En una sociedad tan compleja como la actual, tan necesitada de líderes al servicio de la vida, tan anhelante de espacios incondicionales de amor, protección y principios firmes a los que aferrarse, tan hambrienta de contención y consolación, bien vale revisar la figura de los papás y ver cómo pueden aportar desde su maravillosa presencia. Así, también, tomar conciencia del vacío y consecuencias que deja en todos su ausencia o su distorsión al momento de ejercer esta vocación.
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Y es que ser papá, claramente, no es lo mismo que aportar unos espermios ni proveer lo económico para que un niño/a pueda crecer con un mínimo de seguridad y bienestar. La paternidad es un universo infinito y eterno de posibilidades de crecimiento personal, donde un ser humano tiene la oportunidad de desplegar casi todos sus dones o “músculos”, que no sabía que tenía previamente a esta responsabilidad, y ponerlos al servicio de otro con gratuidad.
Un acto de amor y servicio
Es un acto de amor y servicio que lo desafía y que lo tensiona y que tiene que sacar lo mejor de él si se deja conducir por un paradigma amoroso, absolutamente diferente al que nos envuelve en la actualidad. Para ser un papá feliz y hacer de su(s) hijos(as) las mejores personas, habrá que ser conscientes de que hay que ir contra corriente y, al menos, cuestionarnos algunas formas de relación que están muy instaladas como “normales” y buenas cuando no lo son en verdad y adquirir otras que están en extinción total:
- Hay que ser muy conscientes del modelo consciente o inconsciente que traemos cada miembro de la pareja del propio modelo de papá. Querámoslo o no, ejercen una influencia muy fuerte en el modo de ejercer la paternidad y debemos conversar sobre sus fortalezas y debilidades para aunar criterios en los que estemos de acuerdo. Límites, expresiones de afecto, presencia o ausencias, distribución de tareas de la crianza, por ejemplo, no se pueden dejar al azar, ya que son pan para hoy y hambre para mañana.
- Los hijos/as lo que más necesitan no es lo material. Es obvio, dirán muchos, pero, a la hora de fijar prioridades, bastantes parecen olvidarlo. Lo que los niños/as necesitan es presencia y atención real y concreta en la cotidianeidad. Juegos en la plaza (sin pantallas de ninguno), conversaciones del corazón, “nanai” a las penas; cosquillas, chacotas, cuentos, deporte juntos o cualquier otra acción que les permita estar más que “divertirse” con tanta actividad.
- Desarrollar el lenguaje emocional. Los papás de antes solían carecer de esta herramienta porque les fue vetada; sin embargo, hoy es fundamental. Hay que saber reconocer las propias emociones y las de los hijos/as, y hay que poder hablar de ellas, canalizarlas, contenerlas y ser “un hogar seguro y confiable” donde puedan abrir su mundo interno y recibir orientación y una voz amorosa e incondicional que los quiere cuidar.
- Un papá 3.0 requiere un aprendizaje continuo y una capacitación permanente en su responsabilidad. Los hijos/as van creciendo, el mundo cambia, uno también y permanentemente hay que ir adquiriendo nuevos conocimientos sobre la etapa del desarrollo en que se encuentran, lo que están enfrentando en la tecnología, los amigos que tienen, lo que les interesa, lo que la psicología y lo espiritual arrojan en cada etapa y, sobre todo, estar siempre buscando los modos para mantener la comunicación y el vínculo amoroso con ellos.
- Un papá 3.0 también se debe cuidar. Lo perfecto es enemigo de lo bueno. No todo el tiempo se puede ser padre. También se debe guardar tiempos de pareja, de amigos, de colega, de soledad buscada, tiempos de deporte, de autocuidado que fortalezcan el cuerpo y el alma para los momentos más intensos de la crianza. Juntarse con otros papás siempre será terapéutico, pero es necesario que se den el permiso de abrir el corazón un momento y no solo “compadrear”.
- Mostrar la vulnerabilidad. Hay personas a las que culturalmente les cuesta mostrarla frente al resto, y en especial frente a sus hijos, que tienen miedo, que están enfermos o que requieren apoyo o ayuda de los demás. Uno de los testimonios más bellos de un papá 3.0 será mostrar a sus niños que posee aspectos no resueltos, sombras, temores o dudas, y que en comunidad, con ellos, los puede atravesar mejor. Los papás Supermán son una muy mala imagen para todos porque los hace inalcanzables, lejanos y pueden decepcionar con mucha facilidad al conocerse la realidad.
- Padres afectuosos, amables y tiernos. Más allá del estilo de cada cual, una de las facetas más bellas de la paternidad es la capacidad de expresar amor y cuidar así la vida. La delicadeza, la espera, la paciencia, el buen trato, la sencillez, la acogida, la humildad son huellas que el papá marca en el alma de un hijo/a a perpetuidad. Así, también sucede cuando hace lo contrario, siendo una herida muy difícil de sanar.
Círculo vicioso
Todas estas actitudes y características de un papá distan mucho de la imagen que muchas veces vemos en la actualidad: padres estresados con los logros académicos de sus hijos/as; acogotados por suplir todos sus requerimientos económicos; agobiados con su crianza; desbordados con los límites; exhaustos con sus demandas de cosas y quejas; alejados unos de otros y distanciados por aparatos tecnológicos; papás trabajólicos que no quieren llegar a la casa ni encontrarse con sus hijos; papás que se sienten solos, abusados, explotados… Hijos que no se sienten amados ni vistos ni considerados. Un círculo vicioso que está generando destrucción, insatisfacción y mucha desolación.
Sin embargo, siempre estamos a tiempo de revertir esto si cada uno comienza su pequeña “Re-evolución Amorista” y empieza a hacer cambios en sus modos de vivir y enfrentar la paternidad. Así, muchos más podrán gozar de este vínculo maravilloso de potenciar el crecimiento de dos o más personas a través de un encuentro vitalizador y generador de alegría y entusiasmo. Ser un buen papá hace ser una buena persona y formar buenas personas, y así se genera un círculo virtuoso tan necesario como hermoso.