JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
“El Gobierno autónomo en Valencia (del partido fundado por don Manuel), tras años de despilfarro, no tiene dinero para pagar los conciertos educativos…”.
Ha muerto Manuel Fraga. Dicen que se va con él una parte de la historia de nuestro país. Los especiales informativos tiran de imágenes en blanco y negro, secuencias de una posguerra demasiado larga. Pero no estoy seguro de que esa España que aún olía a alcanfor se haya ido del todo.
La actualidad se recrea estos días en ofrecernos historias que parecen sacadas del NODO, solo que en color y que son pasto inmediato de la fauna de las redes sociales…
Valga por caso el pueblecito extremeño cuyos niños se han quedado sin escuela pública porque Iberdrola (¡qué pocas luces!) les ha cortado la electricidad por impago. En medio telediario (casi el mismo tiempo que tarda en hundir un país una agencia de calificación) han pasado de la pizarra digital a las manoplas para evitar los sabañones. ¿Volverá también la imagen del maestro con bufanda y que se sopla las manos para entrar en calor y poder sostener la tiza?
En Valencia están en un tris. El Gobierno autónomo (del partido fundado por don Manuel), tras años de despilfarro, no tiene dinero para pagar los conciertos educativos. ¡Quién les iba a decir que pasarían de una Educación para la Ciudadanía nada menos que en inglés a sisarles el sueldo a los profesores!
Así pues, como antaño, las congregaciones religiosas echan mano de la providencia y adelantan pagos para sostener la educación de las nuevas generaciones, como cuando el Estado no se sentía en la obligación de velar por esas menudencias, que eran cosas de curas y monjas.
También de fuera nos llegan imágenes en sepia, como las de los más de 60.000 españoles que en 2011 han emprendido el camino de la emigración. Regresan a Alemania, como sea y para lo que sea, y en nuestras misiones allí se reciclan para la nueva pastoral con emigrantes, donde se volverán a desempolvar recuerdos de casa y a compartir viandas del terruño.
Y hay, también estos días, pastorales en donde, ignorando temas que angustian a tantos (como los precedentes), se invita a huir de la fornicación y que recuerdan más a los escenarios y lenguajes de La Colmena de Cela que a los de la Nueva Evangelización. Vivimos un gran déjà vu.
En el nº 2.785 de Vida Nueva.
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