Otro país, con líderes populares


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Participé con una ponencia en la última sesión de la Primera Escuela Latinoamericana de Líderes Populares, organizada por la Academia de Líderes Católicos Latinoamericanos, con sede en Santiago de Chile. Me pidieron disertar sobre Identidad y Misión de América Latina. Se conectaron casi 500 personas de todos los países latinoamericanos.



Esta iniciativa duró tres meses, con sesiones semanales de cinco horas, con el objetivo de promover líderes que ayuden al cambio que se necesita. Fue alentada por varias universidades del Continente. Este tipo de iniciativas son las que se necesitan, y no limitarnos a quejas y lamentos sobre la situación que vivimos, echando sólo culpas a los gobiernos y a los legisladores.

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Conozco a muchos líderes populares, mujeres y hombres, que se distinguen por su capacidad de organizar grupos que promueven el desarrollo de sus comunidades. En Chiapas, conocí a quienes llevan adelante cooperativas de pequeños productores de café, de miel y de otros productos, algunos incluso exportándolos a Europa y Estados Unidos. Y son personas sencillas, sin mucho estudio, pero inquietos y ansiosos de hacer algo por sí mismos y por su pueblo. Conocí a dos lideresas de mercados populares, entregadas a defender los derechos de sus agremiados y a alentar su progreso. Los líderes indígenas del movimiento zapatista son hombres inquietos por sacar adelante a sus comunidades de la marginación secular que han sufrido. No estamos de acuerdo con que hayan acudido a las armas para cambiar la situación, pero hace años decidieron no ser más un movimiento armado, sino social y político, con regímenes autonómicos, demostrando que, sin apoyo gubernamental, se puede salir adelante con dignidad; no con riquezas, pero sí con mejores condiciones de vida.

Yo soy hijo de un líder popular. Mi padre, Moisés Arizmendi, no tuvo oportunidad de ir a escuelas, porque en su tiempo no las había en el pueblo. Con limitaciones, por su cuenta aprendió a leer y escribir. Inquieto porque había muchas carencias y sufrimientos, promovió, junto con otros del pueblo, que hubiera carretera, electricidad, escuelas, clínicas, agua en las casas. Mejoraron la agricultura y el comercio. Lograron incluso que se llegara a erigir el pueblito como sede de una nueva parroquia, con párroco residente. Eso lo aprendió de mi abuela y de la Acción Católica que lo formó. Acudía a cursos a Toluca y luego los compartía con los paisanos, para servir también como catequista y animador litúrgico, antes del Concilio Vaticano II.

Pensar

El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, dice :“Hay líderes populares capaces de interpretar el sentir de un pueblo, su dinámica cultural y las grandes tendencias de una sociedad. El servicio que prestan, aglutinando y conduciendo, puede ser la base para un proyecto duradero de transformación y crecimiento, que implica también la capacidad de ceder lugar a otros en pos del bien común. Pero deriva en insano populismo cuando se convierte en la habilidad de alguien para cautivar en orden a instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder. Otras veces busca sumar popularidad exacerbando las inclinaciones más bajas y egoístas de algunos sectores de la población. Esto se agrava cuando se convierte, con formas groseras o sutiles, en un avasallamiento de las instituciones y de la legalidad” (159).

Es verdad que liderar un grupo, un pueblo, exige renuncias y sacrificios, para hacer a un lado la pereza y la insensibilidad egoísta; pero desgastar la propia vida para que otros vivan mejor, le da sentido y sabor pleno a la propia existencia, como dice el Papa: “No siempre se trata de lograr grandes éxitos, que a veces no son posibles. Si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida. Es lindo ser pueblo fiel de Dios. ¡Y alcanzamos plenitud cuando rompemos las paredes y el corazón se nos llena de rostros y de nombres! Los grandes objetivos soñados en las estrategias se logran parcialmente. Más allá de esto, quien ama y ha dejado de entender la política como una mera búsqueda de poder, tiene la seguridad de que no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia. Todo eso da vueltas por el mundo como una fuerza de vida” (195).

Actuar

Cada quien, en vez de sólo quejarse de los males de este tiempo, analice qué puede hacer por mejorar su entorno comunitario, además del familiar. Platique con sus vecinos y juntos vean qué pueden hacer. Empiecen por acciones pequeñas, como tapar agujeros en las calles y carreteras, recoger basura, sembrar árboles, visitar ancianos y enfermos solos, organizar quizá un dispensario parroquial, o un banco de alimentos. Si son productores agrícolas, organicen un grupo para obtener mejores ganancias, para procesar lo que cosechan y darle un valor agregado. Ustedes lo pueden hacer, empezando en pequeña escala, recibiendo la capacitación adecuada. La fe en Dios nos impulsa a buscar siempre el bien de los demás; de lo contrario, es una fe mocha e incompleta.


Por Felipe Arizmendi Esquivel. Obispo Emérito de SCLC y profesor de la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos