Privilegios eclesiales, demagogias políticas


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Pepe LorenzoJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“La Iglesia, en un momento en que se recortan ayudas en sanidad y educación, y que muchas organizaciones pierden subvenciones, debería plantearse, si no por convicción, sí por estrategia, qué hacer cuando en la campaña electoral le echen en cara lo de la asignación tributaria…”.

Estaba cantado: cuando faltan ideas para afrontar el problema más grave que tienen los españoles, como es el del paro, siempre es más tentador que estrujarse las meninges agitar en la coctelera de la propaganda electoral las palabras “Iglesia” y “privilegios”. La combinación resultante, de efectos vaporosos, suele levantar los ánimos del voto de izquierda más desencantado con la izquierda. Y en la oficina electoral de Rubalcaba lo saben muy bien.

En un reciente encuentro en Italia, el Papa ensalzó la función civil, que “exige ser ejercitada con gran dignidad y con un gran sentido de la responsabilidad”. Urge también su aplicación en España. La petición del PSOE de eliminar los privilegios hipotecarios de la Iglesia, de los que gozaría tras una reforma legal propiciada por Aznar, no se corresponde con la urgencia de los verdaderos problemas que tiene el país.

Y sin entrar en cuestiones técnicas, que excederían este espacio, cabría preguntarse por el patrimonio inmobiliario de tantas asociaciones públicas, entre ellas las de los propios partidos políticos y sindicatos, en buena parte levantado gracias a la contribución de toda la sociedad a través de subvenciones, muy necesarias ellas, por otra parte, para el sostenimiento del entramado democrático. Pero, ¿pueden los españoles disfrutar a su conveniencia de esas sedes? Todavía recuerdo el triste destino que le deparó a un funcionario pedir la vez para disfrutar, él también, del yate Azor. La discusión es demagógica, como esta propuesta socialista.

Dicho esto, la Iglesia, en un momento en que se recortan ayudas en sanidad y educación, y que muchas organizaciones pierden subvenciones, debería plantearse, si no por convicción, sí por estrategia, qué hacer cuando en la campaña electoral le echen en cara lo de la asignación tributaria… ¿No tendría que hacer un gesto?

Vuelven las reflexiones sobre Dios y el César. Generalmente, para reconvenir a este último. Pero habría que exigir que la piedra sobre la que se edificó la Iglesia se mantenga impoluta, libre de ataduras, como pidió el Papa en Friburgo.

En el nº 2.773 de Vida Nueva.

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