La ‘app’
Parece que está relativamente tranquila la idea tantas veces recurrente de distribuir los números del catecismo a lo largo de los domingos, al compás –o no– del año litúrgico. Afortunadamente frustrada esta iniciativa, que parece confundir la catequesis con la liturgia, la Congregación para el Clero ha lanzado una nueva propuesta: “Clerus App”. Una aplicación para dispositivos móviles que intenta “ayudar a los sacerdotes en la realización de sus homilías”, en palabras de su prefecto, el cardenal Beniamino Stella.
De momento, esta sencilla herramienta ofrece una reflexión en italiano del evangelio dominical elaborada por el jesuita, artista y teólogo, Marko Rupnik, originario de Eslovenia.
“La aplicación incluye la lectura vocal del texto, la posibilidad de agregar notas personales y de descargar y archivar las homilías, como también la de compartir el contenido en las redes sociales”, señalaba Beniamino Stella al presentar esta app que pretende ser “una ayuda concreta para el sacerdote”.
De momento, la app no deja de ser una más entre decenas de webs y otros subsidios en papel que los encargados de la liturgia tienen a su servicio para una preparación más esmerada –o más fácil– de la liturgia dominical. Aunque estas herramientas son solo el primer paso al reto que supone hacer viva y significativa la Palabra de Dios a la asamblea que se reúne a actualizar el memorial de Jesús.
El cuadro
Una predicación sobre “La lucha de Jacob con el ángel” da nombre a un cuadro de 1888 del pintor francés Paul Gauguin (1848-1903). Aunque este lienzo, que se encuentra en la “National Gallery of Scotland”, en Edimburgo. Aunque el nombre popular y que separa a esta pintura de otras escenas bíblicas al uso es la visión, dentro del estilo de postimpresionismo de Gauguin, es “La visión tras el sermón”.
Fue una de las primeras obras simbolistas del artista y en algunas cartas confesó que le gustaba por lo bien que había conseguido representar la “simplicidad rústica y supersticiosa”. Quizá por ello el lienzo que fue pintado para poner dentro de una iglesia de la Bretaña francesa —a la que el pintor acudió casi huyendo proveniente París en búsqueda de nuevos aires más puros—, fue rechazado por el párroco —de haberlo aceptado la iglesia recibiría sin duda a unos cuantos turistas curiosos—.
Unas mujeres bretonas, ataviadas con cofias y vestidas de negro riguroso, oran mientras parecen vislumbrar como si fuese una visión lo que el sacerdote, quien no aparece en el campo visual del cuadro, podría estar predicando, la lucha de Jacob con el ángel —dicen los expertos que con un combate que parece inspirado en las peleas de sumo japonesas o de cualquier otro tipo de lucha libre profesional—. Una rama de manzano separa a las mujeres devotas de la visión angelical, como separando la realidad y la mística.
Más allá de comentarios técnicos o descriptivos, la obra puede leerse en clave crítica e irónica… o, más bien todo lo contrario, alertándonos de que la Palabra de Dios está llamada a mover corazones y a cambiar vidas.
La exhortación
Parece que el tema de la homilía, su preparación y ejecución, no es secundario para el papa Francisco. Así lo vemos en la brújula pastoral que el papa nos ha dejado: la Exhortación apostólica Evangelii gaudium. Este documento programático, en lo que a evangelización se refiere, dedica expresamente 25 de los 288 puntos totales que componen el texto. Bergoglio ofrece sus claves a través de 10 puntos dedicados a la predicación en sí y 15 sobre la preparación de las homilías. Es el segundo apartado del tercer capítulo, dedicado al “anuncio del Evangelio”.
A lo largo de estos párrafos, el Papa pone ejemplos muy concretos sobre su duración, el tono moralizante, el contexto bíblico, el tono, la escucha… Cualquiera que no sea cura y haya escuchado una homilía desde un banco incómodo puede hacer su lista de recomendaciones.
Traemos aquí solamente la primera de las insistencias papales, desde la que se entiende todo lo demás: seguir el ejemplo de Jesús predicando por los caminos de Galilea. Dice, el pontífice en el número 135:
Con la palabra, nuestro Señor se ganó el corazón de la gente. Venían a escucharlo de todas partes (cf. Mc 1,45). Se quedaban maravillados bebiendo sus enseñanzas (cf. Mc 6,2). Sentían que les hablaba como quien tiene autoridad (cf. Mc 1,27). Con la palabra, los Apóstoles, a los que instituyó «para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar» (Mc 3,14), atrajeron al seno de la Iglesia a todos los pueblos (cf. Mc 16,15.20).