La monja
Antes de aparecer en la Plaza de San Pedro el papa Francisco ha cruzado en silla de ruedas por la basílica vaticano. Desde luego, es el camino más corto desde la Casa Santa Marta. Los medios vaticanos han contado que en ese momento estaba rezando en el interior del templo un grupo de peregrinos de Nápoles que habían pasado por la Puerta Santa. Entre los presentes estaba la hermana Francisca Battiloro que se había sumado a la peregrinación porque cumple sus 75 años como religiosa. A sus 84 años, contra todo pronóstico, se encontró con el Papa y le pudo saludar.
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“Le pedí a Dios: ‘Quiero encontrar al Papa’. Y sólo a Él, ¡eh! A nadie más… Pensaba que era imposible, pero fue el Papa quien vino a mi encuentro. Parece que cuando pido algo al Señor, siempre me lo concede…”, confesaba emocionada esta salesa tras el inesperado saludo. La monja participaba en esta peregrinación con el Jubileo de los enfermos y el mundo de la sanidad tras superar haber dejado atrás el grave peligro que le produjo una obstrucción intestinal. Lo ha hecho en su silla de ruedas y casi ciega con un grupo de familiares como acompañantes.
Esta monja de la Visitación estaba rezando ante la tumba de Pedro cuando vio al Papa llegar con su equipo. Entonces, relató, “las dos sillas de ruedas se encontraron. ¡Qué hermoso, qué hermoso!”, ella tomó la mano del Papa quien bromeó con ella preguntándole “¿Usted es una de esas monjas de Nápoles?”, en referencia a las que le abrazaron intensamente durante la visita de Francisco en 2015 a la capital de la Campania. “Estoy contenta, ¡quién lo hubiera esperado! Le besé la mano y él también parecía contento… Realmente es un periodo en el que Dios me está escuchando, incluso en las pequeñas cosas”. “Le dije: Santidad, estoy rezando muchísimo, he ofrecido mi vida a Jesús para que usted se sane, y yo, en cambio me voy…”, confesó también.
La aparición
Se había anunciado algún tipo de presencia del papa Francisco en el ángelus de este domingo. El día anterior no se ofrecieron más explicaciones. De repente, al final de la misa aparece en la Plaza de San Pedro con 20.000 fieles del Jubileo de los enfermos y el mundo de la sanidad –muchos de ellos ancianos de residencias– aplaudiendo. Bajo la atenta mirada del médico y un secretario fue trasladado en silla de ruedas hasta el altar que se sitúa en el atrio de la basílica. No llevaba abrigo, pero sí oxígeno. Sin apenas poder levantar los brazos impartió su bendición.
La aparición apenas duró unos minutos. El Papa, informaría la oficina de prensa del Vaticano, atravesó la Puerta Santa después de confesarse para, con los demás enfermos, ‘ganar’ la indulgencia jubilar. Fisichella durante la celebración apenas había dicho que Francisco seguía la misa “a pocos metros de aquí” por la televisión. En la homilía, atribuida al Papa ya se había dicho que “afrontar juntos el sufrimiento nos hace más humanos y compartir el dolor es una etapa importante de todo camino hacia la santidad” y que la enfermedad “es una escuela en la que aprendemos cada día a amar y a dejarnos amar, sin pretender y sin rechazar, sin lamentar y sin desesperar, agradecidos a Dios y a los hermanos por el bien que recibimos, abandonados y confiados en lo que todavía está por venir”.
Las impresiones
Desde el pasado 14 de febrero, día en el que se produjo la hospitalización del Papa la Curia va adoptando poco a poco un método de trabajo. Se siguen nombrando obispos, se trasladan nuncios, los mensajes programados para las distintas jornadas van viendo la luz, se ha publicado ya el calendario de celebraciones de la Semana Santa –manteniendo las singularidades de Francisco como el hecho de que el Jueves Santo no hay misa pública de la Cena del Señor–, se distribuyen los textos de las catequesis semanales y la reflexión del momento del ángelus como si el Papa lo leyera en público…
Mientras, el pontífice está siguiendo los consejos médicos y cumpliendo con el tiempo de convalecencia anunciado tras su alta hospitalaria. Lo hace en su propia residencia en el Vaticano y cada poco se publican mensajes oficiales que hablan de su recuperación. Pero, como ocurrió con el final del largo pontificado de Juan Pablo II, quien tenía a gente de mucha confianza en la Curia, la sombra de duda de hasta dónde llega a partir de ahora el gobierno de Francisco va a marcar esta nueva etapa del pontificado. En cualquier caso, sería hipócrita someter a Francisco a las reglas de la cultura del descarte.