El rapero
Kanye West tiene 41 años y es uno de los raperos más conocidos y millonarios del planeta. Natural de Chicago, desde 1996 no solo se ha dedicado a la música hip-hop sino que también es actor y diseñador, además de implicarse en todas las partes del proceso creativo musical.
Además de todos sus éxitos profesionales, desde 2014 está casado con una famosa estadounidense, Kim Kardashian. Su boda en un castillo florentino fue todo un acontecimiento. Ambos eran amigos desde hace tiempo y desde que son matrimonio la orientación de los temas de las canciones de West ha ido cambiando. Además, el rapero ha ido mostrando determinada sensibilidad espiritual. Por ejemplo, a la primera hija de la pareja, que se llama North, la bautizaron en una significativa iglesia de la comunidad armenia –ortodoxos– en Jerusalén, puesto que Robert Kardashian –padre de Kim– era natural de Armenia.
Pero no se queda ahí la cosa. Este año, West más que conciertos ofrece cada domingo servicios religiosos en los que ya se conoce como la ‘Iglesia Kanye West’. En los últimos meses, cada domingo, en Los Ángeles muchos famosos y seguidores del rapero –su familia no falta en los primeros bancos– acuden a estas reuniones que empezaron siendo para su entorno y que se presentaron al público en el conocido festival de Coachella. Además su sudaderas con cierta forma de túnica (300 euros) y sus pantalones multibolsillos en colores pastel se han comercializado desde el primer momento. Los calcetines del rapero se venden a 50 euros.
Las redes sociales y este acto público en Coachella con motivo de la Pascua han permitido desvelar la ‘doctrina’ de esta comunidad rapera, ya que las celebraciones dominicales en Los Ángeles están destinadas solo para unos elegidos, la localización cambia cada semana y los asistentes firman un contrato de confidencialidad. El rapero cumple su sueño de ser el mesías del pop haciendo llegar el mensaje de Jesús a través del arte y del amor entre las personas. Una fuente cercana señalaba hace unas semanas en la revista People que West “cree en los poderes curativos de la música, pero también cree que Dios puede intervenir y sanar el quebrantamiento de la gente y sus problemas”.
El rapero, de hecho, se hizo pasar por Jesús en la portada de Rolling Stones y tiene temas abiertamente relacionados con la cuestión, como ‘Yo soy un Dios’ o ‘Jesús camina’. Pero su mujer evita las etiquetas: “No hay oración, no hay sermones, no hay palabras, solo música y solo un sentimiento, y es cristiano”. De hecho, Kim Kardashian sabe de lo que habla, ya que se educó en un colegio católico.
El mesianismo
Ciertamente el caso del rapero West no es único ni exclusivo. Una paseo por el mismo Hollywood nos llevará a encontrarnos con otros pseudomesías que han encontrado en la música un vehículo de conquista de la trascendencia y de ruptura de los límites espacio temporales. Buscadores de esperanza que parecen haber descubierto la salvación más allá del escepticismo de las expectativas incumplidas o los deseos irrealizables que el mundo nos devuelve a cada paso.
La cultura actual nos ofrece el escenario idóneo para que triunfen de nuevo relatos apocalípticos y milenaristas que conviven con una frialdad racional frustrada que ha dejado insatisfechas muchas ganas de creer y conocer. Lo relativo, el vivir al día, la incertidumbre, la crisis institucional, la fragmentación, la polarización… hacen posible que surjan y crezcan iniciativas no aparentemente tan inocentes como la de Kanye West.
Hay quien vuelve a ver las plagas apocalípticas en Star Wars, en Juego de Tronos o en los cultos del rapero estadounidense. Por eso es necesaria la autocrítica, no hay más que contemplar el lamento por la división entre el patriarca Neofit de Bulgaria y el papa Francisco. Con razón, el Pontífice se muestra dispuesto a sanar heridas, pero no con el hip hop, sino con el perdón y la luz de la Pascua.