Entre los muchos planes que la pandemia ha terminado por arrinconar se encontraba mi proyecto de estar investigando en Jerusalén desde mediados de marzo hasta estas fechas. Con el conflicto abierto que se vive en estos días son muchos los conocidos que me recuerdan la suerte de no estar ahí precisamente ahora, especialmente porque el lugar de mi hospedaje se encuentra al este de la ciudad, una de las zonas más conflictivas. De haber permitido Israel el acceso a extranjeros al país, yo estaría ahí en este momento y eso es algo que mi madre no puede olvidar cada vez que escucha las noticias.
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El “menos mal que no has podido ir” de mi madre me recuerda a algo que no solo le sucede a ella con respecto a este tema. Creo que todos invertimos mucho tiempo a preguntarnos qué hubiera pasado si, en cierto momento, hubiéramos hecho tal o cual cosa en circunstancias pasadas. Además, me temo que la mayoría de las veces no es una expresión de alivio, como la de mis amigos, sino una forma de expresar nuestras dificultades para acoger lo que nos pasa en el ahora. Siempre recuerdo a una compañera que afirmaba con rotundidad que, entre todos los tiempos verbales, el pretérito pluscuamperfecto era el más inútil y el que menos deberíamos usar en nuestra vida.
Lamentaciones
Efectivamente, resulta de lo más frustrante conjugar el pretérito pluscuamperfecto, pues solemos emplearlo para lamentarnos o incluso para fustigarnos con aquello que no llegamos a realizar. “Si hubiera ido”, “si hubiese dicho”, “si hubieras estado”, “si no se hubiera quedado”… estas expresiones a veces solo sirven para imaginarnos futuribles ideales e imposibles. Situaciones que nunca se podrán realizar y que nos alejan de las posibilidades reales que encierran las decisiones que hemos ido tomando a lo largo de nuestra vida. Vamos, que nos limitan bastante a la hora de acoger la realidad que tenemos delante y buscar la manera de sacar lo mejor de ella, pues nos repliegan en el lamento y el reproche.
También en el evangelio hay un personaje que se acerca a Jesús conjugando el pretérito pluscuamperfecto. Ante la muerte de su hermano Lázaro, Marta le dice al Maestro: “Si hubieras estado aquí, no haría muerto mi hermano” (Jn 11,21). Más allá del enredado lenguaje joánico del pasaje, esta mujer, que experimenta el dolor por la ausencia y la muerte, va a aprender a reconocer la Vida, con mayúscula, que tiene ante ella de la mano de Quien confesará luego que es el Hijo de Dios. Puede ser un ejercicio interesante fijarnos en cómo recurrimos a este tiempo verbal, pues nos ofrece muchas pistas de aquella realidad que nos cuesta acoger tal y como está o de aquella decisión que tomamos en el pasado y con la que aún no estamos reconciliados del todo. Quizá así también podamos acabar, como Marta, confesando al Señor presente en nuestro ahora.