La fecha elegida para celebrar el día mundial de la filosofía es tan extraña como la misma disciplina. A los cristianos nos sonarán los vaivenes anuales en torno al miércoles de ceniza y la pascua y pentecostés. Pues algo similar. El tercer jueves de noviembre, caiga como caiga. ¿Por qué? En parte por el capricho de no ligarse o vincularse a nada y mantener una perspectiva cambiante y crítica respecto a todo. O, dicho de otra manera, para preguntarse siempre por ella.
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Como ya he escrito en su defensa y su utilidad en otras ocasiones, hoy lo haré de otro modo. La filosofía funda un modo de ser y vivir en el que la inquietud y el diálogo son clave para todo lo demás. Es decir, la pregunta y la participación activa en torno a todo aquello que sea relevante y decisivo y pueda someterse a un examen más preciso. No es que la filosofía sea escepticismo, como muchos desearían para terminar ridiculizándola y destruyéndola por banal y ociosa, sino porque indaga sobre lo fundamental, sobre lo ingenuamente aprendido y creído, siempre con el rigor de la razón, en su sentido más amplio. Por eso, según los tiempos, amanecen personas que usan las palabras para desentrañar un poco más la realidad.
Después de ciertas lecturas -es decir, de ciertos diálogos-, la vida no es igual, se transforma. No es un mero cambio de perspectiva sobre lo real, sino una auténtica conversión de la propia existencia. En primer paso, hacia los interrogantes y honduras. Mientras antes se permanecía en una cierta planicie común y regular, de explicaciones hechas, significados dados, emerge tras la pregunta un desvelamiento de algo nuevo, una revelación que ha sido acogida como tal, una donación de un sentido mayor o la búsqueda amorosa por algo más que lo habitualmente presentido, sentido, inocentemente aceptado.
El segundo paso estaría en aproximarse más y más. De alguna manera es intentar capacitarse para ver, entender, razonar de otra manera, para atender a la mayor riqueza de la realidad. Buscar el lado mejor, encontrar la mejor posición, disponer de algo que nos acerque y acerque, que nos introduzca o importe dentro. Sin duda, en nuestro lenguaje habitual distinguimos lo esencial y lo accesorio, no por ejercicio estúpido de abstracción idealista, sino porque es aquí donde la verdad se juega. ¿Seremos capaces de encontrar el modo en el que se vean mejor las cosas, la vida, incluso lo absoluto, el bien, la justicia, la paz, la palabra, el amor? Hay una confianza terrible en el ser humano en favor de “sí”; pero después de soportar muchas depuraciones, superación de prejuicios, atención esforzada, dolores y sacrificios, después de muchos “no”.
Platón y Sócrates
Lejos de ser para sí mismo, aunque en primer momento pueda enganchar de tal modo con la propia subjetividad, interés y personalidad, la filosofía es comunitaria. Genera desde los albores movimientos de unidad entre personas despiertas, entre dialogantes, entre casi hermanos. Y busca, como no puede ser de otro modo, contagiar valientemente a otros en esta inquietud. No sé si provocarla, pero al menos darle la oportunidad de emerger más pronto que tarde, o acompañarla con más preguntas, con más direcciones, con más apertura.
Algo que, al menos en mi caso ocurre, la filosofía va de la mano de la amplitud de la razón tanto como de la amplitud de las relaciones personales, del crecimiento y despliegue de una mayor sensibilidad y cordialidad, del deseo de un entendimiento más elevado de todo lo demás, de la comprensión de otras realidades ajenas en principio a la mía y que toman caminos de partida que parecen ir en otras direcciones y sentidos.
Termino con la cita de un texto que hoy se puede celebrar leyendo. De la ‘Defensa de Sócrates’, de Platón. Allí, sentenciado ya a muerte por el tribunal y sin abandonar el lugar antes de hacer corrillo con sus amigos, dice Sócrates lo siguiente:
“Alguien podría decirme: ‘Pero Sócrates, si guardas silencio y te quedas tranquilo, ¿no podrías vivir en el exilio al que te condenemos?’. Persuadiros de esto es lo más difícil. Si os digo que es desobedecer al Dios y que, por tanto, me es imposible estarme tranquilo y en silencio, no me creeréis, porque pensaréis que es ironía; y si os digo que sucede que el mayor bien es para el hombre hablar todos los días sobre la excelencia y los demás temas de los que siempre me oís dialogar examinándome a mí mismo y examinando a los demás, y que la vida sin examen no la puede vivir el hombre, aún os persuadiré menos. Sin embargo, es así como lo afirmo, atenienses, aunque no es fácil persuadir a otros de ello”.
Si has llegado hasta aquí, ojalá algún día dialoguemos sobre esta excelencia de la vida. No te preocupes por las palabras exactas que he usado, porque yo mismo me criticaría y corregiría y cambiaría no pocas y las matizaría. Y al día siguiente igual. Pero bueno, intentaré, como de costumbre, afanarme hoy en recuperar una serie de lecturas y en molestar a algún compañero sobre algún tema que me inquiete y que podamos revisar hasta que estemos de acuerdo, hasta que alcancemos cierta conrazón o co-razonemos cercanamente.
Feliz día de la filosofía.