Poco gentiles


Compartir

Pepe LorenzoJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“El Atrio de los Gentiles ha de seguir, y seguirá, su camino. Es verdad que no es la iniciativa de este Papa que más análisis y parabienes ha cosechado […]. Incluso el camauro con el que un día nos sorprendió Benedicto XVI cosechó más entusiasmos por parte de estos que la iniciativa que ha puesto en marcha el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura.”

París acaba de acoger uno de los grandes empeños del pontificado de Benedicto XVI, el Atrio de los Gentiles, esa plasmación práctica de la intuición de otros papas que, antes que él, vieron una urgente necesidad para la Iglesia acercarse al mundo y hablarle.

Sin embargo, a decir verdad, esos dos días en los que la Iglesia, en marcos como los de La Sorbona o la sede de la UNESCO, decidió bajar la guardia para ponerse a tiro de la razón han pasado sin pena ni gloria. Diríase que son muchos los que prefieren una Iglesia en posición de combate, pertrechada de seguridades, inmisericorde ante la duda o, peor, ante la indiferencia del hombre y la mujer contemporánea.

En todo caso, no debemos ser pesimistas. El Atrio de los Gentiles ha de seguir, y seguirá, su camino. Es verdad que no es la iniciativa de este Papa que más análisis y parabienes ha cosechado. La legión de apologetas que ha brotado en estos tiempos como setas anda aún enganchada en la defensa del acercamiento a los lefebvristas y relamiéndose ante la misa en latín.

Incluso el camauro con el que un día nos sorprendió Benedicto XVI cosechó más entusiasmos por parte de estos que la iniciativa que ha puesto en marcha el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura. Salvo que sea el propio Ravasi el que no concite los agrados de estos grupos ni, tampoco, de algunos nuevos movimientos que, con sus propios cardenales de cabecera, trabajan por labrarse, en exclusiva, la imagen de ser ellos la verdadera Iglesia dialogante.

La de Ravasi es una figura emergente dentro de la Curia vaticana y algunos temen que quien incluso ha sonado para ocupar la sede de Milán, pueda parecerse demasiado al viejo cardenal Martini, y tiemblan directamente ante la posibilidad de que su figura gane enteros como posible sucesor de Joseph Ratzinger. Así, pues, piensan que es mejor no darle bola a uno que no tiene miedo a hablar de tú a tú con el mundo, y que, además, no intenta convertirlo. Aunque, quizá, ese sea el mejor modo para lograrlo.

En el nº 2.749 de Vida Nueva

INFORMACIÓN RELACIONADA