Toca ser pacientes, de múltiples maneras. Toca abrazar con paciencia y resistir. Tocan estas dos formas de esperanza inconformistas, alejadas del desaliento y el ansia. Tocan días para vivir en este horizonte alejado de la ignorancia sobre lo que está ocurriendo.
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El griego del nuevo testamento conoce varias voces que hoy traduciríamos por ‘paciencia’, aunque también por “aguantar y soportar”. La primera, que fue usada por las primeras comunidades con espíritu misionero, es ‘hypomône’: plantar cara, resistir, emprender. La segunda, ‘makrothymía’ suele entender en relación con los demás, como aguantar el mal que nos hacen sin responder con su incremento. La tercera, del lenguaje militar, ‘karteréo’ se refiere a la lucha de la vida. La cuarta, ‘anécho‘ es resistir levantado, no dejarse caer. Independientemente de cómo lo entendamos, la paciencia es una realidad de vida que comparten, misteriosamente, Dios y la persona. Un fruto del Espíritu, habitualmente pasado por alto, en la lista de Gálatas porque molan más otros.
Paciente es Jesús
Sin duda, más allá de las palabras concretas, varias imágenes de las parábolas de Jesús y no digamos de la Pasión, nos recordarán a la paciencia y la resistencia incondicional, por amor. Paciente es el padre del hijo que se fue de casa, como paciente es la mujer que va una y otra vez al juez en busca de justicia. Paciente es el paralítico junto a la piscina, como también Ana y Simeón a las puertas del templo. Paciente es Jesús con sus discípulos que, en ocasiones comprenden y en otras no entienden nada, como paciente se muestra en el huerto de los olivos, con sangre y sudor. Paciente es Pedro respondiendo tres veces al Señor sobre el amor y también lo vivieron los caminantes de Emaús al acoger a un caminante desconocido y ‘movidito’. Paciente resulta que Jesús repita que echen las redes en una situación de desconfianza, y pacientes son también quienes lo hacen sin verlo claro. Paciente… ¡cuántas veces! Paciente hasta 70 veces 7.
Una palabra desconocida y poco valorada, tenida como virtud para débiles, y que cuando ahondamos en ella vemos su enorme potencia y resistencia. ¿Acaso no sabíamos del dolor del mundo, de cómo aflige y agota a tantas personas hasta secarlas interiormente? ¿Acaso pensábamos que nuestra fragilidad era diferente? La resistencia se puede ejercer en numerosos ámbitos, sin duda; pero cristianamente, jamás, respecto al dolor del otro.
Paciencia para no acallar la voz de Dios en nuestro mundo. Paciencia para que no se muestre silencioso e indiferente. Paciencia de este lado, sabiendo que no hay paciencia sin angustia, sin ataque, sin mal. La paciencia no existe sola y por sí misma, como tampoco la resistencia. Pero la paciencia sabe de qué lado está, cuál es su ancla a la que agarrarse en la agitación de todo lo demás.