Elena, junto con sus hijos Jesús y Sofía, se cansaron de vivir en la miseria. Además tenían miedo, porque los grupos armados que operan en su comunidad querían reclutar al muchacho. Decidió emprender la ruta migratoria con la esperanza de llegar al “norte” donde está desde hace varios meses su marido, trabajando en situación de explotación, en un taller clandestino.
Ya han cruzado caminando varios países. En medio de las adversidades del viaje llegaron en plena frontera a una Casa de Acogida, donde las monjitas les ofrecieron cama para dormir, baño decente y les hicieron sentir como en su hogar.
Después de varios días sin casi probar alimentos acudieron a un comedor en el patio de una parroquia y emprendieron nuevamente la ruta con la barriga y el corazón contentos. Ahora, unos jóvenes profesionales de una organización católica les brindan asesoría e información valiosa para continuar la ruta de forma más segura.
Cada uno cuenta
Según la CEPAL en el mundo existen 175 millones de Migrantes, los que equivalen aproximadamente al 3% de la población mundial. Las cifras de migrantes se elevaron a más del doble entre 1960 y 2000. Una de cada 10 personas residentes en las zonas más desarrolladas es migrante. En contraste, esta proporción desciende a una sobre 70 personas en los países más pobres.
En el caso de América Latina y el Caribe casi 20 millones residen fuera de sus países de nacimiento.
Frente a estas cifras es importante recordar lo que afirma el Papa Francisco: “Cuando hablamos de migrantes y desplazados, nos limitamos con demasiada frecuencia a números ¡Pero no son números, son personas! Y si conocemos sus historias lograremos comprender”.
La atención a los migrantes es dimensión constitutiva de la fe Cristiana. Jesús se identificó con ellos y los colocó como camino de salvación o condena: “Porque anduve forastero y …” (Mt 25, 35.43).
El Papa Francisco en el año 2018 en su mensaje para la 104 Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado nos regaló cuatro formas de conjugar el Verbo Amar en la atención a las personas en Movilidad forzada: acoger, proteger, promover e integrar. Acerquémonos al primero de estos verbos.
Acoger
Para el Sucesor de Pedro ‘acoger’ implica: “Ofrecer a los emigrantes y refugiados un alojamiento adecuado y decoroso”.
Más allá de lo meramente asistencial “acoger significa, ante todo, ampliar las posibilidades para que los emigrantes y refugiados puedan entrar de modo seguro y legal en los países de destino. En ese sentido, sería deseable un compromiso concreto para incrementar y simplificar la concesión de visados por motivos humanitarios y por reunificación familiar”, añade el Papa.
Según el Mapeo realizado por la Red CLAMOR existen 653 obras de la Iglesia en América Latina donde se vive diariamente el verbo ACOGER:
Casas del Migrante: Ofrecen alimentación y hospedaje a personas en Movilidad. Se les llama también Casas de Paso, Casa de Acogida o Albergues. La mayoría ofrecen entre tres días y una semana de atención integral.
Comedores: Viven el mandato del Señor: “Denle ustedes de comer” (Lc. 9, 13). Miles de personas reciben alimentos en los comedores que la Iglesia tiene en parroquias, escuelas, centros misioneros. Allí ocurre todos los días el milagro de la Multiplicación de los Panes.
Ayuda humanitaria: Entregan kits con alimentos, medicamentos esenciales y artículos de higiene para apoyarlos en la ruta migratoria.
Dinero en efectivo: En casos de gran vulnerabilidad se apoya con dinero en efectivo o transferencias para costear gastos esenciales durante la ruta migratoria.
Servicios médicos: Ofrecen consultas médicas y exámenes de laboratorio para migrantes enfermos.
Una vez más escuchemos la voz de Francisco: “Al mostrar interés por ellos, nos interesamos también por nosotros, por todos; que cuidando de ellos, todos crecemos; que escuchándolos, también damos voz a esa parte de nosotros que quizás mantenemos escondida, porque hoy no está bien vista”.
Construyamos puentes.