Las declaraciones
Después de cierto intercambio literario en torno a dónde estaban escondidos los intelectuales cristianos en España, han resonado estos días otras historias de conversión más coloristas. Llamaba la atención en el digital Voz Pópuli que la cantante pop Violeta o la periodista María Palmero han encontrado en la religión una válvula de escape al vacío de la determinados valores ampliamente extendidos en la sociedad.
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Comentaba también el articulista Víctor Lenore una entrevista a la escritora trans Elizabeth Duval a la revista Vida Nueva recogidas en esta web en la que destaca, al hilo de la publicación de la encíclica ‘Fratelli tutti’ “la exigencia de un Estado presente y activo orientado por el interés y el bien común; la solidaridad y fraternidad universal que nos une al otro como fundamento de la justicia social”, algo que para el autor del artículo cuadra muy bien con su formación marxista. Tras comentar otros ejemplos de vuelta de lo mistérico en el panorama audiovisual o literario una frase de Duval cierra el artículo: “España es más católica que española”.
La afirmación no pasaría el filtro de los verificadores más implantados. “¿España, menos católica que nunca? Según el CIS sí”, titulaban en Maldita.es el pasado mes de julio. La explicación es sencilla: “según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de junio de 2020, el 61% de la población se considera católica, practicante o no practicante”. Y recurriendo a la evolución histórica, la “población católica ha ido disminuyendo desde 1978, la primera fecha en la que el CIS hizo esta pregunta. Hace 42 años la población católica era del 90,5%, es decir, 29,5 puntos porcentuales más que ahora”. Una respuesta que se disparaba entre los jóvenes y necesitaba la precisión de la forma de medir determinados valores debido a los últimos cambios metodológicos del CIS de Tezanos, precisaban desde el verificador. Que, añade al final de su presentación: “En ‘Maldita.es’ hemos comprobado si fechas como la celebración de las Jornadas Mundiales de la Juventud en Madrid de 2011 o el cambio de Papa han causado un repunte en el número de católicos, pero el CIS no recoge que fuera así”.
La vacunada
Las vacunas del coronavirus llevan ya más de una semana distribuyéndose por toda Europa. Por acuerdo de los países comunitarios se comenzó la vacunación con un primer lote reducido el 27 de diciembre y, a partir de ahí, problemas logísticos incluidos poco a poco cada uno de los países va implantando su estrategia de vacunación. En el caso español, tras una pegativa poco discreta que empeñó la neutralidad de un simple envío, el lugar elegido para la primera inmunización fue una residencia de mayores de Guadalajara y Araceli, la mayor de sus residentes, la primera elegida. Entre sus primeras reacciones espontáneas ante las cámaras una señal de la cruz y un “gracias a Dios” ratificado por la enfermera, Carmen Carboné, que administraba el fármaco. En ciertos ámbitos parecía abrirse la caja de los truenos de la nueva normalidad. “Tengo fe en la ciencia. La vacuna es una bendición”, parecía enmendar este domingo en el suplemento Crónica del diario El Mundo.
Describía la periodista de El Confidencial Ángeles Caballero en su muro en la web de La Sexta así la llegada de Araceli: “Se santigua, un gesto que solo puede chirriar a los cretinos y a los sectarios. Luego, cuando decida dar gracias a Dios por lo que acaba de ocurrir, vendrán los faltos de cariño en las redes sociales a recordarle que el Altísimo no ha hecho nada por ella, sino la ciencia. No sé si saldremos mejores, pero desde luego no más listos. Tampoco más empáticos”.
Centrándose en la misa cuestión, hace unos días terminaba diciendo en su programa de radio ‘El Espejo’ (Cadena Cope) José Luis Restán a propósito del espontáneo “gracias a Dios” de Araceli: “¡La que se ha montado porque esta recia mujer castellana ha expresado con sencillez su gratitud a Dios por recibir la vacuna… y por su vida entera! Los amargos maestros ciruela del laicismo intolerante han regañado a Araceli, porque no debería dar gracias a Dios sino a los miles de científicos que han trabajado sin descanso para obtener las vacunas”. Y añadía poco después: “Ella, en su sencillez, no se olvida de los médicos ni de los científicos, pero está cierta de que Uno más grande nos ha dado la razón y la libertad, nos ha comunicado el amor y ha puesto en nuestro corazón un deseo de justicia y de felicidad que no se sacia con nada de este mundo. Y por eso da gracias a Dios, como han hecho, por cierto, tantos y tantos científicos (de los más grandes) a lo largo de la historia”.
Parece que preguntas así son difíciles de responder dejando de lado las ideologías. ¿Traerá el nuevo año algo menos de tensión y algo más de entendimiento y respeto mutuo?