Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Qué ha sido del juicio del siglo en el Vaticano?


Compartir

La expectación

Como dicen los abuelos o padres que se consideran realistas a sus descendientes, mejor no te hagas grandes expectativas porque acabarás decepcionado. A lo mejor algo de eso puede estar pasando ya en el denominado “juicio del siglo” –aunque era más bien de la historia, de la historia judicial del estado Vaticano–. Desde la primera vista, el 27 de julio de 2021, se están sucediendo los procedimientos para afrontar todas las ramificaciones en las que se vieron envueltos los 10 acusados que se sientan en el banquillo y para analizar toda la documentación de diferentes empresas y fondos de inversión vinculadas a la Secretaría de Estado.



Una compleja ramificación de cuentas que fueron destapándose a partir de la extraña compra de un edificio en un lujoso barrio londinense y que implica a monseñores, banqueros, funcionarios vaticanos y católicos aprovechados. Con estos ingredientes el morbo y la espectacularidad parecían estar servidas. Pero un juicio –aunque sea con los ritmos propios de la justicia italiana– no deja de ser un juicio.

En la documentación recopilada hasta el inicio del juicio, más allá del edificio de Londres, se detallan procesos de corrupción generalizada a través de variopintas tapaderas conectadas con bancos suizos, se denuncian auténticos casos de extorsión, se destapan auténticos fallos de las entidades supervisoras de las finanzas vaticanas, se destapan extraños movimientos económicos personales del cardenal Angelo Becciu que parecen beneficiarle solo a él o a familiares suyos o se investiga una sicav que parece estar creada específicamente para invertir en varios millones en empresas sin mucha lógica aparente… a pesar de estos ingredientes no parece interesar ya tanto este juicio que ha sentado por primera vez a un cardenal defenestrado en el banquillo de los acusados.

Juicio Vaticano

La llamada

En medio del tedio en el que se ha caído en las últimas audiencias del juicio están algunos acontecimientos significativos de esta semana pasada. Y es que más allá del amplísimo informe preparado previamente por la fiscalía –“promotor de justicia” según el vocabulario jurídico vaticano– ha aparecido una nueva prueba que ha sorprendido a propios y extraños. Y es que el equipo legal del cardenal Angelo Becciu ha presentado el audio y la transcripción de una llamada telefónica del propio purpurado al papa Francisco fechada en julio de 2021, poco después de que el pontífice fuera ingresado para una intervención en el colon. Una grabación que pertenece a la investigación de las autoridades italianas sobre el extraño movimiento de fondos a través de entidades eclesiales italianas.

En el meollo de esta conversación está la supervisión del Papa en el desvío de fondos a través de una Cáritas de su Cerdeña natal para el pago de rescates a misioneros secuestrados, una tarea de seguridad para la que se recurrió a los servicios de la enigmática autodenominada “consultora” Cecilia Marogna. Leyendo la transcripción parece que es una intención directa que de la propia boca del papa Francisco salga el reconocimiento explícito de su autorización para abonar una elevada cantidad de dólares para la liberación de la religiosa colombiana Gloria Cecilia Narváez que había sido secuestrada por militantes islámicos en Malí en 2017. En esta operación se pagaron por el rescate 500.000 dólares y Moarogna se habría llevado una comisión de 350.000 dólares por sus gastos, según se deduce de la conversación.

Lo que sí es cierto es que la propia religiosa fue liberada y recibida incluso por el Papa en el Vaticano. Becciu cifra en esa cantidad la moralidad de un pago directo a terroristas y Francisco dice que “recuerda vagamente” haber tenido la información de dicho procedimiento –no es el sí rotundo que parece esperar Becciu–. Al final el cardenal despojado de sus atributos acuerda, a propuesta del pontífice, que elaborará un escrito para que se incluya el testimonio del Papa en el juicio sin tener que ser llamado a ninguna audiencia.

Esta intencionalidad se ha vuelto un poco en contra porque los abogados han insistido en que el Papa debe declarar mientras que otros letrados han apuntado que todos parecen escusarse mirando para arriba –apuntando a sus superiores en la toma de decisiones– o para abajo –declarando que no puedes controlar todo lo que hacen los subalternos–. Esta defensa socrática a lo infanta Cristina –“solo sé que no se nada”– rodea a figuras como el propio Becciu, el cardenal Pietro Parolin o el propio papa Francisco. Mientras Becciu graba al que consideraba “su amigo” el Papa sin ni siquiera despeinarse…

La estrella

Quien ha parecido representar esta técnica de amnesia selectiva ha sido el monseñor italiano Alberto Perlasca, que en el informe de la fiscalía es el auténtico “garganta profunda” que tira de la manta a cambio de un acuerdo con el tribunal. Ciertamente ha sido un observador privilegiado de las finanzas de la Secretaría de Estado ya que trabajaba en la oficina en la que se administraban los fondos reservados a dicha entidad, incluyendo los relacionados con la colecta internacional del ‘Óbolo de san Pedro’.

Han tenido que pasar 37 audiencias del juicio hasta que se haya podido oír directamente este testimonio clave. Como era de esperar Perlasca apuntó a todos los demás a la hora de establecer las responsabilidades de la compra del edificio londinense y los posibles apaños para solucionar la chapuza en la que entra la Secretaría de Estado cuando es estafada (presuntamente) al intentar deshacerse de él. “Cuando no te dicen las cosas, es que no necesitas saberlas, así que nunca pregunté” declaró Perlasca al tribunal como si fuera su lema de ordenación mientras apuntó al acusado Fabrizio Tirabassi y a Becciu y su sucesor Peña Parra.

La postura de Perlasca, que en apariencia parece más preocupado en disparar hacia todos lados para desvincularse de cualquier error o responsabilidad; puede causar un daño tremendo en el completo y complejo informe de 487 páginas con las conclusiones de la investigación dirigida por el promotor de Justicia del Vaticano que hasta ahora muchos habíamos considerado una recopilación de pruebas muy sólidas contra una serie de personas que o bien se aprovecharon de su puesto o condición para su propio beneficio o bien han demostrado que no han estado a la altura de la misión encomendada porque se han regido por amiguismos o por la prepotencia de quien cree que la economía es un mero registro de ingresos y gastos. Lo que sí está claro es que la institución eclesial es quien se lleva siempre el saldo negativo.