VIERNES 7. Tómbola misionera. Colegio Divina Pastora. Marcos ha donado su ‘food truck’. Y uno, con más ilusión que oficio, se mete a pinche. Gastroperritos. Término que desconocía hasta el mismo instante en el que me pidieron el primero. La noche se pasa volando. Más rápido que para los invisibles de los campos de refugiados de Camerún. Por ellos.
SÁBADO 8. Fiestas de Getafe. Plaza del pueblo. En el escenario, Azúcar Moreno. Rompen a llorar. Porque entraron en el barro televisivo y salieron escaldadas. Con el riesgo de la condena pública. Pero no. Ovacionadas. Y por eso se les escapan las lágrimas. Por el miedo a haber apostado la dignidad y el miedo a haberla perdido. No son una excepción.
DOMINGO 9. Por la mañana. Misa mayor en la catedral. Pentecostés. Nuestra Señora de los Ángeles. Homilía. Y el obispo se dirige a la corporación municipal. Pero, tranquilos. Ni tirones de orejas ideologizados. Tampoco reivindicaciones eclesiales. Simplemente una petición, tan sensata como necesaria. “Trabajen por el bien común”.
Por la tarde. Feria del libro. Caseta de PPC. Tomo distancia. La justa para ver la reacción del paseante ante la presencia de Osoro firmando sus libros sobre la familia y los jóvenes. Algo más de una hora haciendo estudio de campo. Ni un comentario despectivo. Ni una sola mofa o agresión verbal que algunos imaginarían. Unas cuantas fotos robadas y comentarios de sorpresa. Quizá por exotismo. Tal vez porque se les hace extraño un purpurado en El Retiro. En cualquier caso, reacciones favorables a la inclusión de un solideo en el Paseo de Coches.
MARTES 11. Auditorio del Banco Sabadell. Presentación del libro de Eva Fernández. ‘El Papa de la ternura’. Aforo completo. Y merecido. Cónclave de corresponsales vaticanos. Paloma García Ovejero, moderadora. En la mesa, Osoro, Tornielli y Óscar Camps, el director de la ONG Open Arms. El rescatador de tanto inmigrante perdido en el Mediterráneo. Uno de los mayores acicates de Salvini. Y cómplice del Papa. “La ternura es de color naranja”. La de sus salvavidas. “Francisco me reconcilió con mi moral cuando se llevó a aquellos refugiados de Lesbos al Vaticano en avión. Me dije: este señor es un aliado”. Amistad fraguada. Y algo más. “Un día me preguntó si era católico y le contesté: ‘Sí, lo soy, pero no practico’”. “Sí practicas, a la manera del siglo XXI”, le rectificó Bergoglio. Magisterio de andar por casa.