Propuestas para vivir una Iglesia más sinodal


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La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia ha sido rescatada por la reforma del Concilio Vaticano II y está inserida en la perspectiva eclesiológica de “Pueblo de Dios”. Sus intuiciones y proposiciones contadas en los documentos conciliares apuntan a la sinodalidad en la vida eclesial. Una gran contribución para el rescate de la sinodalidad eclesial promovida por el Vaticano II, sin dudas, actualmente, viene del Papa Francisco.



Eso se refiere de manera muy clara y transparente en la actuación de su vida pública como también por sus numerosos documentos publicados. Se menciona aquí algunos de estos documentos: Evangelii Gaudium (2013), Amoris Laetitia (2016), Laudato Si (2015), la gran alocución por ocasión de la Conmemoración del Sínodo de los Obispos (2015) en Roma sobre el tema de la sinodalidad como camino de la Iglesia en el tercer milenio, la Exhortación Apostólica Gaudete et exultate refiriéndose a la santidad en el mundo de hoy (2018), la consulta al Pueblo de Dios sobre el Sínodo de los Obispos en Roma, etc. Muchas otras cosas se dieron posterior a su elección, sobretodo el papel que el Papa asume para gobernar la Iglesia.

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Una nueva Iglesia más sinodal

El Papa Francisco pide una Iglesia distinta, más abierta y que dialogue con la realidad de hoy. Una Iglesia donde haya una escucha recíproca, donde todos tienen algo que aprender. El camino sinodal empieza por escuchar el pueblo y las  Iglesias Particulares. Con esta convicción, el Papa inauguró en el día 09 de octubre del 2021 la sección de apertura del proceso sinodal 2021-2023, con la temática: “Por una Iglesia Sinodal: comunión, participación y misión” (2021) donde pide una Iglesia “diferente” que sea capaz de superar visiones verticalizadas, distorsivas y parcializadas.

El Papa Francisco propone un Sínodo precedido por un proceso inédito de consultas y de manera descentralizada, por la primera vez, con asambleas diocesanas y continentales que culminará con la Asamblea General de los Obispos, en octubre de 2023 en Roma. Este Sínodo envolverá toda la Iglesia, Iglesia local, Diócesis en un proceso de escucha y discernimiento.

Todos nosotros somos llamados a participar en la vida de la Iglesia y en su misión. Lo que está en pauta es la necesidad de promover un modo nuevo de hacer con las características de una participación activa de todos los bautizados. Francisco (2021) exhorta que nosotros “somos llamados a la unidad, a la fraternidad que nace del sentimiento de que somos abrazados por el único amor de Dios”. Nos deja claro que las tres palabras del Sínodo: “comunión, participación y misión” expresan y recuerda el misterio de la Iglesia.

En ese sentido, implementar una Iglesia sinodal es una tarea muy compleja y difícil, porque implica cambios en el ser y en la manera de hacer de la Iglesia. Se impone cambios en las relaciones de igualdad y autoridades en la Iglesia, con los ojos en decisiones ya tomadas. En la sinodalidad, el sujeto de la Iglesia no es el clero sino que la comunidad eclesial, pues existe una corresponsabilidad de todos en todo lo que compite a la Iglesia.

Ministerios al servicio del bien común

Hay numerosos y distintos ministerios, más todos en el seno de la comunidad eclesial y a su servicio. Los mismos que presiden, deciden o comandan la comunidad, pero ante todo, ejercen el “ministerio de la coordinación”  co-ordenan a todos para el servicio de todos a todos; crean armonización en la diversidad en función de la unidad de la comunidad eclesial. Una comunidad-sujeto de pastoral se fundamenta en cuatro principios base:

  • Intervención de todos: para una comunidad-sujeto, todos los interesados tienen el derecho de participar con su voz y voto, para que se pueda promover decisiones y provoquen cambios estructurales con el consenso de todos.
  • Discernimiento comunitario: un discernimiento que tenga la capacidad de valorar las diversidades y las distintas maneras de pensar, sobretodo de las mujeres en distintas instancias y decisiones. De esta manera, se va resolviendo y teniendo la verdad de pensamiento delante las diferencias.
  • Decisión compartida: todos tienen poder de decisión, pero jamás solos; se toman las decisiones con todos los demás que integran el proceso. Para esto, se hace necesario mantener la persistencia en el movimiento de rompimiento con el poder institucional abierto cada vez más para las causas del Reino. Un paso fundamental para la decisión compartida es desarrollar la apertura y la escucha entre clérigo y el laico.
  • Acción desconcentrada: sin autonomía, no hay responsabilidades, sujetos. Autonomía de las personas y de los espacios eclesiales, en relación a la autoridad y a la institución.  La sinodalidad exige una administración según el principio de la subsidiariedad: todo lo que está en la superioridad sirve/subsidia/apoya todo lo que está en la base, pues la sinodalidad solo tiene vida si es de abajo para arriba, condiciones estas para el ejercicio de un poder-servicio.

Una sinodalidad en comunión de saberes

En síntesis, el ejercicio de la sinodalidad implica en un proceso apoyado en estructuras de comunión, como estas: los organismos de globalización y acción, que son la asamblea y el consejo de pastoral en los distintos espacios eclesiales en comunidad, parroquia, diócesis; y los mecanismos de coordinación, que son equipos de coordinación de los distintos servicios de pastoral y los equipos de coordinación de los ámbitos eclesiales.

Son estos organismos que posibilitan una pastoral orgánica y de conjunto: orgánica en el sentido de que cada servicio de pastoral o espacio eclesial es un componente de un mismo y único cuerpo que es la Iglesia Local; y de conjunto, donde cada servicio pastoral o espacio eclesial convergen para el mismo objetivo.

En el documento final del Sínodo de la Amazonía (26 de octubre de 2020), varias expresiones se refieren a la sinodalidad: conversión sinodal de la Iglesia; inculturación de la organización y el ministerio eclesial (85); cultura del diálogo, escucha mutua, discernimiento espiritual, consenso y comunión, decisiones conjuntas para responder a los desafíos pastorales (88); reconocimiento, expansión y participación de los laicos, especialmente de las mujeres en la toma de decisiones en las distintas instancias de la Iglesia (92; 94); “… se pide que las voces de las mujeres sean escuchadas, consultadas y sean partícipes en la toma de decisiones y así poder contribuir con su sensibilidad a la sinodalidad eclesial (101).

Concluyendo podemos afirmar que la sinodalidad no es una mera opción, es el único modo autentico de ser una Iglesia misionera, una Iglesia participativa, una Iglesia más acogedora y una Iglesia más armoniosa. Es en esta Iglesia que vemos manifestado el primado de los bautizados y el papel dinámico de la acción del Espírito Santo.


Por Clélia Peretti. Doutora em Teologia pelas Faculdades EST. Pós-doutora em Fenomenologia pelo Centro Italiano di Ricerche Fenomenologiche — CIRF. Professora do Programa de Pós-Graduação em Teologia — PPGT da Pontifícia Universidade Católica do Paraná y membro da Academia de Líderes Católicos