La fecha
Este pasado sábado, 24 de abril, se ha celebrado el día de conmemoración del genocidio armenio. Jornada no laborable en Armenia y en el Alto Karabaj –un república que existe de facto y hacia la que el papa Francisco ha hecho frecuentes guiños en varios mensajes y llamamientos–. La fecha se remonta a 1915, un año en el que ni siquiera existía la palabra “genocidio” para referirse a lo que sucedió en aquellas tierras, especialmente a los cristianos. Un monumento en Ereván, la capital armenia, con una llama eterna recuerda a todos los masacrados y la gente acude a llevar flores frente al olvido.
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La tradición recoge que la Iglesia apostólica armenia es la primera de la historia. Fundada en el siglo I a partir de la tradición de los apóstoles Bartolomé y Judas Tadeo –que precisamente se abrieron paso en una región dominada por el zoroastrismo más que por el paganismo de raíz romana o griega– presume de ser la más antigua del mundo. Tanto es así que la presencia de otras confesiones es muy minoritaria e incluso la constitución armenia no reconoce la libertad de religión porque no parecía necesario en tan preciada tradición. Los datos hablan de que el 98% de la población es cristiana –siendo el 96% de la Iglesia apostólica armenia–. Los católicos son unos 14.000 fieles que se concentrar en las regiones del norte del país.
El Gran Crimen
El holocausto que se recordaba, tibiamente, este fin de semana fue consecuencia de los planes turcos de borrar todo vestigio de cultura armenia –y por tanto de su tradición religiosa–. En esta matanza se calcula que perecieron entre 1 millón y medio y 2 millones de civiles armenios entre el 24 de abril de 1915 y 1923. Una auténtica antesala de lo que sería el holocausto judío aunque nadie estaba ahí para poner nombre a este genocidio que posteriormente se llamará el Gran Crimen. Una persecución que inauguró también una auténtica diáspora armenia.
El inicio se establece el 24 de abril de 1915 cuando los primeros 235 armenio fueron detenidos en Estambul. A los días siguientes ya eran más de 600. Algunas instituciones lo han reconocido como el primer genocidio moderno. Otras naciones, Turquía entre ellas –por no decir Israel o la tibia definición de Barack Obama–, le niegan esta denominación. Marchas de la muerte, campos de concentración, torturas y violaciones, quemas masivas, ahogamientos, uso de gases mortíferos, venenos o drogas… aparecen en la documentación sobre esta oscura página de la historia.
Frente a determinada indiferencia diplomática, las intervenciones del papa Francisco sobre los armenios y este acontecimiento al que sin ambages ha definido el “primer genocidio del siglo XX” delante del monumento que tantos han visitado este fin de semana. Una definición que ha escocido a la moderna Turquía pero ha impulsado una declaración del Parlamente Europeo en 2016 alentando a Turquía a reconocer el genocidio y allanar el camino para una “verdadera reconciliación entre los pueblos turco y armenio”.
“Aquí rezo, con dolor en el corazón, para que nunca más se den tragedias como esta, para que la humanidad no olvide y sepa vencer el mal con el bien. Que Dios conceda al amado pueblo armenio y al mundo entero paz y consolación. Que Dios custodie la memoria del pueblo armenio. La memoria no debe ser aguada ni olvidada: la memoria es fuente de paz y de futuro”, escribió Francisco de su puño y letra en el libro del memorial del genocidio ante 400 niños hijos de los supervivientes de esta masacre que casi acaba con un pueblo entero.
Nos unimos a la conmemoración del genocidio del pueblo armenio. Primera nación oficialmente cristiana de la historia. pic.twitter.com/dvSRvYbsnX
— Daniel Sturla (@DanielSturla) April 24, 2021