-“Hoy no me ha saludado, ¿qué he hecho mal?”
-“Lleva todo el día amable conmigo, ¿qué me irá a pedir?”
Con mayor o menor intensidad, todos sentimos necesidad de encontrar las causas de lo que nos ocurre, tanto si es bueno como si es malo. Nos preguntamos el porqué de las decisiones de otros, pero también de nuestras propias emociones o incluso de los aparentes “frutos” que la vida nos ofrece. Y como nos preguntamos, intentamos respondernos. En psicología se habla de “atribuir sentido” y es un complejo proceso sumamente determinante para nuestro bienestar y nuestra adecuación con la realidad.
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Lo hacemos a diario, casi sin darnos cuenta. Y quizá no somos conscientes de las consecuencias: ¿cómo va a ser lo mismo pensar que si alguien no me saluda es por algo que yo he hecho o porque no me ha visto?, ¿cómo va a ser igual creer que si alguien es amable conmigo es porque quiere sacar algún partido o porque simplemente todos merecemos ser tratados con amabilidad?
Pues bien, creo que algo semejante se da también con respecto a la vida, en general. Podríamos hablar de una atribución de sentido existencial o espiritual: ¿a qué o a quién atribuyo lo bueno que me pasa?, ¿y lo que me hace sufrir o desconcierta?
El 5 de octubre se celebran las llamadas ‘Témporas de acción de gracias’, una antigua tradición que la Iglesia construyó sobre prácticas del Imperio Romano: se celebraba el paso de cada nueva estación cuatro veces al año. En invierno se celebraba que la semilla estaba sembrada, creciendo ocultamente, esperando el momento oportuno de luz, agua y calor para germinar. Y, entonces, celebraban de nuevo ese inicio de floración, después la madurez del fruto y, por último, la cosecha recibida al iniciar el otoño. Hoy las cuatro han quedado reducidas a un único día donde, además de dar gracias por las cosechas, se propone pedir perdón y recibir el soplo alentador de Dios (la bendición) por el trabajo realizado y el que está por venir en el nuevo ciclo vital.
Vivir referidos a Otro
¿Acaso no es una enorme atribución de sentido, una clara declaración de intenciones vital, vivir referidos a Otro?
- Reconocer que lo que recibimos, lo cosechado en todos los ámbitos de la vida, no proviene exclusivamente de mis propias fuerzas si no de un misterioso entretejido cotidiano con tantos que a veces ni siquiera conozco.
- Reconocer que a lo largo del año no siempre acierto, que a veces me equivoco, que a veces incluso deseo mal a alguien, que a veces no soy honesta ni en los medios ni en los fines. Y que me gustaría ser mejor y hacer mejor las cosas.
- Reconocer que nos hace bien la bendición de Dios y de los demás. Nos hace bien que otros, especialmente las personas que nos son más significativas nos bien-digan, nos digan cosas bonitas, nos valoren en lo que somos (más allá de lo que hacemos), nos reconozcan gratuitamente. Eso es bendecir. Y transmitir la fuerza que cada uno seamos capaz de ofrecer al otro para que siga caminando y sienta que no va solo, aunque nadie pueda caminar por él.
Cuando todos vamos retomando la actividad habitual no me parece mala idea dedicar un día (en este lado del mundo o cuando toque en cualquier otro) a pedir perdón para cambiar, a dar gracias para hacernos conscientes de tanto como recibimos y a pedir lo que cada cual necesitemos esperando la bendición. Todo para ayudarnos a dar sentido y explicarnos la vida sin engancharnos en autorreferencialidades miopes.
Ojalá abrir nuestros anhelos y acción de gracias a Dios -si somos creyentes-; ojalá abrirlos también a quienes queremos que formen parte de nuestra vida -si queremos ser humanos-. Para dar sentido.