Un Papa inconformista que representa más evolución que revolución


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Dos historias sobre el papa Francisco en los últimos días han levantado tantos aplausos como críticas, dependiendo del punto de vista que se tenga, pero girando sobre el eje de una percepción realmente cuestionable: testificar que, una vez más, este pontificado inconformista rompe moldes.

La primera historia es del jueves, 19 de octubre, cuando Francisco habló en la conferencia del 25º aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia pidiendo una postura firmemente abolicionista de la pena de muerte en las enseñanzas oficiales católicas. “Hay que afirmar de manera rotunda que la condena a muerte, en cualquier circunstancia, es una medida inhumana”, dijo el Papa. Y continuó: “Se debe afirmar que la pena de muerte es en sí misma contraria al Evangelio porque es la decisión de acabar con una vida humana que siempre es sagrada a los ojos de Dios, quien es su último juez”.

Reconociendo que tal postura marca un paso más allá de las enseñanzas oficiales, Francisco indicó que “no se puede conservar la doctrina sin hacerla progresar”. Y añadió: “¡La Palabra de Dios no puede guardarse con naftalina en un armario como una vieja manta para protegerla de los parásitos! La Palabra de Dios está viva, progresa y crece, y eso es algo que los hombres no pueden parar”.

Con los olvidados del Amazonas

La otra historia surgió el domingo, 15 de octubre, cuando Francisco anunció su intención de convocar un Sínodo Especial de Obispos de la región panamazónica en octubre de 2019, que incluiría los países de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guayana Francesa, Guayana, Perú, Venezuela y Surinam. El objetivo, anunció, es hablar sobre la evangelización en la región, con especial atención a los olvidados –demasiado a menudo– indígenas del Amazonas.

Visto como otro toque de su cosecha, es decir, invirtiendo las prioridades habituales, dando más atención a las periferias que al auto-proclamado “centro”, nótese por ejemplo que no está convocando un sínodo especial para la Europa occidental o para Norteamérica… La reunión se supone que tendrá una impronta fuertemente social, en el que temas como la protección del medioambiente, la distribución equitativa de la tierra, los derechos de los trabajadores o las desigualdades salariales tendrán presencia prominente.

En ambos casos, la primera impresión podría ser que Francisco está siendo simplemente Francisco… llevando al extremo a la Iglesia… paulatinamente hacia la izquierda. Habrá debate –de hecho, ya lo hay– sobre estos temas.

papa Francisco desde el papamovil saluda y ríe a la multitud

Muchos católicos insistirán que la pena de muerte no puede ser calificada como maldad “inherente” cuando muchos papas y santos de la Iglesia no la calificaban así. Además, hay veces en las que es la única opción disponible. Sobre la Amazonía, muchos economistas y analistas te dirán que la respuesta es más desarrollo económico, no menos, y las leyes del trabajo y medioambientales no van a favor del interés de los pobres de la región.

Cualquiera que sea la opinión de uno sobre la visión que tiene el Papa, hay algo: desde el punto de vista de la historia, hay un buen argumento para pensar que sobre la pena de muerte y sobre la Amazonía, Francisco no está rompiendo ninguna tradición, sino que está continuando con ella. Sobre la pena de muerte, podríamos decir que todo el arco del pensamiento papal durante los últimos ciento cincuenta años ha sido conducido hasta este momento.

Sobre esto, no hay nada como visitar el museo de Criminología de Roma, donde en una pequeña habitación en el primer piso, se alzan, en perfecto estado, tres metros de guillotina papal. Desde su introducción en 1816, regalo de Francia a los estados papales, despachaba criminales por orden del papa. (Antes de eso, las ejecuciones papales dependían de la soga y el hacha). La última vez que se utilizó la guillotina fue el 9 de julio de 1870, justo dos meses antes de que los revolucionarios italianos ocuparan Roma.

El cambio en los últimos pontificados

Pero al comienzo del siglo XX, los papas empezaron a cambiar claramente. Cuando se creó el Estado del Vaticano en 1929, su ley fundamental de la era fascista incluía la posibilidad de ejecutar a cualquiera que atentara contra el Papa. Sin embargo, cuando esta ley se actualizó en 1969, el papa Pablo VI quitó esta posibilidad. Además, rogó a los gobiernos en muchas ocasiones que no llevaran a cabo ejecuciones. La atea Unión Soviética de 1971 y la ultra-católica España de 1975 ignoraron sus súplicas.

Juan Pablo II, en su encíclica Evangelium vitae (1995), escribió que las únicas veces que puede ser justificada es “cuando la defensa de la sociedad no sea posible de otro modo” y que “gracias a la organización cada vez más adecuada de la institución penal, estos casos son ya muy raros, por no decir prácticamente inexistentes”.

Cuando el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica apareció, no prohibía la pena capital, pero expresaba una fuerte preferencia hacia los “medios incruentos”. Tales estrategias, dice: “Corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana”.

papa Francisco saluda a un niño en papamóvil Plaza de San Pedro audiencia general miércoles 10

Juan Pablo utilizó un lenguaje más incisivo. Durante su visita a San Luis (EE.UU.) en enero de 1999, dijo que la pena de muerte es “cruel e innecesaria”. La vida humana no puede quitarse, dijo “ni siquiera a alguien que haya hecho un gran mal”. La sociedad puede protegerse “sin quitar definitivamente al reo la posibilidad de redimirse”. Juan Pablo intercedió sin descanso a favor de reos de muerte y el viaje a San Luis tuvo sus resultados positivos y conocidos: el entonces gobernador de Missouri, Mel Carnahan, conmutó la pena de muerte de Darrell Mease, respondiendo a la súplica del Papa.

Al tiempo, el entonces cardenal Joseph Ratzinger, teólogo de cabecera de Juan Pablo II, dijo que el catolicismo estaba siendo testigo de una evolución en la doctrina sobre la pena de muerte. Ya como papa, Benedicto XVI también suplicó clemencia siempre que alguien iba a ser ejecutado y en 2011 aplaudió a la comunidad de Sant’ Egidio por hacer campaña a favor de la abolición global de la pena capital.

Aún así, hay un gran trecho que recorrer desde hablar de que las condiciones bajo las que la pena de muerte puede ser aplicada ya no existen, a hablar de que siempre y en todo lugar es inmoral. Uno podría concluir que Francisco no está rompiendo con sus predecesores, sino llevando su postura a una floración total.

El compromiso de Benedicto XVI con la Amazonía

Sobre la Amazonía, uno podría pensar lo mismo. Cuando estuvo en Brasil en 2007, Benedicto declaró prácticamente que su protección, sus gentes y su biodiversidad, eran una cruzada moral. “La devastación ambiental de la Amazonía y las amenazas a la dignidad humana de sus poblaciones requieren un compromiso mayor en los más diversos ámbitos de acción que la sociedad viene pidiendo”, dijo Benedicto en una jornada con la juventud brasileña.

Estas palabras se añaden a las pronunciadas en 2006 cuando dijo que la belleza y la grandeza de las riberas y bosques de la Amazonía “hablan de Dios y de su grandiosa obra para el beneficio de la humanidad” y representan “un libro abierto cuyas páginas revelan el misterio de la vida”.

La iniciativa de francisco se apoya en el liderazgo de los obispos brasileños: “La Iglesia no está contra el desarrollo, pero se opone al que priva a la población de su futuro. Debemos cultivar el respeto por la naturaleza”, dijo el cardenal Orani Joao Tempesta, de Río de Janeiro, hablando en nombre de la Conferencia Episcopal brasileña en febrero de 2007.

papa Francisco Jueves Santo Misa en la Cena del Señor en la cárcel de Paliano a varios

“El cultivo de la soja está causando el mismo efecto devastador que la profusión de las grandes ganaderías en los años 60 y 80”, dijo el cardenal Odilo Scherer, de Sao Paulo. Y pidió al gobierno que controle de manera estricta la expansión de las granjas “para que las medidas no se tomen después de que el problema esté asentado, después de que el bosque sea talado y quemado”.

Nada de esto nos vale para decir que Francisco tenga razón, ni sobre la pena de muerte ni sobre sus consejos sobre la Amazonía. Nos vale para decir que si no tiene razón, tiene compañía.