“Primeree usted, señor arzobispo”


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“Ahora, piden que se conjugue ese neologismo bergogliano, primerear, es decir, adelantarse y tomar la iniciativa, sin miedo, para salir al encuentro…”

La imagen resulta muy sugerente. El arzobispo electo se dirige conduciendo su coche rumbo a la gran ciudad que le va a acoger. Desde lejos divisa los rascacielos iluminados y se acongoja. “Señor, ¿qué hago yo allí? Y sobre todo, ¿cómo hago yo allí?”, se pregunta aún con la mirada fija en esos deslumbrantes templos del poder económico. Luego, a la entrada de la urbe, se pierde en la telaraña de vías que le llevan rebotando de una a otra dirección hasta que, por fin, llega a su destino… Además de sugerente, la imagen es real. Le sucedió hace unos días a Carlos Osoro, cuando venía para instalarse en Madrid días antes de su toma de posesión.

Lo que quiere hacer en Madrid, lo esbozó hace una semana en el Instituto Superior de Pastoral. En definitiva, se trata de dar vida a la Evangelii gaudium de Francisco. La gran ciudad es casi un espacio privilegiado para eso. Como lo fue Buenos Aires para Bergoglio. En ella, la soledad duele en medio de la multitud, los alejados comparten estrecheces con apóstoles anónimos en el transporte público y las nuevas esclavitudes compiten en el desinterés de los políticos con las de toda la vida. La periferia puede estar en el kilómetro cero, a tiro de piedra del palacio episcopal.

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Para el cómo, Osoro pidió la ayuda de un auditorio entregado, hombres y mujeres, consagrados y laicos. Y este le respondió –en concreto, cómo no, una mujer, laica, de esas que mantienen viva la parroquia y, como aquellas abuelas durante el régimen estalinista, la fe de los nietos casi a escondidas–: “Primeree usted, señor arzobispo”, le dijo. “Y vaya mentalizando a los párrocos para que tengan siempre las puertas abiertas de sus iglesias”. Puertas abiertas. ¡Suena bien incluso como lema para un escudo episcopal! No siempre ha sido así. Y no solo en la gran ciudad. A cal y canto: las imágenes dentro y fuera las personas. Por miedo. A los robos, a veces; al diálogo otras muchas. Para no contaminarse. Desalojando incluso. Escatimando misericordia. Ahora, piden que se conjugue ese neologismo bergogliano, primerear, es decir, adelantarse y tomar la iniciativa, sin miedo, para salir al encuentro y a los cruces de los caminos o las autovías, donde tantos también se pierden….

En el nº 2.914 de Vida Nueva

 

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