Las voces para profundizar en la teología moral a la luz del discernimiento espiritual son un creciente clamor. Desde distintas sensibilidades, se entiende que hay que dar su valor a la encíclica Humanae vitae (HV) en el contexto de 1968 en que fue publicada. Fue escrita en medio del fragor de la revolución sexual y un tsunami de relativización moral que conmocionó la vida occidental.
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Más de medio siglo después, HV sigue alumbrando el camino de la Iglesia, pero también descubrimos que es preciso ahondar en la teología moral conciliar que había germinado tres años antes en Gaudium et spes. Se han necesitado muchos años para comprender qué inspiró el Espíritu en el Concilio Vaticano II.
Espiritualidad del erotismo
La experiencia espiritual vivida por millones de matrimonios católicos en materia de sexualidad a lo largo de décadas debe ser valorada y, aunque HV ha ayudado a abrazar las raíces de la fecundidad y la vida en el misterio del amor conyugal, también ha chocado persistentemente con una realidad que relaciona sexo, amor y reproducción de un modo mucho más amplio y profundo. En cierto modo, la reacción de HV a la febrilización del 68 urgió a una palabra que entonces no fue plenamente informada por la real espiritualidad del erotismo que vivía y sigue viviendo la inmensa mayoría de católicos, que rezan cada día y buscan seguir fielmente a Jesús.
Veritatis splendor (1993) enriqueció nuestra mirada moral, pero tampoco acogió sinodalmente la vida real de tanta gente, sino que insistió en la vigencia de la necesidad del institucionalismo moral y la minuciosidad prescriptiva.
Es momento de desenlazar y profundizar en el camino de la teología moral que con los años de experiencia y discernimiento fructifica de Gaudium et spes, y dar luz y paz al Pueblo de Dios.