¿Qué debemos hacer? (I)


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Esta es la pregunta fundamental que toda persona de buena voluntad (creyente y no creyente) debe formularse y contestarse casi a diario. La clave no es qué pensamos, cuáles son nuestras opiniones y creencias, sino qué hacemos con ellas, cómo ayudan o dificultan la relación con los demás. Es la pregunta que le hacían a Jesús, y después a los apóstoles, las personas que se planteaban el pro-seguimiento, conscientes de la necesidad de una praxis coherente con la fe, con la doxa (la eterna relación dialéctica –y conflictiva– entre ortodoxia y ortopraxis).



Durante los últimos cinco años, los españoles hemos vivido una situación social y política (“el explosivo mundo de lo sociopolítico”, que formuló monseñor Romero, que calificaría de angustiosa para muchos de nosotros. Hemos visto cómo se violentaban líneas de convivencia y funcionamiento social que considerábamos infranqueables. Hemos asistido atónitos a la aprobación de leyes que socavan las normas de convivencia que nos dimos en la Constitución de 1978, ley de leyes que inauguró el período más fructífero de nuestra historia democrática.

Médico general

Al mal se le llama bien

Se ha alentado y ensalzado a quienes sembraron nuestras calles y plazas de sangre y de dolor. A quienes quebraron de forma unilateral leyes que nos protegen a todos, a quienes quieren en el fondo quedarse solos en el país. Hemos escuchado cómo al mal se le llama bien, y al bien, mal. Quienes llegaron a la política diciendo que iban a mejorar la sociedad, la han empeorado.

Como médico, he tenido que sobrevivir a la gestión horrible de la peor pandemia que nuestra sociedad ha vivido en los últimos doscientos años. Los daños humanos y económicos son astronómicos, y en alguna entrada los detallaré, porque están estudiados, estimados y publicados. Los materiales, con el tiempo, quizás puedan compensarse. Las pérdidas de vidas humanas no lo harán nunca. Han muerto decenas de miles de personas que quizás hubiesen podido sobrevivir más años, disfrutar de la vida y de los suyos más tiempo.

La “regla del metro y medio”

Ante todos estos hechos con los que los ciudadanos de buena voluntad nos hemos sobresaltado un día sí y otro también, encontrándonos cada mañana con malas noticias y peores realidades, cada uno habrá respondido de la mejor manera posible. En mi caso, aplicando la que he denominado “regla del metro y medio”, que les explicaré en una entrada sucesiva.

La tentación es caer en el escepticismo, el pesimismo o el desánimo. Creer que nada puede hacerse y que no existe margen de maniobra. Quizás es así, pero a mí me ayuda la regla que les explicaré, nada extraordinario, algo incluso vulgar, pero me ha servido. Recen por los enfermos y por quienes les cuidamos.