Discriminadas, silenciadas, invisibilizadas: esa ha sido la condición de las mujeres en el cristianismo. Pero no siempre fue así y es de esperar que no siga siendo así. ¿Por qué fueron excluidas de la organización jerárquica de la Iglesia católica?
Las mujeres pudieron ejercer funciones de liderazgo y llevar la palabra en las primeras comunidades porque se reunían en las casas. Pero cuando el cristianismo se institucionalizó y pasó de las comunidades domésticas a los espacios públicos de la religión oficial, las mujeres quedaron silenciadas y marginadas de su organización.
Y cuando sus dirigentes se convirtieron en sacerdotes, se confirmó la exclusión de las mujeres, pues implicaba prohibiciones relacionadas con la pureza cultual y consiguientemente su acceso a espacios y objetos sagrados.Además, la Iglesia asumió el modelo de la sociedad civil, que era jerárquica, en la que las mujeres –también los laicos– quedaron subordinadas a los hombres de Iglesia.
“Nunca más se ordenará a mujeres diaconisas debido a la debilidad de su sexo”, estableció el concilio de Orange (533).
Así era, además, como en el contexto de la sociedad patriarcal, matriz cultural del cristianismo, las mujeres eran vistas. Inferiores, débiles, carentes de juicio, reducidas al ámbito doméstico, obligadas a guardar silencio en el espacio público. Incluso se consideraban peligrosas. Aristóteles opinaba que la mujer “tiene alma pero no en plenitud como el varón” y el decreto de Graciano –recopilación de leyes eclesiásticas del siglo XII– consignó: “La imagen de Dios está en el varón, (…) que ha recibido de Dios el poder de gobernar la mujer no está hecha a imagen de Dios”.
Pero el mundo ha cambiado. Desde el siglo pasado las mujeres salieron de su encierro y reclaman –reclamamos– el lugar que la historia les había negado. También en la organización jerárquica de la Iglesia católica. Pero a pesar de los cambios ocurridos en los últimos cincuenta años, en la Iglesia se mantiene su exclusión.
Pablo VI argumentó “razones verdaderamente fundamentales” por las cuales “no es admisible ordenar mujeres para el sacerdocio” y precisó que la Iglesia, “por fidelidad al ejemplo de su Señor, no se considera autorizada a admitir a las mujeres a la ordenación sacerdotal”. Y Juan Pablo II afirmó una vez más, que la Iglesia no tiene autoridad para ordenar a las mujeres, por cuanto “la ordenación sacerdotal (…) desde el principio ha sido reservada siempre en la Iglesia Católica exclusivamente a los hombres”.
¿Cuál será el capítulo que escriba Francisco? Es de esperar que el comité que convocó para estudiar el diaconado de mujeres en los primeros tiempos de la iglesia va a poder mostrar que no existía organización jerárquica ni figuras sacerdotales y sus palabras no habían sido silenciadas.
Aunque es de suponer que el asunto tropezará con funcionarios vaticanos, que se esgrimirán argumentos para convencernos a las mujeres de que como estamos, estamos bien, y que correrá mucha agua bajo los puentes antes de que ocurra algún cambio. Pero el primer paso está dado y se vislumbran nuevos caminos para la participación activa de las mujeres en la vida y misión de la Iglesia.
¿Qué opina el papa Francisco acerca de las mujeres en la organización jerárquica de la Iglesia? No estaba en su agenda la ordenación de mujeres y fue enfático al responder a la pregunta que le hizo un periodista en el avión en que regresaba de Brasil en julio de 2013: “La Iglesia ha hablado y dice no. Esa puerta está cerrada”.
Sin embargo ha tomado en serio la solicitud de la Unión Internacional de Superioras Generales: “¿Qué impide que la Iglesia incluya a mujeres entre los diáconos permanentes, al igual que ocurrió en la Iglesia primitiva? ¿Por qué no crear una comisión oficial que estudie el tema?”. Francisco respondió: “Me gustaría establecer una comisión oficial que estudiara el tema y creo que sería bueno para la Iglesia aclarar este punto. Estoy de acuerdo”, y completó: “Con respecto al diaconado, sí, estoy de acuerdo y me parece que sería útil contar con una comisión para aclarar todo esto bien, sobre todo en lo que respecta a los primeros tiempos de la Iglesia”. Y convocó el comité que actualmente estudia la ordenación de mujeres diáconos, lo que representa un primer paso en el camino hacia la ordenación de mujeres, también para el presbiterado.