Este año se cumplen 500 de la excomunión a Lutero por el papa León X. Hace unos meses, cientos de curas alemanes desobedecieron al Vaticano, al bendecir uniones de personas homosexuales. No ha faltado quien se pregunte si estamos ante un nuevo cisma al interior de la Iglesia Católica, otra escisión con protagonistas semejantes a los de hace cinco siglos: clérigos germanos contra autoridades religiosas romanas.
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Me parece que hay dos elementos diferentes, que harían muy difícil una sanción como la que se utilizó contra quien, entre otras cosas, unificó al idioma alemán al traducir a esa lengua la Biblia.
En primer lugar, y sobre todo desde el Concilio Ecuménico Vaticano II, ya no se utilizan las penas y puniciones que distinguieron, por ejemplo, a la Santa Inquisición-Santo Oficio, especializados en castigar, inclusive con la hoguera, a herejes y disidentes. Salvo casos aislados como el del obispo tradicionalista Marcel Lefebvre, excomulgado en 1988, las oposiciones doctrinales a las indicaciones dogmáticas vaticanas son tratadas con amonestaciones y llamados de atención, la mayoría de las veces a cargo de autoridades eclesiásticas locales.
Antes y ahora
Por otra parte, si en la Edad Media la Iglesia católica contaba con los Estados civiles como su brazo armado y, por lo mismo, era muy fácil resolver los problemas de disidencias, en la actualidad ya no es así. La separación de los poderes terrenales y celestiales ha traído esa ventaja para los opositores al interior de la estructura eclesiástica: ya no pueden ir a la cárcel por cuestionar alguno de los dogmas establecidos.
Lutero, a diferencia de los curas alemanes que hoy bendicen a las parejas homosexuales, sí enfrentó esas andanadas en su tiempo: la autoridad no solo religiosa lo conminó a retractarse, sino también lo intentó el Emperador Carlos V, en la célebre Dieta de Worms. Ambas jurisdicciones, entonces, se fueron en su contra.
Los tiempos han cambiado, y el Vaticano y los obispos alemanes no sólo no han sancionado a los clérigos contestatarios, sino que ni siquiera les han llamado la atención de manera oficial. Si con Lutero se hubiera tenido la misma paciencia y comprensión, las cosas hubieran sido diferentes… pero los hubiera no existen.
Pro-Vocación. Bueno. No todo mundo piensa así. El cardenal Gerhard Müller, ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, acaba de declarar que “esta puesta en escena de pseudo bendiciones de hombres o mujeres homosexualmente activos es una blasfemia, una cínica contradicción de la santidad de Dios”. Qué bueno que es ex prefecto.