El siglo XXI impone importantes desafíos para el continente Latinoamericano. Los problemas parecen los mismos de ayer, pero con nuevos actores. Los dramas cotidianos de la pobreza, la migración, la violencia, la corrupción, son aderezados con la sombra antidemocrática de las dictaduras.
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No son supuestos, ni elucubraciones, el quiebre democrático de América Latina está presente en por lo menos tres países: Cuba, Venezuela y Nicaragua. El riesgo de nuevos populismos y perpetuidad en el poder están al orden del día.
Por ello, la relevancia de retomar las lecciones dejadas por Juan Pablo II, en el continente de la esperanza. Mucho más, en el marco del aniversario de su nacimiento, recordado en estos días.
Un libro testimonio del deseo del papa polaco
El reciente libro publicado por el vocero del Vaticano, en tiempos de Juan Pablo II, el español Joaquín Navarro-Valls, puede ser una pista para reconocer el sueño de Wojtyła para nuestro herido continente.
El texto, rico en anécdotas, testimonios y experiencias, cuenta una confidencia que Juan Pablo II hizo al médico-periodista, en uno de sus tantos viajes al continente:
“En las visitas que hago a los países de este continente hablo siempre sobre la libertad, pensando en toda América Latina. Lo que digo se encuentra en el documento sobre la libertad cristiana y la liberación. No podemos aceptar otro tipo de liberación, por nuestra concepción de la libertad humana. Por eso, mis palabras no son una reflexión política, ni sociológica, ni coyuntural: son una actualización del contenido de la fe cristiana”, precisó el pontífice.
Agrega además:
“El hombre es libre desde su acto constitutivo. Dios ha decidido aceptar el pecado del hombre antes que privarle de la libertad. Y con su libertad, el hombre puede hacer el bien o el mal. Puede pecar. Y como no hay nada en esta tierra que pueda otorgarle al hombre esa libertad, todo proyecto humano debe reconocer esa libertad original del hombre y orientar sus esfuerzos en ese sentido”.
Aclarando: “Esa es la razón por la que no se puede considerar el materialismo histórico como un proyecto humano de liberación”, recoge lo dicho por Juan Pablo II, Navarro-Valls, en sus memorias.
La tarea encomendada
De las frases precedentes podrían salir muchas reflexiones, pero principalmente el compromiso por un proyecto democrático y civilizatorio del continente, centrado en la persona humana, en la dignidad y los Derechos Humanos, reconociendo la libertad en apostar y construir el bien común.
Libertad, que no es lo mismo que libertinaje o liberalismo, pues el materialismo no es una opción, sino el valor de la vida social que comprende la voluntad y la autonomía por hacer el bien, por considerar que el horizonte puede ser distinto.
Buscar la libertad, pero desde la fraternidad y a través de la cultura del encuentro, ideas en total sintonía y continuidad con el pensamiento del papa Francisco.
Por Rixio Gerardo Portillo Ríos. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey.