La liturgia para este Domingo nos invita a descubrir, nuestro llamado a ser custodios de la Creación. La Escritura nos revela que el amor de Dios se manifiesta en todo lo creado y que nuestra fe nos compromete a cuidar la Casa Común con responsabilidad y gratitud.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Desde la purificación que nos renueva en Malaquías, pasando por el reconocimiento del Señor como Rey de la gloria en los Salmos, hasta la encarnación de Cristo en Hebreos y su consagración en el Templo según Lucas, encontramos un llamado a restaurar nuestra relación con la naturaleza. Que estas reflexiones nos animen a vivir con una espiritualidad ecológica, promoviendo un mundo donde la justicia, la paz y la armonía con la Creación reflejen el amor del Dios vivo.
Invitados a la conversión ecológica (Primera lectura Mal 3,1-4)
La profecía de Malaquías invita a una purificación profunda para ofrecer una ofrenda agradable al Señor, lo que puede interpretarse, en clave ecológica, como un llamado a la conversión en nuestra relación con la Creación. Dios envía a su mensajero para preparar el camino, recordándonos que nuestra responsabilidad ecológica no es opcional, sino parte de una alianza que requiere preparación y compromiso.
La imagen del fuego purificador y la lejía del lavandero nos habla de la necesidad de depurar nuestras actitudes destructivas hacia la naturaleza, eliminando el egoísmo y la indiferencia ecológica.
El Rey de la Gloria y el Cuidado de la Creación (Sal 23, 7-10)
El Salmo 23 nos invita a reconocer la majestad de Dios, el Rey de la gloria, que entra triunfante en medio de su Creación. Recordándonos que la Tierra y todo lo que en ella habita pertenecen al Señor y que nuestra tarea es custodiarla como un espacio sagrado donde Dios se hace presente.
La exhortación a levantar los dinteles y abrir las puertas al Señor nos interpela a abrir nuestro corazón y nuestras acciones a una ecología integral, reconociendo que la naturaleza no es un recurso a explotar, sino un don divino que exige respeto y cuidado.
Dios es fuerte y poderoso en los combates, y hoy su batalla es contra la destrucción de la Creación, contra el egoísmo y la indiferencia que dañan el planeta y a los más vulnerables. Como cristianos, nuestra respuesta debe ser un compromiso concreto con la justicia ecológica, promoviendo hábitos de consumo responsable, respeto a la biodiversidad y la defensa de la vida en todas sus formas.
Encarnación y Compromiso con la Creación (Segunda lectura He 2, 14-18)
Esta lectura, nos revela el misterio de la encarnación de Cristo, quien asume nuestra carne y sangre para redimirnos del dominio del pecado y la muerte.
Esta realidad ilumina nuestra relación con la Creación, pues Jesús no solo se hizo humano, sino que compartió plenamente nuestra condición terrenal, experimentando el sufrimiento y la fragilidad del mundo. Ello, nos llama a reconocer nuestra profunda interconexión con la naturaleza y a asumir nuestra responsabilidad en su cuidado.
El temor de la muerte, que esclaviza a la humanidad, hoy se manifiesta en la crisis ecológica y en la angustia por la degradación del planeta. Sin embargo, Cristo nos libera, mostrándonos un camino de amor y misericordia que abarca no solo a la humanidad, sino a toda la Creación.
La Presentación de Jesús (Evangelio Lc 2, 22-40)
El Evangelio, nos invita a contemplar el misterio de la consagración y la espera confiada en Dios, elementos que iluminan nuestro compromiso con el cuidado de la Creación.
José y María presentan a su hijo como una ofrenda sagrada, recordándonos que toda vida es un don divino y que nuestra responsabilidad es proteger y cuidar ese don, incluidas todas las criaturas y el mundo natural. Simeón y Ana, figuras de sabiduría y esperanza, nos enseñan que la verdadera relación con Dios implica una mirada profunda hacia la historia y la Creación, reconociendo en ella la presencia de la salvación.
Así como el niño Jesús crecía en sabiduría y gracia, también estamos llamados a propiciar el crecimiento armónico de la Casa Común, respetando los ciclos de la naturaleza, promoviendo una ecología integral y asegurando un ambiente sano para las futuras generaciones. La luz que Jesús trae al mundo es también un llamado a iluminar nuestra conciencia ecológica, asumiendo estilos de vida que reflejen la justicia, el respeto y la armonía con toda la obra creadora de Dios.
A modo de cierre: Un Compromiso con la Casa Común
Esta reflexión dominical en clave ecológica nos lleva a reconocer que el cuidado de la Creación no es solo una tarea opcional, sino una expresión concreta de nuestra fe y compromiso con el Reino de Dios. La Palabra nos ilumina para asumir con responsabilidad nuestra vocación de custodios del mundo que Dios nos ha confiado, promoviendo la justicia ecológica, el respeto por la vida y la armonía con toda la obra creada.
Así como Simeón y Ana supieron esperar con esperanza, hoy se nos pide paciencia y perseverancia en la construcción de una ecología integral que refleje la luz de Cristo. Como nos recuerda el Papa Francisco en Laudato Si’, “No habrá una nueva relación con la naturaleza sin un ser humano nuevo” (LS 118). Que nuestra conversión ecológica nos impulse a ser testigos del amor de Dios en el cuidado de la Casa Común y de nuestros hermanos más vulnerables.
Por Marcial Riveros Tito. Teólogo y Contador Público