Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Qué imagen ha ofrecido la Iglesia anglicana al mundo?


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La coronación

Ya en los días precios hemos desgranado informativamente algunos aspectos de la coronación del rey Carlos III (y de la reina Camila) en la abadía londinense de Westminster. Una celebración que ha ofrecido la oportunidad a la Iglesia anglicana, con su primado al frente, de entrar durante más de dos horas en las pantallas de todo el mundo a través de todos los soportes posibles. Una liturgia en la que se han seguido en líneas generales los ritos establecidos desde los tiempos posteriores a Enrique VIII en la que apenas se han añadido leves guiños a las demás confesiones cristianas con el mismo esquema que el funeral de Isabel II –presencia del cardenal Nichols con un papel muy similar incluida–.



Así como en España la Iglesia muestra su potencial litúrgico en las bodas reales –de la confirmación de la infanta, en este mismo mes de mayo, seguro que no habrá ni una triste foto pública– y de vez en cuando –cada vez menos– en los funerales de Estado; en el caso inglés el hecho de que el monarca sea cabeza de la Iglesia impide omitir este componente religioso. Por ello, el arzobispo anglicano de Canterbury, Justin Welby, no ha perdido la ocasión para mostrar la esencia de la liturgia de una confesión en la que lo protestante se muestra más difuso en lo que a la eucaristía se refiere.

Lo bíblico ha sido central en una ceremonia que ha incluido un rito clásico del Antiguo Testamento, la unción monárquica. “No he venido a ser servido, sino a servir”, han sido las primeras palabras del Rey en una ceremonia en la que la selección de las lecturas y las oraciones tanto del arzobispo como del monarca han sido subrayado la similitud entre el reino del Cristo y los reinos de este mundo. Carlos que había anunciado en ocasiones una celebración más abierta a las distintas confesiones ha generado expectativas frustradas porque más allá de la presencia de líderes de las grandes tradiciones religiosas mucho más no se puede hacer. Si bien el Rey ha garantizado la libertad de culto, la promesa del Rey está centrada en su papel de defensor de la fe (protestante anglicana). Palabras que palidecen ante lo sagrado de un culto en lo que el misterio se ha seguido manteniendo gracias en este caso a unos biombos.

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El mensaje

Entre las sorpresas de los habituales de las celebraciones religiosas pudo haber sorprendido la breve duración del sermón del arzobispo de Canterbury. Aunque Welby tenía varios folios delante en el púlpito, sus palabras pueden entrar sobradamente en uno. “Jesús no se aferra al poder ni se aferra al estatus” reclamaba el primado al hablar del Reino de Dios anunciado por Jesús, quien “fue ungido no para ser servido, sino para servir”, actitud que es el fundamento de su autoridad.

Un reinado que continúa, detallaba el arzobispo, en los que “trabajan con organizaciones benéficas, construyen comunidad, sirven a la nación en las Fuerzas Armadas, en los servicios de emergencia y de muchas otras maneras”, como la propia parroquia de la abadía y su equipo de voluntarios. Al pedir la gracia de Dios para los nuevos monarcas, les recordó que en el caso de Jesús “su trono fue una cruz, su corona era de espinas, sus regalías fueron las heridas que atravesaron su cuerpo”. ¿No sé si podría oís una homilía así en muchos episcopados del mundo?

Los detalles

Junto al dominio anglicano ha habido detalles que pueden ser significativos de la evolución de la propia Iglesia nacional inglesa. Uno de estos elementos es la propia presencia de un delegado papal, en este caso el cardenal Pietro Parolin, representación de primer orden como Secretario de Estado. Es una presencia oficial inédita que muestra la normalización de las relaciones entre Lambeth y Roma. Ahora bien, es posible que si esta coronación hubiera llegado unos años antes esta normalidad se habría producido igualmente.

Tampoco ha pasado desapercibido, siempre desde un acercamiento meramente religioso, el escaso papel del moderador De la Iglesia de Escocia. A pesar de la autonomía de esta comunidad anglicana, con sus propias tradiciones que obligan al rey a jurar en su primer día como rey el respeto de este funcionamiento sinodal, en la coronación solo se le ve llevando la Biblia sobre la que jura su cargo en Rey. En escocés se cantó también una estrofa del Veni Creator. Frente a otras liturgias anglicanas, como en las bodas o funerales, en las que varios ministros se distribuyen las partes de la celebración, aquí Welby ha eclipsado a todos. Hasta el arzobispo (anglicano) de York –segundo en rango– ha tenido un papel igual que el cardenal Nichols, arzobispo católico de Westminster y primado (católico) de Reino Unido y Gales. Papel pequeño pero significativo ha tenido la obispa de Londres, Sarah Mullally, que ha proclamado el evangelio. Una mujer, que además se ha definido como feminista y defensora a su manera del aborto, ejerciendo un ministerio como capellán oficial de la Casa Real ha sido una nota de distinción del anglicanismo actual.

Como ocurre también en algunas celebraciones católicas, la coronación se ha desarrollado dentro de la liturgia eucarística. Esto ha hecho que se reserven para una procesión de entrada previa y para el final propiamente dicho de la misa, la participación de los líderes y representantes de comunidades religiosas judía, hindú, sij, musulmana y budista. Más allá de la participación del Primer Ministro en la primera lectura, la sensibilidad litúrgica se muestra en este gesto para ser algo más que una amalgama sincrética. Ahora bien, ¿qué Iglesia anglicana se encontrará la próxima coronación real inglesa?