En estos días es noticia, en España, la desaparición de la filosofía como materia obligatoria en el ciclo de estudio de Secundaria. Los temas serán absorbidos por otros cursos, y el optativo de Religión pasa a no tener ni siquiera posibilidad de calificación.
Y aunque algunos han salido a expresar su desacuerdo, más de uno no piensa que está bien la medida.
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Es que entre los alumnos y egresados es cada vez más común el parecer de no verle utilidad a cursos de filosofía, humanismo y ética. Hace pocas semanas en una conversación en Twitter, alguien decía, potenciar la formación en Excel, en liderazgo, o en principios de contabilidad, en vez de rellenar el currículum con cursos de humanidades.
En esto, las universidades católicas tenemos una cuota de responsabilidad, posiblemente el método y la forma no ha sabido ser la adecuada, en una generación heredera del funcionalismo que ha devenido en una generación de la cultura inmediata, de lo rápido y concreto.
Sin filosofía, ni humanismo no somos, ni pensamos
Pero el asunto es más complejo, sin menoscabo de las áreas descritas, todos los contenidos son necesarios y pertinentes, pero efectivamente la filosofía, la ética y el humanismo aún más.
Para nadie es un secreto que el pensamiento crítico es la única forma de hacer de la diversidad una tarea constante en la realidad social, y no una barrera ideológica que atrinchera y homogeneiza todo y a todos. Sin pensamiento crítico estaríamos condenados a la uniformidad. Todos pensando de la misma forma a merced de una imposición ideológica. ¡Cuán necesario es enseñar a pensar y a repensar!
Sin ética, la anarquía sería la verdadera autoridad de la sociedad, en eso que repetía el millenial, Bart Simpsons: “Yo hago lo que se me antoja”, sin necesidad de ver en qué o cómo se puede afectar al otro. Y vaya que sobran ejemplos de anarquía.
Sin humanismo, el hombre queda reducido al utilitarismo, no es sujeto ni protagonista, sino objeto, por ende queda disminuido al descarte, en términos del papa Francisco. Sin humanismo se descarta a la gente que no produce, que no genera, que no piensa igual. Por tanto, todos pueden ser descartados porque… (agregue aquí cualquier calificativo).
Los problemas humanos lo resuelven los humanos, desde la ética y la filosofía
El problema está, e insisto sin menoscabo de las áreas mencionadas, que con Excel no resolvemos la guerra, o la violencia, o la desigualdad. No podemos hacer una fórmula instantánea para erradicar la pobreza o la migración, la técnica no basta, no es suficiente. Los pobres y los migrantes no son cifras, son personas.
El liderazgo no es un fin en sí mismo, los líderes no son para aplastar a sus equipos, sino para estimularlos a un desarrollo pleno y propio. El liderazgo, ante todo, es una tarea subsidiaria, en el que cada uno debe ser lo que realmente es, para que el otro sea. Un líder sin ética es un dictador, y vaya que hay varios en la actualidad, al menos en América Latina.
La contabilidad no es solo la suma para la utilidad, sino para la distribución equitativa, no para que todos sean iguales y uniformes sino para que todos tengan las mismas condiciones y oportunidades para el desarrollo, es decir, para el bien común.
Por eso, si en algo deberíamos esforzarnos en profundizar en estos cursos, es en darle un sentido real a la enseñanza, en ahondar en lo que el sociólogo francés, Edgar Morin (citado recurrentemente en este espacio), dice sobre la triada humana. Enseñar y formar sobre biología, el orden natural, la cultura, el individuo, la persona, y la convivencia social desde el bien y la fraternidad.
Por Rixio G. Portillo. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey.