Patologías


Compartir

Pepe LorenzoJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“Hay patologías de extrema gravedad, que destruyen el sistema inmunológico a base de prebendas, medias verdades e hipertrofia del sentido de la obediencia”.

Con mucho dolor y, también, mucha vergüenza, están aflorando algunas de las patologías propias de ambientes que han permanecido demasiado tiempo con las ventanas cerradas a la luz y al aire fresco. Es pronto para conocer las dimensiones de la vía de agua que los casos de pederastia han causado en la línea de flotación de la credibilidad de la Iglesia, pero dada la creciente falta de respeto –y aprecio– contra ella, se adivinan muy graves. Y si el estropicio no es mayor, se debe a la reacción de Benedicto XVI y a su política –diríase que a veces contracorriente– de ventilar las estancias.

Hay patologías de extrema gravedad, que destruyen el sistema inmunológico a base de prebendas, medias verdades e hipertrofia del sentido de la obediencia. Nelly Ramírez, exdirectora de una comunidad de consagradas de Regnum Christi, radiografía esta patología en El reino de Marcial Maciel. Su libro no destila resentimiento, sino decepción. Inevitablemente, esta se extiende a quienes, detectando prácticas claramente sectarias en aquella organización, miraron para otro lado. ¿Cómo fue posible tolerar durante tanto tiempo semejantes elementos patógenos?

También patológicas son las razones que llevan a que un pastor que se ha casado con su diócesis, no dude, luego, en maltratarla, actuando con un cuadro clínico más cercano al del déspota que al del esposo, insensible al sufrimiento de sus sacerdotes, de sus religiosos, de sus fieles… ¿Deben también en estos casos –insisto que enfermizos– mirar los pastores vecinos para otro lado? ¿Basta con que comenten en privado, como si fuesen simples vecinos de escalera, los lamentos que les llegan?

Del catálogo de patologías no se salvan los laicos. Aquí, la clericalización es plaga recurrente, con sus síntomas de poco aprecio a la pluralidad y un servilismo desmedido, acompañado de ataques de desproporcionada espiritualidad. Infiltrados en asociaciones, las fagocitan para mutar su ADN fundacional. A veces solo buscan su patrimonio. Ahí tienen a la ACdP, todavía en cuidados intensivos, que lucha por despertar.

En el nº 2.754 de Vida Nueva.