Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Papel y bolígrafo


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Otra de las cuestiones que sorprenden en Taizé es que ves a los jóvenes con papel y bolígrafo. Los ves escribiendo en la oración, o leyendo algo en la tranquilidad de un banco, o con sus libretas en las reuniones o en las introducciones bíblicas. Escriben y escriben. De hecho, la tienda de Taizé tiene unas bonitas libretas, gran variedad de postales y otros soportes para la escritura. Y si estás un rato en la tienda, ves jóvenes que entran a comprarlos, no se quedan sin vender.



La escritura a mano es más lenta que la informática, es más artística, con ella estableces una conexión más profunda porque es artesanal. El papel, la letra, la pluma, la caligrafía. Todo invita a la reflexión, a la parada, a la lentitud. El tiempo en Taizé no es un tiempo precipitado. Muchas personas se desesperan el primer día, cuando llegan y todo va exageradamente lento. Desde que llegas hasta que te alojas, todo parece estar hecho adrede para tardar. Te acogen, tiene que llegar alguien para hablar contigo o con tu grupo, te explican lo que ya sabes (si no es la primera vez que llegas), tienes que ir a pagar, te dan el alojamiento… Todo con papel y boli, sin ordenadores. Los que te esperan tienen un papel con el listado, te dan el tique de comidas en papel y apuntan en él las fechas en las que vas a estar… Nada de códigos QR, de móviles, de sincronizar números de teléfono. Otra vez lo manual, lo escrito, el papel.

Otro ritmo

Porque nuestro ritmo es siempre más rápido que el ritmo divino, siempre queremos todo con más prisa, siempre queremos que las cosas sucedan una detrás de otra y no parar. Sin embargo, el papel, el escribir, hace que nuestra estancia allí transcurra a otro ritmo. Sin parar, es verdad, pero a otro ritmo diferente, al ritmo de la vida, al ritmo de Dios. Cuando escuchas las campanas entras en la Iglesia y entran los hermanos, parecen no tener prisa, les ves poco a poco, sentándose en sus lugares habituales, apareciendo desde el altar hacia la parte central de la nave. Parece que la entrada no va a acabar nunca, mientras las campanas no dejan de sonar, de anunciarnos que hay un ritmo más pausado en esta vida. Que nuestra existencia puede funcionar perfectamente sin necesidad de correr.

Grupo de jóvenes en Taizé

Y quieres hablar con un hermano y lo apuntan en un papel, y ves a la gente tomando apuntes en la introducción bíblica con sus libretas y sus estilográficas. Todo manual y lento, todo sin prisas, con su horario, pero sin agobios. No soy un fetichista del papel (aunque he de confesar que me gusta leer libros y escribir) pero en Taizé el papel adquiere todo su sentido, el sentido de lo manual, de la lentitud, del ritmo pausado que precisa la escritura, de la belleza de una buena caligrafía que permite comunicarse con los otros gracias a su facilidad para ser leída… Papel, calma, sosiego, ajustar nuestro ritmo a los ritmos de la vida y todo, para abrirnos a la escucha de quien nos ofrece todo lo que tiene para que tengamos en él unas vidas plenas.