Durante los días 5 al 14 de noviembre de 2021 se ha celebrado en la estación de Chamartín, de Madrid, la 26ª edición de la Feria Esotérica. Decía a propósito de ella el diario ABC: “Espantar el mal fario para acabar bien el año está nuestras manos, según el Tarot, las runas vikingas o los mensajes de los seres de luz. Aferrarse a amuletos y talismanes es tan antiguo como la humanidad para protegerse uno mismo o al hogar. Pero como la suerte hay que buscarla y hay quien incluso la cocina, al acercarse el sorteo de Navidad, espiritistas y adivinadores aconsejan qué hacer con los décimos, para que la fortuna nos sonría y el 22 de diciembre no sea solo el día de la salud”.
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En la Biblia, ese mundo esotérico no está bien visto, llegando a ordenarse: “No dejarás con vida a una hechicera” (Ex 22,17). En el libro del Deuteronomio, hablando a propósito de los profetas, se advierte: “Cuando entres en la tierra que va a darte el Señor, tu Dios, no aprendas a imitar las abominaciones de esas naciones; no haya entre los tuyos quien haga pasar a su hijo o su hija por el fuego; ni vaticinadores, ni astrólogos, ni agoreros, ni hechiceros, ni encantadores, ni espiritistas, ni adivinos, ni nigromantes; porque el que practica eso es abominable para el Señor” (Dt 18,9-12).
De vida o muerte
Obviamente, el contexto de estos pasajes es la lucha del yahvismo con otras religiones o tradiciones religiosas con las que tuvo que enfrentarse Israel en diversos momentos de su historia, constituyendo a veces una cuestión casi de vida o muerte. De ahí el dramatismo de los textos, que evidentemente hay que leerlos en el marco histórico y cultural en que se produjeron.
En 1 Sam 28 se narra un episodio un tanto singular, en el que el rey Saúl consulta a una nigromante para interesarse por una próxima batalla contra los filisteos, ya que Dios se había apartado de él y no le respondía ni en sueños ni por los profetas. La pitonisa invoca al profeta Samuel, al que ve “como un espectro que surge de la tierra”, con el aspecto de “un hombre anciano que sube envuelto en un manto” (1 Sam 28,13-14). El texto subraya que el futuro ya estaba anunciado mediante las palabras que Samuel, como profeta verdadero, había pronunciado en vida, cuando anunció a Saúl que el Señor le rechazaba como rey por haberle desobedecido (cf. 1 Sam 15).