En este último tiempo varias conferencias episcopales de nuestro continente han tenido casi simultáneamente sus respectivas Asambleas Plenarias. Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay y Bolivia han avanzado así en su camino hacia una Evangelización entusiasta y renovada de nuestro pueblos latinoamericanos. Cada uno con sus características propias, los episcopados avanzan en el camino señalado por el documento de Aparecida y las reiteradas invitaciones del papa Francisco.
En Uruguay, los Obispos presentaron el documento No a la discriminación, sí al respeto, en el cual reflexionan sobre la importancia de la no discriminación de las personas por su sexo, raza o religión; y también sobre el derecho que tiene la Iglesia a exponer su visión sobre el hombre y la sociedad sin ser ella misma discriminada por sus afirmaciones.
Los obispos chilenos hicieron un fuerte llamado “a fortalecer la familia, a defender y promover la vida, y a superar la vergonzosa brecha social entre ricos y pobres” y se refirieron también a los escándalos en el ámbito económico que dañan también el prestigio y la valoración de la política.
En Argentina, el episcopado no presentó un documento y su presidente, José María Arancedo, convocó a una conferencia de prensa para presentar la nueva Comisión Ejecutiva. Durante la misma, se refirió a los temas que habían estado tratando los obispos en la Asamblea. Lo que más llamó la atención fue el anuncio sobre la ausencia del Papa en la celebración del Congreso Eucarístico de 2016, que se celebrará en coincidencia con el 200 aniversario de la Declaración de la Independencia. Pero no fue ese el tema central, los obispos reflexionaron sobre la realidad del narcotráfico y de varias cuestiones que hacen a la paz social, resaltando la necesidad de una profunda reconciliación entre los argentinos.
La Conferencia Episcopal Boliviana reflexionó sobre la crisis de las familias, y afirmaron que lo que les preocupa es la incapacidad de relacionamiento entre las parejas y las personas que buscan el camino de la violencia para solucionar los problemas. Alertaron sobre la necesidad de que las estructuras de la Iglesia estén cerca de “tantas personas que sufren en el seno de las parejas inestables y familias desestructuradas”.
Los obispos paraguayos recibieron la visita del Presidente de la república, Horacio Cartes, y de algunos ministros, a quienes les expresaron la preocupación de la Iglesia por la inseguridad y por el retraso en la realización de obras muy importantes en el Alto Paraguay.
Con el pueblo
Es interesante hacer esta breve y rápida recorrida sobre las principales preocupaciones de los pastores de nuestra región. La sola lectura de los temas nos muestra iglesias “en salida”, para usar la expresión acuñada por el papa Francisco. Podemos escuchar pastores preocupados por lo que le ocurre a la gente común, especialmente a los más pobres; pastores atentos especialmente a las dificultades de las familias y de la educación. Los temas tratados no nos muestran Iglesias atrapadas por sus problemas internos sino abiertas a las preocupaciones y dolores de las sociedades de las que forman parte.
Hace ya más de 50 años el Concilio Vaticano II recordaba en su magistral Constitución Pastoral Gaudium et spes que “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”. No nos puede sorprender entonces ver a los obispos ocupados en estos temas, no se trata de una moda impuesta por un Papa como Francisco. Más bien es lo contrario: el largo camino recorrido junto a sus pueblos por la Iglesia latinoamericana es lo que en Francisco tiene ahora visibilidad a nivel mundial.
Quienes pretenden una Iglesia alejada de los problemas reales de las familias y las personas concretas deben estar tan desilusionados como quienes pretenden verla ocupada en opciones ideológicas. Ni espiritualidades vacías, ni ideologías o estrategias políticas, el camino es como el de Jesús, caminar junto a su gente curando, consolando, animando. Y ese desafío no es solo para los pastores sino para cada uno de los cristianos.