El periodista que se aproxima a los fenómenos religiosos, y a las personas o instituciones que los expresan, realiza una tarea muy diferente a la del teólogo, el filósofo, el obispo o el catequista. El periodista no pretende llegar a conclusiones definitivas ni hacer un aporte imperecedero a la historia del pensamiento humano; solo está interesado en observar la realidad cotidiana de esas personas e instituciones y reflexionar o informar sobre ellas. El punto de partida del periodista nunca es lo que dijeron personajes como Aristóteles o Moisés, sino aquello concreto que ocurre ante su mirada y que al destacarse por algún motivo se convierte en noticia, en algo significativo para la sociedad.
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Al acercarse el periodista a ese espacio tan profundo y complejo que denominamos “lo religioso”, lo hace desde un punto de vista específico: interesado en la actualidad y en su significado procura alejarse de las valoraciones ideológicas o los juicios de cualquier tipo. Para realizar su tarea busca datos que le permitan comprender mejor e intenta profundizar sin recurrir a principios inmutables y trascendentes sino solo utilizando el sentido común. Procura observar, preguntarse, preguntar y encontrar respuestas, empleando las herramientas conceptuales con las que cuenta cualquier persona.
Esa atención permanente a la realidad cotidiana y esa forma de reflexionar sobre temas religiosos, sin remitirse a abstracciones teológicas o filosóficas, les ha ganado a los periodistas un lugar “de escasa valoración” (para decirlo con alguna elegancia) entre quienes integran las instituciones religiosas. Esa obsesión por la actualidad es poco apreciada y hasta mirada con desconsideración en algunos ambientes eclesiásticos. La cuestión puede plantearse de otra forma: para muchos miembros de una institución con tantos años de historia y consagrada a las “verdades eternas”, alguien dedicado a “la actualidad” se ocupa de cosas poco importantes, intrascendentes. Para quienes acostumbran a frecuentar las reflexiones de San Agustín o Tomás de Aquino, lo que dice un periodista resulta en principio irrelevante y sin interés.
Francisco y la actualidad
Parece interesante relacionar estos prejuicios sobre la actualidad y quienes se ocupan de ella con algunas afirmaciones del papa Francisco. Hace algunos años, en su visita a Brasil, mientras hablaba en Río de Janeiro a los obispos latinoamericanos, Bergoglio se refirió a la actualidad, al “hoy”, de esta manera: “Dios es real y se manifiesta en el “hoy” (…) El “hoy” es lo más parecido a la eternidad; más aún: el “hoy” es chispa de eternidad. En el “hoy” se juega la vida eterna”.
Desde este punto de vista la tarea de quien ocupa su tiempo en observar la actualidad adquiere una relevancia insospechada. Las palabras del papa permiten recordar aquellas pronunciadas por el Maestro de Galilea cuando dice que “el Reino está cerca”. Ese “está cerca” no se refiere solo al tiempo sino al espacio. El Reino se encuentra si se mira bien lo que está a la vista, el hoy, la actualidad.
Avanzando sobre el mismo tema, en un videomensaje dirigido a un encuentro de teólogos celebrado en Buenos Aires, el Papa dice: “no se es cristiano de la misma manera en la Argentina de hoy que en la Argentina de hace 100 años. No se es cristiano de la misma manera en la India, en Canadá, o en Roma. Por lo que una de las principales tareas del teólogo es discernir, reflexionar: ¿qué significa ser cristiano hoy, ‘en el aquí y ahora’” (Videomensaje 3/9/15). Francisco indica a los teólogos que para realizar su tarea deben ubicarse en un tiempo y un espacio, pero las palabras del papa pueden escucharse como destinadas a un público más amplio; destinadas a los pastores, los catequistas o a cualquiera que pretenda llamarse “cristiano”.
Cuando el periodista está atento al “hoy” de la vida, no se está distrayendo en lo anecdótico o superficial sino que está ofreciendo a todos (también a los pastores y a los teólogos) ese “tesoro escondido” en nuestro tiempo y nuestra realidad, esa “perla de gran valor” que en los evangelios se llama “el Reino” (Mt 13, 45).
Si se pretende hacer lo que hacían los profetas y seguir los pasos de Jesús, además de ir a buscar al pasado frases o imágenes que iluminen la actualidad, es conveniente mirar de frente la realidad y dejarse interpelar por ella. Estamos llamados profundizar en el “hoy” para encontrar allí las huellas de la presencia de ese Dios del que nos habla Jesús: un Dios que se manifiesta en todos los acontecimientos de la historia humana.