El papa Francisco ha terminado su vigésimo segundo viaje del pontificado, que le ha llevado por Chile y Perú. Una visita que dice mucho de la luna de miel que disfrutaba con la prensa hasta ahora, porque ha sido realmente el primer viaje en el que los expertos y comentaristas han tenido un debate significativo acerca de si ha sido un éxito o un fracaso. También puede decir mucho de la sabiduría de Jesús cuando dijo: “Un profeta solo es despreciado en su tierra, entre sus parientes y en su casa”. Y es que, posiblemente, el primer fracaso de Francisco sea en Sudamérica.
En el viaje papal, la controversia fue centrada sobre la respuesta del Papa a los escándalos de abusos sexuales por parte del clero católico y, en concreto, sobre su manejo del caso del obispo chileno Juan Barros, acusado de encubrir los abusos de un sacerdote. En resumen, Francisco pidió perdón a las víctimas por los males que han sufrido; también reiteró su compromiso con la política de “tolerancia cero”. Y se vio en privado con víctimas para escuchar sus historias y compartir su dolor. Al mismo tiempo, no cedió ni un milímetro en el caso del obispo.
Mucha presión se ha ejercido sobre Francisco para destituir a Barros desde que lo nombrara obispo de una pequeña diócesis del sur de Chile –Osorno– en 2015, pero él dejo muy claro que eso no iba a ocurrir. En un momento dado, el Papa calificó las acusaciones como “calumnia” y dejó bien claro que está convencido de que Barros es inocente. El pontífice, más tarde, se disculpó por las palabras utilizadas, especialmente por parecer que sugería que las víctimas deben tener “pruebas” antes de dar un paso adelante, reconociendo que podría desanimar a muchas a hacerlo. No obstante, no se desdijo de su férrea defensa de Barros.
Tolerancia cero
La idea del Papa puede verse bien como un valiente rechazo para aplacar una mentalidad de linchamiento o bien como prueba de que la Iglesia sigue luchando para equilibrar la retórica de la “tolerancia cero” con la realidad. Pero no se puede negar que ha sido una salida de tono. Todo ello, en un escenario en el que ya se había difundido una ira pública con la iglesia en Chile, en gran parte debido a los escándalos de abusos.
El resultado han sido las reacciones más violentas a un viaje papal en la era moderna: once iglesias fueron atacadas, una de ellas con una amenaza directa al Papa de que la próxima bomba sería “en tu sotana”. En Santiago, las protestas anti-papales tuvieron que ser dispersadas con gases lacrimógenos por la policía. Aunque siempre se piensa que el primer papa latinoamericano de la historia tendría una ventaja en su tierra, ya nos habremos dado cuenta de que no es así, por poca atención que hayamos prestado.
En una encuesta realizada por el Latinbarómetro antes del viaje, se descubrió que Chile era el país de Sudamérica con la menor aprobación al Papa, el 53%. Ahora, Dios sabe cuánto. Será triste consuelo para Francisco que, por mediocres que sus números puedan ser, son mucho mejores que para la Iglesia en general, con solo un 36% que la aprueba. El porcentaje de aprobado al Papa en Sudamérica es del 68%… todavía alto, por supuesto, pero por debajo de las cifras en otras partes del mundo.
Cuatro puntos a tener en cuenta
- Cuando Francisco va a cualquier sitio, sus discursos son social y políticamente duros, pero siempre expresados en términos de unos amplios principios que no se posicionan, en ese contexto, a favor de unos u otros. Esto no es verdad siempre, sus comentarios sobre el candidato Donald Trump en su viaje a México en febrero de 2015, les sonó a muchos americanos como muy parciales, pero esto fue más la excepción que la regla. Por otra parte, cuando habla en Sudamérica, es más directo y concreto, desde lo que los críticos vieron en su momento como su “silencio” hacia la junta militar argentina, hasta lo que los críticos ven como su apoyo al movimiento bolivariano por todo el continente. También es verdad que incluso cuando no quiere ser parcial, la prensa sudamericana lo interpreta como tal. Es normal, por tanto, que Francisco, ahí, se vea envuelto en el tira y afloja de la parcialidad, lo que le hará menos querido universalmente.
- No soy un experto en Sudamérica ni mucho menos, pero incluso yo sé esto: Argentina y los argentinos a menudo provocan suspicacias por parte de otros países en la zona porque los ven, de manera estereotipada, como aislados y propensos a cierto complejo de superioridad. Este sentimiento es muy fuerte en Chile, ya que comparte con su vecino del este la tercera frontera más larga del mundo. Por tanto, la idea de que un Papa argentino iba a pasar por Chile sin ni siquiera llevarse un coscorrón, era un poco ‘naif’. En ese contexto, la noticia no es los pequeños porcentajes que desprecian a Francisco, sino cuántos chilenos le apoyaron.
- De alguna manera, las salidas a Chile y Perú han sido el cuento de dos viajes. Sí, hubo cierta contracorriente en la gente y en los medios en Chile, pero escasamente en Perú, donde el ambiente fue mucho más cordial y tranquilo.
- Incluso en Chile, Francisco acentuaba lo positivo. Durante el vuelo de vuelta, en la rueda de prensa, estaba satisfecho de cómo habían ido las cosas. “Había tanta gente en las calles”, dijo refiriéndose a la multitud que le recibió. “Y no les habían pagado o les habían llevado en autobuses. La presencia afectuosa de los chilenos era muy fuerte”, explicó.
Entre los aciertos y los fracasos
Dicho todo esto, la realidad innegable es que el viaje más escabroso por ahora ha sido a Sudamérica, y las cifras más bajas de aprobación son en Sudamérica. ¿Qué pensaríamos de esto? Pues quizá nada más que un papado, como la mayoría de las cosas en la vida, es siempre un cúmulo de aciertos y fracasos, y alcanzar un juicio equilibrado requiere considerarlos todos. Cosa harto difícil hoy en día, cuando la gente está exaltada y la opinión tiende a polarizarse.
Precisamente porque lo conocen bien, muchos sudamericanos exhiben un entusiasmo salvaje y un profundo amor por su acercamiento pastoral y misericordioso, como un reflejo de su propia experiencia. Otros, sin embargo, son conscientes cuándo tira la toalla, o los potenciales defectos que puede tener su estilo, pues están menos dispuestos a darle una oportunidad porque esperan más de él.