Parolin, el rostro de la autoridad en el Vaticano de Francisco


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A finales de este mes, el cardenal italiano Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, partirá a un viaje de cuatro días a Moscú durante el cual se reunirá tanto con el presidente ruso Vladimir Putin como con el patriarca Kirill de Moscú, para atender tanto la agenda geopolítica del Vaticano, como el deseo de estrechar las relaciones con los 225-300 millones de cristianos ortodoxos del mundo.

Para aquellos que saben ver , este viaje es una confirmación adicional de que hoy no hay otra figura en el Vaticano de Francisco en el que deposite más confianza o que sea más poderoso que Parolin, de 62 años de edad, hijo del responsable de una ferretería y de una maestra Primaria de la norteña provincia italiana de Vicenza.

En un primer momento, no se suponía que iba a ser así. Cuando el Papa Francisco fue elegido en marzo de 2013, dentro del Vaticano se hablaba de una reforma radical, comenzando con minimizar la todopoderosa Secretaría de Estado. Tradicionalmente, la división de poderes en Roma se entendía como estructura de cuasi-presidente  y primer ministro, con el Papa como jefe de Estado y el cardenal secretario de Estado como jefe de gobierno.

Sin embargo, si lo analizamos, la diplomacia del Vaticano se había vuelto esclerótica y disfuncional -era la opinión de no pocos cardenales que participaron en ese cónclave-,  y con ello la Secretaría de Estado cargó probablemente con la mayor parte de culpa.

Justo al comenzar, Francisco dio una serie de pasos que parecían indicar un papel reducido para la Secretaría de Estado. Apenas un mes después de su elección, anunció la creación de un Consejo de Cardenales asesores, señalando que las decisiones importantes serían tomadas por los representantes de las iglesias locales de todo el mundo en lugar de los burócratas romanos. Cabe señalar que el secretario de Estado de entonces, el cardenal italiano Tarcisio Bertone, no fue invitado a la fiesta.

Los cardenales Parolin y Bertone conversan en la Sala Clementina, en diciembre de 2015/CNS

Los cardenales Parolin y Bertone conversan en la Sala Clementina, en diciembre de 2015/CNS

Posteriormente, a principios de 2014, el Papa Francisco creó un nuevo departamento de administración y supervisión financiera, la Secretaría de Economía -incluso la elección del nombre parecía calculada para recordar a la antigua secretaría que ya no era nada especial- y albergó en gran parte el “poder” de las cuentas con el cardenal australiano George Pell, visto en ese momento como una figura fuerte que podría enfrentar a cualquier secretario de Estado si llegara a recibir algún envite.

Muchos analistas dijeron entonces que en el nuevo Vaticano de Francisco, la Secretaría de Estado estaba destinada a convertirse en un Ministerio de Relaciones Exteriores, útil para reunirse con otros jefes de Estado y emitir comunicados sobre asuntos diplomáticos, pero con relativamente poco control sobre la administración de los asuntos internos.

Así, cuando en octubre de 2013, Francisco eligió reemplazar a Bertone con Parolin -que había servido como nuncio de Su Santidad en Venezuela después de siete años como subsecretario de Estado para Relaciones con los Estados-, las expectativas no eran muy altas.

Recuerdo haber asistido a la recepción que el Vaticano organizó para los nuevos cardenales en febrero de 2014.  Parolin conseguía el birrete rojo y, viendo a una larga fila de burócratas curiales hacer cola para felicitarlo, un veterano periodista italiano reflexionaba junto a mí en voz alta: “Esos chicos aún no saben que están viviendo en un mundo nuevo”. Tras años han transcurrido desde ese día. Sin embargo, resulta que tal vez aquellos burócratas habían descubierto algo.

El giro del Papa

En abril de 2014, pocos meses después, Francisco nombró a Parolin miembro adicional del Consejo de Cardenales, forzando un cambio de nombre en el argot popular para pasar de llamarlo “C8” a “C9”, señal clara de que los obituarios de la Secretaría de Estado tal vez habían sido un poco prematuros.

Más tarde en ese mismo año, el Papa Francisco también llamó a Parolin para formar parte de la Congregación de los Obispos, dándole un papel clave en la formación de la próxima generación de prelados de todo el mundo.

El secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, en la curia general de los jesuitas en noviembre

El secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, en la curia general de los jesuitas en noviembre de 2016/CNS

En los meses siguientes, Parolin se impondría en una serie de luchas de poder con Pell sobre la orientación general de la reforma financiera, logrando en gran medida el control sobre las decisiones importantes. El resurgimiento de la Secretaría de Estado también pareció confirmarse en septiembre de 2016, cuando Francisco publicó los estatutos de una nueva Secretaría de Comunicación que casi parecía inclinarse hacia atrás para enfatizar el papel de la Secretaría de Estado.

En el artículo 2, por ejemplo, leemos: “En el desempeño de sus funciones, la Secretaría de Comunicación colaborará con otros dicasterios competentes, en particular con la Secretaría de Estado”. En el artículo 5, se lee: “Cada Dirección tendrá su propio Director nombrado ad quinquennium por el Romano Pontífice a propuesta del Prefecto y a través de la Secretaría de Estado”. El artículo 7 dice: “El Prefecto podrá proponer a la Autoridad Superior, por medio de la Secretaría de Estado, la institución de otras entidades o entes vinculados a la Santa Sede…”. En pocas palabras: lea esos estatutos, y no pierda de vista quién está realmente al mando.

El papel que juega ahora

Hoy en día, todo el mundo sabe que si quieres incluir algo en la agenda de Francisco, avivar el fuego de bajo un proyecto o impedir que otro avance, hay alguna vía alternativa para captar la atención del Papa, pero en las estructuras tradicionales, sólo hay un camino, y se lleva a cabo a través de Parolin.

Para ser claros, no es que Parolin sea una especie de titiritero que manipule a Francisco por detrás de una cortina. Francisco es un hombre fiel a sí mismo y no necesita que nadie le dé instrucciones. Sin embargo, cuando Francisco necesita consejo o poner en marcha un proyecto, confía cada vez más en Parolin.

Entonces, ¿por qué se está dando esta nueva concentración de poder? Para empezar, está el hecho fundamental de que Parolin se ha ganado la confianza de Francisco. Es vox populi que Parolin está considerado como el mejor y más brillante diplomático vaticano de su generación, es un hombre íntegro y, además, es simplemente un tipo muy agradable, resulta complicado que no guste a quien tiene enfrente. (Algunos críticos dirán que no corroboran esto cien por cien, pero no menos cierto es que en toda organización siempre hay un par de cabezotas que despuntan ante cualquier circunstancia).

Pietro Parolin saluda a Donald Trump, a su llegada al Vaticano en mayo de 2017/CNS

Pietro Parolin saluda a Donald Trump, a su llegada al Vaticano en mayo de 2017/CNS

Vuelve la diplomacia activa

Más allá de eso, hay probablemente otros tres factores que han contribuido al despegue de Parolin.  En primer lugar, Francisco es un papa política y diplomáticamente activo, que se preocupa profundamente por temas como el proceso de paz en Colombia, el fin de las tensiones de la Guerra Fría entre Estados Unidos y Cuba y la desbordante crisis de Venezuela. Ese es el timonel de Parolin, y es lógico que en un momento dinámico de la diplomacia papal, el perfil de su jefe diplomático también se refuerce.

En segundo lugar, el antiguo rival de Parolin, Pell, se ha visto apartado en su Australia natal por un proceso judicial y ahora se encuentra en su casa durante un período indefinido, luchando contra las denuncias sobre abusos sexuales. La carrera estelar de Pell en el Vaticano ya se había frenado antes de que se conocieran estas acusaciones, pero lamentablemente estos sucesos tampoco le han ayudado.

En tercer lugar, el contrapunto clásico a la Secretaría de Estado ha sido la Congregación para la Doctrina de la Fe, el departamento de vigilancia doctrinal del Vaticano, antes conocida como la Inquisición , o el departamento “supremo” por su determinante papel a la hora de conceder (o detener) la aprobación teológica de casi todo lo que se hace.

En los años de Juan Pablo II, el cardenal Angelo Sodano fue visto como un poderoso secretario de Estado, pero su autoridad siempre fue equilibrada por la enorme influencia del cardenal Joseph Ratzinger, que se convertiría en Benedicto XVI. Hoy en día, sin embargo, la Congregación para la Doctrina de la Fe no desempeña el mismo papel con el Papa Francisco, lo que significa que ya no plantea un serio desafío a la preeminencia de la Secretaría de Estado.

Joven para tal responsabilidad

Al converger todas estas realidades, hoy en día se podría decir que Parolin es realmente el secretario de Estado más poderoso que el Vaticano ha visto quizás desde el cardenal Eugenio Pacelli, que sirvió al papa Pío XI en los años 30 antes de ser elegido como Pío XII. Casualmente, Pacelli es también el único secretario de Estado del siglo XX más joven que Parolin. Pacelli fue nombrado a los 52 y Parolin, a los 58.

Esa historia podría sugerir que Parolin, ahora con 62 años, tendría un futuro por sí mismo como candidato papal, algo que también podría dar que hablar en los próximos años. Lo que no es una especulación  es que en el aquí y en el ahora, cuando se observa a Parolin, esencialmente se mira al rostro de la autoridad en la era del Papa Francisco.

(*) Artículo original publicado en Crux. Traducción de Vida Nueva