Acabamos de celebrar la fiesta del Corpus Christi. Y, aunque es evidente su sesgo sacramental –eucarístico–, hay que reconocer que el ‘copyright’ de la expresión lo tiene san Pablo, en un sentido, además, eclesial, como se aprecia en el capítulo 12 de la primera carta a los Corintios.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- PODCAST: Los niños, los otros revolucionarios
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
La idea de la “sociedad” como un cuerpo ya era conocida en el ámbito grecorromano. El propio Platón (‘República’ V,462de) compara al Estado con el individuo y su cuerpo. Pero quizá el texto más interesante es el que recoge Tito Livio (64 a. C. – 10 d. C.) en su ‘Historia de Roma desde su fundación’. Allí cuenta que, en el siglo V a. C., hubo una revuelta de los plebeyos contra los patricios:
“El Senado decidió, por tanto, enviar a Menenio Agripa como portavoz, un hombre elocuente y aceptable para la plebe, pues él mismo era de origen plebeyo. Fue admitido en el campamento, y se cuenta que él, simplemente, les contó la siguiente fábula en forma primitiva y tosca: ‘En los días en que todas las partes del cuerpo humano vivían, no juntas como ahora, sino cada miembro por su lado y hablando solo de lo suyo, se indignaron todos contra el vientre y decían que todo lo que hacían era únicamente en beneficio suyo mientras este estaba ocioso y no hacía más que disfrutar de todo. Y conspiraron contra él: las manos no llevarían comida a la boca, la boca no aceptaría la comida que se le ofreciese, los dientes no la masticarían. Mientras, en su resentimiento, estaban ansiosos por obligar al vientre mediante el hambre, ellos mismos se debilitaron y todo el cuerpo quedó al fin exhausto. Entonces se hizo evidente que el vientre no era un holgazán y que el alimento que recibía no era mayor que el que devolvía a todas las partes del cuerpo para que viviesen y se fortaleciesen, distribuyéndolo equitativamente entre las venas tras haberlo madurado con la digestión de los alimentos’. Mediante esta comparación, y mostrando cómo las discordias internas entre las partes del cuerpo se parecían a la animosidad de los plebeyos contra los patricios, logró conquistar a su audiencia” (II,32).
Cuerpo social
O sea, la fábula pretende defender el ‘statu quo’ social. Sin embargo, Pablo la transforma cuando afirma: “Y los miembros del cuerpo que nos parecen más despreciables los rodeamos de mayor respeto; y los menos decorosos los tratamos con más decoro; mientras que los más decorosos no lo necesitan. Pues bien, Dios organizó el cuerpo dando mayor honor a lo que carece de él, para que así no haya división en el cuerpo, sino que más bien todos los miembros se preocupen por igual unos de otros” (1 Cor 12,23-25).
Así es el Corpus Christi: un cuerpo social –comunitario– en el que los miembros más débiles deben ser los preferidos y los que reciban mayor honor.