En el catálogo de la editorial italiana Piemme, hasta ahora, con el título ‘Nada más que la verdad’ encontramos un libro de un conocido juez antimafia de Palermo, Gian Carlo Caselli. Desde este jueves se incorpora a este fondo editorial una obra que comparte título pero que son las anunciadas memorias de secretario de Benedicto XVI, el arzobispo alemán Georg Gänswein. 336 páginas firmadas junto al periodista Saverio Gaeta en las que parece introducirnos en otra ‘mafia’ especialmente en los últimos capítulos. En el penúltimo, el octavo, se habla de las relaciones entre Benedicto y Francisco, con él de por medio con subrayados interesantes (o no). Un capítulo que muestra que el único objetivo de la publicación no es defender al Papa emérito de las etiquetas mediáticas y que no esconde claramente el personal ajuste de cuentas del autor principal.
- OFERTA: Año nuevo, Vida Nueva: este 2023 suscríbete a la revista en papel todo el año por solo 99,99 euros
- PODCAST: Réquiem por el papa sabio
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Sin interferencias
Tras la renuncia, Benedicto XVI comenzó a usar “generalmente el anillo que le habían regalado los canónigos de la catedral de Múnich cuando se convirtió en arzobispo”, mientras se anuló el anillo del pescador y otros recibidos a lo largo de su ministerio. Siguió de forma muy superficial las noticias del cónclave por la prensa evitando “cualquier contacto con el exterior, tanto telefónico como personal”.
El Papa alemán cumplió en sus oraciones por el proceso y siempre avaló su disposición al Papa electo, además, se cuenta en el libro, “siempre celebraba la Santa Misa, entre semana en italiano y el domingo en latín, utilizando el Misal Romano de Pablo VI y, por supuesto, rezando la plegaria eucarística con la mención explícita de la comunión con el papa Francisco reinante, como pueden atestiguar todos los que concelebraron con él”. Relata también que nada más ser elegido, Francisco quiso hablar con Benedicto que estaba en Castel Gandolfo –pero estaba viendo la televisión y no pendiente de los teléfonos–. Cuando hubo comunicación Benedicto señaló: “Le agradezco, Santo Padre, que haya pensado en mí. Le prometo mi obediencia desde el principio”.
Aunque la relación no era muy abundante, asegura el secretario que se conocían y habían coincidido en algún proyecto con los jesuitas en 2007. También valora el pensamiento que Francisco dirigió en su primer saludo a los fieles por el papa Benedicto. Luego, Gänswein le pasaría los documentos necesarios y las llaves de las cajas fuertes del Palacio Apostólico ya que no quería inicialmente tener secretario –lo incorporaría solo días después–. También vivió la visita de Bergoglio al apartamento papal y cómo Bergoglio le diría poco después: “Normalmente duermo como un tronco, pero la noche después de ver el apartamento, dormí muy mal. Pensé que no estoy acostumbrado a vivir en espacios tan grandes”. Entonces, también hablando con Becciu, buscaba otro sitio a pesar de que el secretario le dijo que la luz en el apartamento papal ha sido siempre una referencia para quienes viven en el Vaticano. “Benedicto también se sorprendió, pero su sabia conclusión fue que si él no quería, ¡desde luego no se le podía obligar!”, añadió destacando que las estancias en el Palacio son similares. A lo que añade que no fue motivo de enfrentamiento entre los dos Papas, aunque lamentó que esos rumores vinieran sobre todo de “ovejas negras” del Vaticano.
Ante las visitas a Benedicto, Gänswein explica que se solicitaban con antelación y que se rechazó alguna visita de “obispos y políticos”. Entre las visitas están las de Francisco, la primera el 23 de marzo de 2013 en Castel Gandolfo “para la entrega de la documentación de la investigación llevada a cabo por la Comisión Cardenalicia” y, poco después, el 2 de mayo, cuando Bergoglio esperó por sorpresa a Ratzinger a la puerta del monasterio de regreso al Vaticano. Más allá de las habituales ocasiones anuales, dos veces comió el Papa en el monasterio –llevando vino y dulce de leche de regalo– y una vez fue Benedicto a Santa Marta –llevando limencello propio y unas galletas alemanas de Navidad–.
La transición, se relata también, se hizo a través del Año de la Fe y la primera encíclica de Francisco, a la que añadió fundamentalmente la última parte. También confirma la revisión de Benedicto a la primera entrevista de Francisco en La Civiltà Cattolica –cuyas aportaciones son referentes a las cuestiones pro vida, la teoría del género y la homosexualidad–. También se detallan en el libro algunas cuestiones confusas de ‘Evangelii gaudium’ para Benedicto citando los números concretos.
El “lío” de Sarah
Interesante es conocer la versión del secretario sobre una cuestión que en parte ayudó a que le costara el recorte de funciones de su puesto como prefecto de la Casa Pontificia. La publicación de un libro del emérito firmado junto al cardenal Robert Sarah en respuesta a algunas cuestiones, como la ordenación de ‘viri probati’, del Sínodo sobre la Amazonía –como reconoce el propio cardenal en una entrevista–. Ante esto el libro es un “grito” para reforzar la cuestión del tradicional celibato sacerdotal y en el que Benedicto escribe un artículo. “El 12 de enero por la tarde llegó un ejemplar al monasterio y, nada más abrir el sobre, se me heló la sangre: el nombre de Benedicto XVI destacaba en la parte superior de la portada, con el mismo tamaño que la del cardenal Sarah, y las fotos eran dos de ellos uno al lado del otro (incluso la de Benedicto era todavía de su época de Pontífice, con su capa claramente visible)”, relata el secretario. El cacao provocó que “Benedicto considerara necesaria una aclaración pública” y seguiría un encuentro personal con lloros del cardenal incluidos y luego se pediría la revisión de la Secretaría de Estado que frenaría un nuevo comunicado conjunto. Francisco enviaría ‘Querida Amazonia’ a Benedicto el 12 de febrero de 2020 pero el secretario niega cualquier relación con su texto del libro. De hecho, incluye el texto completo de un carta en la que Benedicto se justifica ante Francisco del proceso de ese texto en la que, asegura el secretario, se “ponía de manifiesto toda la amargura de Benedicto por el incidente” y se comprometía a “no publicar nada más durante mi vida en esta tierra”. Francisco, añade, “por lo que sé, comprendió la total buena fe de su predecesor y apreció su comportamiento transparente”.
Tras este incidente, Gänswein aborda la reducción de ocupaciones como prefecto de la Casa Pontificia. “La esperanza de Benedicto de que yo fuera el nexo de unión entre él y su sucesor fue un poco demasiado ingenua, porque ya al cabo de unos meses tuve la impresión de que no se podía crear entre el nuevo pontífice y yo el clima de confianza, necesario para poder llevar a buen término un compromiso de este tipo”. Y, añade, aunque fue confirmado al acabar los cinco años del nombramiento cada vez más Francisco hacía las gestiones con el regente, Leonardo Sapienza, ante lo que Gänswein lamentó que se “mermaba mi autoridad, y que, a nivel personal, me sentía humillado” entre las habladurías vaticanas. “Me contestó que yo tenía razón y que no se había dado cuenta del asunto, se disculpó, pero luego añadió que la humillación hace mucho bien… Y, por desgracia, una situación así se repitió unas cuantas veces”, añade.
Un prefecto indigente
Vinculado a esto, cuenta Gänswein la cuestión del piso de prefecto que hay en el Palacio Apostólico y para el que preparaba una mudanza frenada por Francisco ya que tenía en sitio seguro en el monasterio. Esta vivienda acabaría siendo la del arzobispo Paul Richard Gallagher, que era el único de los principales responsables de la Secretaría de Estado que no residía en el Palacio mientras se le asignó como prefecto un espacio en la antigua Santa Marta.
Tras la publicación del libro de Sarah, el Papa propondría a su prefecto: “A partir de ahora quédate en casa. Acompaña a Benedicto, que te necesita, y haz de escudo”. Ante esto, escribe el secretario: “Me quedé estupefacto y sin habla. Cuando intenté responderle que llevaba siete años haciéndolo, por lo que también podría continuar en el futuro, me dijo sin rodeos: ‘Sigues siendo prefecto, pero a partir de mañana no vuelves a trabajar’. Le respondí resignado: ‘No puedo entenderlo, no lo acepto humanamente, pero solo cumplo por obediencia’. Él respondió: ‘Esa es una buena palabra. Lo sé porque mi experiencia personal es que aceptar obedeciendo es algo bueno”. “¡Parece que el papa Francisco ya no confía en mí y quiere que seas mi tutor!”, bromeó Benedicto en la comida. Ante la inquietud de las ausencias de Gänswein, Francisco respondió: “Querido hermano, muchas gracias por tu carta. Por el momento, creo que lo mejor es mantener el ‘statu quo’. Os doy las gracias por todo lo que hacéis por el papa Benedicto: que no le falte de nada. Rezo por ti, por favor, hazlo por mí. Que el Señor os bendiga y la Señora os guarde. Fraternalmente, Francisco”.
Tras hacerse público, el propio emérito señaló a Francisco que “Gänswein sufre profundamente y cada vez más bajo el peso de su fuera de estado sin perspectivas de solución” y que “ahora se siente atacado por todas partes y necesita una palabra paternal”. Aunque hubo encuentros al respecto, Gänswein achaca que le surgió un reuma por esta situación y, ante las críticas, Francisco resaltó: “Hay muchos que escriben contra usted y contra mí, pero no merecen consideración”.
Ante esto, el secretario se ratifica en que, “como colaborador desde hace mucho tiempo de la Congregación para la Doctrina de la Fe, secretario del cardenal Ratzinger y del papa Benedicto, evidentemente llevo una ‘marca de Caín’. Exteriormente, soy perfectamente ‘identificable’. Así es: nunca he ocultado mis convicciones. De alguna manera, me las he arreglado para tildarme públicamente de muy derechista o ‘halcón’, sin citar nunca ningún ejemplo concreto de ello. Lo confirmo. Hoy y también en el futuro. No he hecho ni hago planes de carrera”. Palabra de Gänswein.