PREGUNTA.- A propósito del patrimonio financiero de los institutos religiosos, ¿están las sociedades de inversión en condiciones de asegurar que este patrimonio no está invertido en activos que soportan actividades contrarias a sus creencias o valores? ¿Siguen las entidades de Iglesia criterios de inversión basados en aspectos éticos, solidarios y sostenibles?
RESPONDE Eduardo Presa Amaro, abogado y economista de Alter Consultores Legales.- Desde principios del siglo XXI se ha visto un significativo crecimiento de los fondos de inversión que invierten en empresas socialmente responsables (FISR), esto es, de fondos que invierten integrando los criterios ambientales, sociales y de gobernanza en el proceso de estudio, análisis y selección de una cartera de inversión.
En el mundo de las finanzas, al igual que sucede en otros ámbitos de la vida, surgen nuevos usos, modos o costumbres a la hora de seleccionar activos objeto de inversión. Y desde hace años, en el seno de los institutos religiosos, a la hora de tomar decisiones en materia de inversiones financieras, se presta cada vez más atención a la inversión ética o socialmente responsable.
El dinero ahorrado y capitalizado supone para muchos institutos religiosos una de sus principales reservas, junto con el patrimonio inmobiliario.
Teniendo en cuenta que los mercados financieros son cada vez más complejos, resulta casi imposible controlar el destino final de nuestras inversiones, y esto es algo que preocupa al inversor que es responsable y que no se conduce por los mercados buscando únicamente la maximización de la rentabilidad.
El concepto de inversión ética no es único y se entiende de diferentes maneras, pudiéndose hablar de inversión solidaria como aquella que reparte beneficios entre propiedad y proyectos sociales; inversión sostenible, que únicamente tiene en cuenta inversiones de entidades calificadas como “socialmente responsables”; también se califica de inversión ética aquella que está centrada en las microfinanzas; y finalmente la inversión ética, que excluye del campo de inversión aquellas actividades no éticas (como la explotación infantil, el tabaco, las energías contaminantes, la pornografía, etc.).
Por lo tanto, el universo inversor dentro de las inversiones éticas o socialmente responsables es amplio y variado y está plagado de iniciativas con buenas intenciones que promueven una sociedad más justa, a través de la incorporación de criterios ambientales, sociales y de gobernanza en el proceso de estudio, análisis y selección de valores de una cartera de inversión, aspecto del que nos debemos congratular.
De acuerdo con los datos ofrecidos por el Foro Español de Inversión Socialmente Responsable (Spainsif) en su estudio ‘La Inversión Socialmente Responsable en España 2016’, el volumen de activos gestionados con criterios socialmente responsables se ha multiplicado por más de cinco en los últimos seis años y la tendencia es positiva.
Sin embargo, estos activos siguen generando cierta desconfianza y miedo al pequeño ahorrador o inversor privado, no solo por su rentabilidad, sino por la veracidad de su compromiso socialmente responsable. Basta recordar, por ejemplo, que el Grupo Volkswagen lideraba un proyecto socialmente responsable, al mismo tiempo que falseaba los límites de emisión de sus vehículos.
Se hacen necesarios, pues, controles, auditorias y exámenes que mejoren la calidad de este tipo de activo financiero y por ende la confianza del inversor, ya que, lamentablemente, sigue existiendo mucho marketing alrededor del mismo. En este sector no se trata de parecer, sino de ser, pues como dice el refrán: “No son todos ruiseñores los que cantan entre las flores”.
La cifra
2,2 billones de euros es el volumen de Fondos de Inversión Socialmente Responsables (FISR) gestionados en España.
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