Personas educadas


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Suele ocurrir que algunos expertos discutan hasta el hartazgo, sobre cuestiones que cualquier persona con sentido común conoce sin la necesidad de ningún estudio. Uno de esos temas de discusión interminable es la amplísima cuestión que se engloba bajo el título “la educación”. En todas las sociedades “la educación” es motivo de debate. También es habitual que en cualquier debate, presuntamente serio, se termine repitiendo lo que ya es una frase hecha, un lugar común: el problema es la educación.

Sin embargo es fácil distinguir una persona educada de aquella que no lo es. La buena educación está relacionada con la capacidad que tienen las personas para comunicarse y para establecer vínculos sólidos y agradables con quienes interactúan. Una persona “bien educada” es una persona capaz de relacionarse con su entorno respetándolo y haciéndose respetar. Las pruebas PISA o las reformas educativas de los Estados aportan muy poco en esa dirección.

Está claro que además son necesarios conocimientos específicos, saber matemáticas, literatura, historia, idiomas y todo lo que se quiera agregar a esta lista; pero también es obvio que, sin la capacidad de relacionarse con los demás, es bastante poco lo que se puede hacer con todos esos contenidos. Lo más urgente y necesario es que las personas conozcan sus derechos y los de los demás, y sepan respetarlos y hacerlos respetar. Educar es en primer lugar enseñar a convivir.

¿Es conformarse con muy poco pedir lo que dice el Papa cuando afirma que hay que saber dar las gracias, pedir permiso o perdón? Sí, si lo que estamos formando son personas que sean buenos consumidores y buenos productores, esas “virtudes” son irrelevantes. Pero si lo que queremos es formar personas capaces de convivir, de ser felices y de amar, entonces es hora de volver a lo que sabe cualquier abuelo que observa a sus nietos y perder menos tiempo en discusiones que no llevan a ningún puerto.

¿Cuál es el presupuesto educativo necesario para que niños y jóvenes aprendan a respetarse y a respetar? La expresión “presupuesto educativo” nos hace pensar inconscientemente en “el dinero que hace falta”, pero tomémosla literalmente: qué se debe presuponer, qué es lo que debe haber antes. Entonces el presupuesto educativo es que padres, responsables y docentes sepan respetarse y respetar. Ese es el presupuesto. Una sociedad en la que los adultos se insultan a diario en presencia de los niños, ya sea a través de los medios de comunicación o directamente ante ellos, puede destinar al rubro “educación” todo el dinero que quiera que nunca logrará su objetivo.

Es evidente que los “buenos modales” son insuficientes, pero es un grave error despreciarlos. El cuidado por las formas que implican respeto y valoración del otro debe ir acompañado de sentimientos auténticos y es necesario enseñar esas formas precisamente para que se puedan expresar los sentimientos. Cada época y cada sociedad tiene distintas maneras de expresar el respeto y la valoración del otro, pero en ninguna época ni sociedad el insulto y el desprecio han sido la forma de manifestar valoración del prójimo. Al contrario, han sido siempre el primer paso que abre las puertas a nuevas y peores violencias.

El “problema de la educación” es más fácil y más difícil de lo que parece. Más fácil, porque no es cuestión de grandes fortunas destinadas a este tema; más difícil, porque solo hay que comenzar a educar cada uno, en el lugar que le corresponde, en este momento, ahora. Siempre hay alguien cerca que espera ser tratado como una persona. El otro se lo merece y uno mismo también.