… es el título del libro que la Arquidiócesis de Monterrey ha obsequiado a su líder pastoral, el arzobispo don Rogelio Cabrera López, también presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), presidente del Consejo Económico del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y miembro de la Pontificia Comisión para América Latina, con motivo de sus 25 años de ministerio episcopal.
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La expresión alude a la petición que hiciera el papa Francisco, en un ya lejano Jueves Santo del 2013, a los sacerdotes: ser pastores con olor a oveja. La invitación, obvio, no reflejaba el ideal de un pastor carente de higiene, “fachoso” -decimos en México-, con un semblante de acritud y ausente de la realidad. Tampoco el de un presbítero más dado al activismo social que a la misión evangelizadora. Ni, mucho menos, el paradigma de quien abandona la oración calificándola de innecesaria.
Entendimos, entonces, que el Papa nos invitaba a involucrarnos de tal manera con los fieles, con las ovejas, al grado de impregnarnos de su aroma existencial, y al punto de compartir sus gozos y esperanzas, sus penas y alegrías, sus preocupaciones y anhelos.
Adaptando la expresión a los retos que plantea la pastoral de las megaurbes, hoy podemos hablar de un pastor con olor a ciudad. No porque se desprecien las realidades rurales, sino porque la extensión de los grandes conglomerados urbanos va en exponencial ascenso, y se necesita una respuesta a los desafíos que ahí aparecen.
A Don Rogelio le ha quedado clara esta responsabilidad, y en sus 25 años de obispo, y casi nueve como pastor de la Arqudiócesis de Monterrey, ha ofrecido ocho Cartas Pastorales, cuatro Instrucciones Pastorales y tres Cuadernos Pastorales que componen parte de su magisterio episcopal regiomontano, y que dan pie al mencionado libro.
Poblaciones rurales
El arzobispo de Monterrey tiene claro que el pastor de la megaurbe no puede favorecer las diferencias sociales, ni atentar contra el medio ambiente, ni aislarse en su recámara parroquial, ni inmiscuirse en actos de corrupción, ni ser consumista, ni despreciar a las poblaciones rurales.
Más bien, ser pastor con olor a ciudad implicará desarrollar la capacidad de transpirar solidaridad y pluralismo, respetar a las minorías y a los valores democráticos, montarse en la ola de la movilidad y el dinamismo, acercarse a la juventud, atender de manera preferencial a mujeres, obreros, ancianos, niños y migrantes, usar adecuadamente las redes sociales, desarrollar la creatividad y la innovación y, sobre todo, fortalecer una espiritualidad que nos permita descubrir los rostros urbanos de Dios.
Pro-vocación. Pues resulta que la Secretaría General del Sínodo de los Obispos ha lanzado un inusual protocolo para el camino de la próxima Asamblea Sinodal, a celebrarse entre octubre de este año y el mismo mes del 2023. “Por una Iglesia sinodal: comunión participación y misión”, es el título de la reunión, que estará precedida por tres fases: diocesana, continental y universal, y con dos instrumentos de trabajo en vez de uno, como hasta ahora. Bienvenida esta iniciativa.