Francisco de Roma no deja de incomodarnos. En reciente audiencia con el organismo encargado de la Administración Tributaria Italiana declaró: “Es necesario pagar impuestos para que los miembros más débiles de la sociedad no sean aplastados por los poderosos”.
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Y por si tal afirmación no fuera suficiente, la argumentó con razones que tampoco son agradables para nuestro egoísmo. Dice el Papa que, quienes nos negamos a cubrir nuestras obligaciones fiscales, situamos a la propiedad privada como un absoluto y no la subordinamos al estilo de la comunión y el compartir por el bien de todos.
Pagar impuestos, insiste, es un signo de legalidad y justicia, de redistribución de la riqueza: es una contribución al bien común, y una protección para los más pobres. Por ello critica a quienes practican la evasión fiscal, fomentando una ilegalidad generalizada.
Pero no nos gusta entregarle al fisco parte de nuestro patrimonio por dos razones. En primer lugar, por el exagerado apego que tenemos hacia lo propio, y más cuando ha sido adquirido gracias al esfuerzo laboral. Sentimos una suerte de robo en despoblado, a cargo de ladrones que se adueñan de lo ajeno. Por otra parte, dudamos de la buena utilización de lo recaudado. Son tantos los reportes de corrupción, desvío de recursos públicos y enriquecimiento ilegítimo de muchos funcionarios, que despiertan en nosotros la sospecha de ser timados por la golosa burocracia.
Sin embargo, y como lo enfatiza el papa Francisco, estamos obligados los que más recursos tenemos a ayudar a quienes disponen de menos. No podemos encerrarnos en el pequeño universo de nuestras necesidades y placeres, y sí abrirnos a lo que los demás precisan, muchas veces para subsistir.
Podemos, entonces, combatir las razones que justifican el escamoteo recaudador. Con mayor generosidad, pero también vigilando lo que se hace con nuestras contribuciones.
Hay una leyenda urbana en México. Es mejor para las empresas contratar a un contador católico, porque es bueno para encontrar la letra chiquita de las leyes fiscales, y así pagar los menos impuestos posibles, que emplear a un protestante, siempre más respetuoso de los reglamentos, y reacio a regatearle a Hacienda.
Ojalá nos quitemos de la cabeza una tesis: es más inteligente el evasor que el cumplidor.
Pro-vocación
Resulta paradójico. Quizá en el futuro Benedicto XVI, a causa del “problema de redacción” en su respuesta a la investigación sobre pederastia en Munich, no sea canonizado. Él, que fue el primer Papa en tomar medidas radicales contra la pederastia, y que procedió contra Marcial Maciel. En cambio, ya está en los altares Juan Pablo II, quien siempre protegió al fundador de los Legionarios de Cristo. Paradójico.