¿Qué haría usted si fuese su madre?


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Delante de pacientes muy enfermos, sobre todo si son ancianos, los familiares nos formulan con frecuencia esta pregunta: “¿Qué haría usted si fuese su madre?”. Nunca me molesta escucharla e intento contestar con sinceridad, sabedor de que mi respuesta les ayudará a asumir realidades con las que, por lo general, no es fácil convivir: la enfermedad grave de un familiar muy querido, en ocasiones su muerte. Incluso cuando es por ley de vida, siempre cuesta despedirse.



A veces soy yo quien se adelanta y justifica así una medida médica –o la falta de ella, si va a resultar fútil–: “Es lo que yo haría con mi madre”. No quiero para mis pacientes lo que no hubiese querido para mi madre, para mi padre, a veces alargar un proceso de enfermedad o vejez que ha convertido la vida en desdichada para el enfermo y quienes le rodean.

Preguntas para uno mismo

Este tipo de preguntas ante una situación de gravedad o incluso terminal tiene su correlato en momentos no tan dramáticos, cuando todavía hay margen de maniobra, a lo largo de un proceso diagnóstico o terapéutico. Podría formularse de este modo: ¿qué interés o dedicación prestaríamos como profesionales sanitarios si el paciente fuese de nuestra familia? ¿Trabajaríamos con indolencia o desinterés, aceptando plazos prolongados o posponiendo procedimientos o decisiones? ¿O, más bien, intentaríamos que todo se hiciese lo antes posible para tener un diagnóstico e implementar el mejor tratamiento, o al menos saber a qué atenernos, quizás hacer planes?

No son pocas las ocasiones en que me encuentro tentado de preguntárselo a personas de mi hospital, cuando veo que un informe se demora día tras día, o que una prueba no se programa en un tiempo razonable. Cuando la rutina de un hospital es lenta o indolente, cuando no se responde a las interconsultas con prontitud, cuando los resultados se demoran de forma inexplicable, cuando la burocracia retarda el trabajo, hay que recurrir al favor personal, con el desgaste que ello supone.

Médico general

Compromiso profesional y ético

Los sistemas sanitarios basan gran parte de su eficacia en el compromiso profesional y ético del personal sanitario, básicamente de los médicos. Esta es una realidad reconocida en la literatura científica (véase un artículo reciente del NEJM sobre el sistema público británico, NHS. a cuya imagen y semejanza se diseñó la Seguridad Social española).

Por eso, es peligroso el ambiente difuso de desmotivación que detecto en la sanidad pública de nuestro país. Venimos a trabajar con ilusión, pero pronto sobrevienen escepticismo y desánimo, al encontrar un medioambiente adverso que no podemos cambiar. Las bajas laborales no se cubren –no habría con quién–, las jubilaciones todavía menos, o como poco sin la celeridad que la situación requeriría.

Un panorama complicado

Sacar adelante el trabajo –que consiste en intentar mejorar a los seres humanos a nuestro cargo en un momento de vulnerabilidad extrema, no nos ocupamos de coches, ni de otros objetos inanimados– requiere un esfuerzo que va desgastando la vocación y la dedicación. No es fácil el ejercicio de la medicina en España en diciembre de 2024, y las perspectivas no son halagüeñas.

Recen por los enfermos, por quienes les cuidamos y por este país.