Sabemos que las periferias delimitan un cuerpo. Ese límite puede verse modificado por la acción de un agente externo, o bien siempre pudo haber estado allí sin que nos diéramos cuenta. Al igual que en nuestra reflexión previa, la geometría y la geografía son solo el punto de partida para nuestro interés central, que son las periferias en nuestra conciencia y su capacidad para incluir a otros en nuestra humanidad compartida.
Se trata de abrazar al otro como parte de la humanidad que compartimos. Se dice fácil, pero en la práctica hay todo un repertorio de respuestas posibles que abarcan desde la aceptación positiva incondicional hasta la negación de categoría humana ajena como justificaciones para la esclavitud y el genocidio.
Prácticamente cualquier atributo demográfico del de enfrente puede estar en la periferia. Condición migratoria, raza y género son los más obvios, pero no los únicos. Están el ingreso, la formación académica, la inteligencia, el peso, la estatura, la edad, y muchos más. Dada la diversidad del mundo la idea en que vivimos, el objetivo no es disolver ni regular cada periferia, sino aprender a identificarlas, interactuar y crecer en ellas.
Raza
Acorde a las leyes de Estados Unidos, la esclavitud se abolió hace más de 150 años. Sin embargo, hoy en día el racismo y la discriminación siguen siendo heridas que no acaban de sanar. El problema se hace obvio al hablar de la gente de raza negra, pero afecta a todas las etnias y vicia la dinámica diaria de convivencia.
Tres cuartas partes de personas con ascendente africano o asiático reportan haber sufrido discriminación, mientras que seis de cada diez hispanos mencionan lo mismo. Por su parte, casi la mitad de los blancos señalan que la gente asume que son racistas por el solo hecho de ser blancos. (PRC, 2019).
La dinámica multicultural suele verse cargada de silencios incómodos, palabras tabús y distanciamientos innecesarios. Hay veces que transitar por el diálogo racial se parece más a cruzar un campo minado que a construir un puente, así que muy pocos nos atrevemos a ello, con lo que el problema empeora. Los inmigrantes de primera generación aprendemos lo que significa ser hispano, negro o escandinavo al cruzar la frontera, pues antes éramos simplemente humanos, aspirando al progreso o a la felicidad como todos los demás.
Pero la aspiración a la felicidad es espacio ya acotado. Dentro de una maraña de disposiciones personales, grupales y estructurales que alientan el racismo, en EUA hay quienes se asumen con el derecho exclusivo para definir lo que significa ser (norte)americano, indicándole a cada quien su lugar. Esgrimen sus argumentos con leyes a modo en una mano y versículos de la Biblia en la otra. En muchos casos, no dudan en hacer uso de la fuerza pública, la violencia o la adopción aparente, sin detenerse a considerar si sus planteamientos son razonables o éticos.
El resultado es que la igualdad de oportunidades interraciales deja mucho que desear. El 84% de los afroamericanos declara que la discriminación racial es el principal obstáculo para avanzar en su camino, por encima del acceso a empleos mejor remunerados (76%), la disponibilidad de mejores escuelas (72%), la inestabilidad familiar (42%), la ausencia de roles positivos en sus vidas (31%), o la motivación para trabajar por sus metas (21%). Las hipótesis de familias fragmentadas y falta de ganas para superarse distan mucho de ser las principales causas de las disparidades en desarrollo, al menos en lo que a raza se refiere.
La solución de fondo va mucho más allá de regular para que la diversidad de los grupos internos responda a la diversidad del entorno. Tampoco es suficiente con incorporar y elogiar algunos “miembros trofeo” de la comunidad en el deporte, la cultura o la ciencia, y menos aún es solo quedarnos en superficie, admirando la belleza ajena o su folclore.
Un genuino recorrido a la periferia de la raza implica el esfuerzo físico, anímico e intelectual de acompañamiento al otro en su vida como es. Es un juntocaminar en la realidad de la jornada, con esperanzas y temores, anhelos y angustias, victorias y derrotas. Un recorrido en realidad solidaria con la humanidad, su historia y trayectoria hacia la plenitud (GS, 1).
Acompañarnos
El acompañamiento inicia con una genuina disposición hacia el otro, sin importar sus características demográficas ni mis apegos previos. Primero, me suelto de esas ideas donde me asumo más inteligente, bueno o ecuánime que otros a priori y por el solo hecho de contar con una demografía cualquiera. Por buenas que sean mis intenciones, asumir superioridad moral y asociarla a un mi grupo étnico es la mismísima semilla del racismo.
Juntocamino con los demás porque es lo correcto. No porque decida magnánimamente compartir mi sabiduría, mi riqueza o mi simpatía. No porque sienta lástima por gente que no conozco y por ello me sienta invitado a lavar mi conciencia haciendo algo por ellos. Mucho menos lo hago para compensar faltas que realizo por otro lado, a manera de penitencia. Recorremos el camino juntos porque me reconozco valioso tanto como reconozco el valor de cada quien, porque soy capaz de percibir al otro como un misterio y como obsequio, no en lo general sino como un regalo para mí.
Segundo, aprendo a incorporar prácticas en mis interacciones cotidianas. Comienzo por lo obvio al detener bromas, apodos o insultos, por ingeniosos o inofensivos que me parezcan. Hago consciencia de mi lenguaje y asumo el impacto de mis palabras. Cuando noto sesgos y prejuicios hacia otros, hago esfuerzos específicos para entender y aprender más de los demás. Aprendo a estar dispuesto a influir con respeto, así como a recibir la influencia de los demás. Y en el trabajo sostenido puedo reconocer y alentar a otros como miembros activos, responsables y contribuyentes al bien de todos.
Tercero, el acompañamiento culmina en captar riqueza del otro como regalo. Notar que su trayectoria histórica y vida cultural enriquecen la realidad de todos y la mía propia. Por ejemplo, cuando noté que una comunidad afroamericana entera decidió que su espiritualidad sea guiada por el perdón a la afrenta, la misericordia para quien no puede ayudarse a sí mismo y la unidad en un solo Cuerpo Místico de Amor que abarca a todos. A la luz de sus temores y esperanzas, de su caminar histórico y de su destino espiritual, son sin duda ejemplo e inspiración para todos nosotros.
Es entonces cuando notamos que entramos al camino de la inclusión visualizándonos como los acompañantes, para descubrir al recorrerlo que en realidad somos los acompañados.
Referencia: PRC (2019). Race in America 2019. Pew Research Center.