas.
Quiénes somos y qué hacemos las carmelitas descalzas
Queridos hermanos:
Con ocasión de las noticias de nuestras hermanas de Nogoyá, me pidieron que comparta algo sobre quiénes somos y cómo vivimos las carmelitas descalzas.
Desde la promulgación de la Constitución apostólica sobre la vida contemplativa femenina del papa Francisco, la Iglesia no nos llama ya “monjas de clausura” sino “monjas contemplativas”. Este cambio de lenguaje es algo muy lindo, porque el Papa no nos identifica con los muros del edificio sino con las hermanas que allí vivimos y la misión que se nos confía.
Somos comunidades contemplativas:
– Vivimos del encuentro con Jesús. Por eso dedicamos mucho tiempo a la oración, al trabajo silencioso y al servicio fraterno dentro del monasterio.
– En comunidad con las hermanas, con quienes nos apoyamos, nos alentamos, buscamos juntas lo que Dios quiere de nosotras.
– Con una misión peculiar: estar profundamente unidas a todos ustedes, no sólo rezando por todos, sino viviendo en nuestra carne los gozos y esperanzas, las fatigas y fracasos del mundo de hoy. Somos testigos de que somos amados incondicionalmente por Dios y de que esto nos compromete.
“Sólo el amor es el que da valor a todas las cosas” (Santa Teresa)
“Entendamos, hijas mías, que la perfección verdadera es amor de Dios y del prójimo, y mientras con más perfección guardáremos estos dos mandamientos, seremos más perfectas. Toda nuestra Regla y Constituciones no sirven de otra cosa sino de medios para guardar esto con más perfección.”
Como saben los que aman de veras, no hay amor que no conlleve renuncia, salida de sí, don de sí mismo. Jesús, el “Capitán del amor”, como lo llamaba Teresa, es la referencia por excelencia de la primacía del amor y sus consecuencias.
Para Teresa la vida de las hermanas se construye desde estos tres ejes fundamentales:
– el amor, como ley primera de toda la vida y opciones;
– la verdad como camino;
– la libertad como dignidad de hijos.
La verdad las hará libres para amar. Aquí concentra su propuesta a las monjas que pretendemos vivir para Dios y para los hermanos, “dándonos del todo al Todo”. Lo propone sin rigorismos, pero con radicalidad y atendiendo a los procesos de cada una. Desde estos cauces nos parece que hay que discernir la ascética teresiana.
El Evangelio nos pone frente a opciones que no se improvisan. Buscar la paz y la justicia no se improvisa. Llegar a ser misericordiosos no se improvisa. Sabemos por experiencia cuánto nos cuesta. Y la ascesis es eso: entrenar el corazón para que pueda responder amando. Por eso es imprescindible.
Sin duda, los aspectos prácticos fueron también tratados por Teresa con sus hermanas. Son “aterrizajes” en su tiempo y su lugar que nos invitan a “aterrizar” en nuestros respectivos tiempos y lugares. Es lo que nos ayudó a hacer el Concilio Vaticano II. Formas y costumbres que respondían a la sensibilidad del siglo XVI, no dicen nada o son incomprensibles a la sensibilidad del tiempo en que vivimos. Algunas prácticas penitenciales hoy nos resultan chocantes. Pero nunca fueron instrumentos de tortura, ni fueron vividas así por quienes las usaron. Las más sabias tradiciones espirituales las consideraron con recelo por el peligro de soberbia que entrañaban y por ello estuvieron siempre sujetas al discernimiento de la obediencia. Hace años que fueron cayendo en desuso en la mayoría de las formas de vida consagrada. En el “aterrizaje” de hoy, el Papa nos pide que busquemos los medios que nos ayuden a una vida más profética y creíble.
Las carmelitas descalzas, como hijas de Teresa, sabemos que “la verdad padece mas no perece”. Acompañamos a nuestras hermanas y estamos ciertas de que pondrán a disposición de los referentes judiciales los elementos necesarios para la investigación que se ha emprendido a raíz de las denuncias presentadas.
Nos unimos a la oración y la preocupación manifestada por el Obispo, y a toda la Iglesia para que salga a la luz la Verdad que nos hace libres para amar.
En el amor del que nos amó primero
HNA. MARÍA MÓNICA DE JESÚS, OCD
Asociación Carmelitas Descalzas Nuestra Señora de Luján.